Capítulo I

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*** Hotel, Habitación 406 ***

Escucho un golpe a la puerta y me dirijo a atender inmediatamente pues sé que solo puede tratarse de una persona. Es Luciano, quien al entrar mira los cristales regados por el piso de la habitación y como es de esperar, me reprende por mis actos.

-Debes aprender a controlar tus impulsos...- me dice en tono firme y hasta autoritario.

-Últimamente me cuesta trabajo hacerlo...- le respondo pasivamente, mientras me aliso la camisa y pantalones con mis manos.

-Por tu bien... Has un esfuerzo...

Asiento sin decir más. Sé que Luciano no lo hace por fastidiarme sino que realmente se preocupa por mí. Me han otorgado la libertad bajo ciertas condiciones y cualquier altercado que cause un escándalo puede volver a mandarme directo a aquella maldita prisión. Y esta vez, sería para siempre.

-No busco meterme en problemas si es lo que te preocupa, Luciano...

-Por más que los evites, los problemas te buscarán a ti... Cuando todos los que estuvieron en aquel viaje sepan que estás libre, intentarán hundirte de nuevo, Esteban... Hundirte como lo hicieron hace quince años...

-No les daré el gusto...- respondo.

-Hazme caso, Esteban... No como tu abogado, sino como tu amigo... Aun estas a tiempo de dejar todo en el pasado... Eres joven, con toda una vida por delante... No desperdicies esta oportunidad porque puede ser la única que tengas...

Reflexiono un momento en las palabras de Luciano. Tiene razón. Nadie espera mi regreso. Nadie lo imagina si quiera. Sería muy fácil huir ahora y no mirar atrás. Dejarlo todo, y empezar de cero. Pero no. No. Entre ellos se encuentra el verdadero asesino. El verdadero culpable de todas mis desgracias. Yo solo exijo justicia y a toda costa la obtendré. Seguramente al verme libre ese infeliz hará hasta lo imposible por derrotarme otra vez. Por inculparme. Pero yo estaré preparado y al llegar el momento, lo delataré frente a todos logrando así, limpiar mi nombre, y librarme de toda culpa que se me acusa.

-Recuperaré todo lo que me pertenece a como dé lugar, Luciano... Es mi última palabra...-le digo convencido.- No he llegado hasta aquí para echarme para atrás ahora...

-Tú no buscas más que vengarte, Esteban... Entra en razón... No busques problemas... Olvídalo todo y empieza de cero, hombre...

-No me pidas que olvide porque es imposible de hacer... Me traicionó quien jamás esperé lo haría y de la peor manera... Mis hijos no saben que existo... Ya no tengo nada que perder, Luciano... Absolutamente nada...

-Entiendo tu frustración y veo que sigues siendo tan terco como siempre...

-Me alegra saber que algo en mi quedo intacto...- comento con ironía.- Una prisión es capaz de cambiar a cualquiera...

-No dejes que el rencor te ciegue... No solo te dañaras a ti mismo sino a quienes te rodean también...

-Es un poco tarde para eso... Ya estoy dañado... Marcado de por vida, y nada, jamás cambiará eso...

-Con esa actitud aunque tú no lo quieras te meterás en problemas...- repite nuevamente Luciano.

Sonrió levemente mientras niego con la cabeza. Se preocupa demasiado pero sé que cuento con él y eso me tranquiliza. Luciano, con ayuda de un investigador privado, lograron encontrar a María después de buscarla por todo México. Y aunque obtuvieron pocos detalles sobre su vida durante mi encierro, entre ellos estaba uno que más me importo. María decía ser viuda y por más que Luciano intentara justificarla, haciéndola parecer una víctima más de lo sucedido, yo me negaba y aún sigo negando a verla de esa manera. No puedo compadecerme de ella por haber mentido, por haberme arrebatado a mis hijos. Por haberme abandonado sin explicación alguna. Alcanzo la chaqueta de mi elegante esmoquin al recibir la llamada de recepción indicándonos que nuestro auto está listo. Me tomará tiempo acostumbrarme a tanta comodidad, a tanto lujo, pero poco a poco siento que vuelvo a ser el Esteban de antes. El respetable, admirable, e intachable Esteban de antes. Bueno, al menos solo a simple vista porque por dentro no queda nada de aquel hombre que fui hace quince años.

-¿Listo, Esteban?- pregunta Luciano, aferrándose a la esperanza de que decida cambiar de opinión.

-Más que nunca...- respondo, con una radiante sonrisa en mi rostro.- Pero antes... Dime otra vez como se llama el tipo ese...

-Gerardo Salgado... Jefe... Pretendiente... Y próximamente prometido de María Fernández... Tú ex mujer...




*** Penthouse Fernández 626 ***

-No discutiré más con ustedes... Lo correcto sería que me apoyaran como mis hijos que son...

-No puedes pedirnos eso, mamá... Nos obligaste a dejar nuestra casa, nuestros amigos, nuestras vidas en México por culpa de ese tipo... Aceptar que te cases con él ahora es como traicionar a papá...

-Héctor tiene razón... Además Gerardo no me cae nada bien, mamá...

-Desde que los conoce no ha tenido más que atenciones con ustedes, y si nos mudamos aquí es porque me ofrecieron un mejor empleo...

-Gerardo te lo ofreció... Nos intenta comprar, mamá... ¿Por qué no lo ves? Tú estabas bien trabajando en aquel hotel...

-Por favor, Estrella... Basta... Les advierto a los dos que nada de lo que hagan o digan me hará cambiar de opinión... Mi boda con Gerardo ya es un hecho... Anunciaremos nuestro compromiso está noche...

-¡¿Qué?!- exclama Estrella, tan sorprendida como Héctor por lo que acabo de informarles.

-¿Por qué lo haces, mamá? ¿Ya olvidaste a papá?

-Héctor...

-Sí ya sé... Nunca has querido hablarnos de él...

-¿Por qué mamá? ¿Qué te hizo papá? ¿Por qué cada que Héctor y yo te preguntamos de él te cuesta tanto mencionarlo?

-Su padre no me hizo nada...- respondo rápidamente a mis hijos, evitándoles esa duda sobre su padre.- Él fue un gran hombre, y nunca dejen que nadie les diga lo contrario... Ni siquiera yo misma...

-¿Lo quisiste mucho?

Hablar del tema siempre me ha costado trabajo. Mis hijos en varias ocasiones me han cuestionado sobre su padre y nunca he sido capaz de hablarles de él. Ni del resto de sus familiares. Ellos desconocen su origen, así como el hecho que descienden de los San Román. Alba, Carmela, y hasta los amigos de Esteban se aseguraron que ante su condena yo y mis hijos quedáramos despojados de todo así mismo como del apellido San Román. Me cerraron las puertas valiéndose de sus influencias para impedir que yo encontrara un buen empleo. Tuve que empezar desde abajo y con dos hijos pequeños que aclamaban de mis cuidados. Me niego a creer que Esteban tuvo algo que ver en todo aquello. No pudo él estar de acuerdo con que nos echaran a la calle. Héctor y Estrella eran su adoración, su tesoro más preciado, él no pudo hacerles eso. No pudo.

-Jamás volveré a amar a nadie como amé a su padre...- al fin respondo después de un breve instante, sumida en mis pensamientos.- Jamás...

-¿Entonces por qué te casas, mamá?

-Hijos... Ustedes ya están grandes, en un par de años más se enamoraran, formaran sus propias familias y se marcharan de mi lado... ¿Con que quedare yo? ¿No lo creen justo que me dé la oportunidad de intentar rehacer mi vida con quien yo elija?

-¿Te casas por miedo a quedarte sola?

-Gerardo es un buen hombre... Ha demostrado quererme y yo le tengo un gran aprecio...

-Pero no lo amas... Acabas de decirlo... Solo amas a papá...- me reprocha mi hija.

-Estrella, él no está aquí... No puedo seguir atada a su recuerdo...

-Pues por lo menos tú lo recuerdas, mamá... Nosotros no tenemos ni una sola imagen de él...

-Tal vez esté siendo demasiado egoísta...- interviene Héctor de repente, igual de molesto que su hermana y me recuerda tanto a él.- Pero me niego a aceptar a cualquier otro hombre en tu vida, mamá...

-Y yo estoy de acuerdo con Héctor... Ningún hombre merece ocupar el lugar que le perteneció a papá... Ninguno, mamá... Y mucho menos el antipático de Gerardo...

-A ver... Que les quede claro que lo que menos busco es reemplazar a su padre... Lo único que les pido es que respeten mi decisión y hagan un esfuerzo por llevarse bien con Gerardo... No pienso discutir más... Díganle al chofer que están listos para irse que él los llevara... Yo esperare a Gerardo...

-Iremos a esa fiesta porque no nos dejas otra opción, mamá... Pero esto no significa que aceptamos a ese hombre como padrastro... Eso nunca... Vamos Estrella...




*** Carretera ***

-Una vez más... Dime si estás seguro de esto...

Luciano lleva días preguntándome lo mismo así que no me sorprende. Pero no evito reír ante su insistencia por hacerme cambiar de opinión. Ya nos encontramos en la limosina camino a "La Fiesta del Año" como los anuncios del periódico Español la titularon y no hay marcha atrás. Una gran fiesta, repleta de invitados, todos desconocidos, en un país lejano, el ambiente perfecto para reencontrarme con mi ex mujer y pasar desapercibido. Luciano me arrebata la copa de whiskey que tengo en mano y no protesto. Es mejor no excederme. Llevo años sin beber y no pretendo hacer el ridículo precisamente esta noche.

-Por milésima vez... Te digo que si...- respondo decidido.

-Repasemos el plan entonces...

-Con que yo hable con María será suficiente...

-Las cosas no son tan simples, Esteban... Llevan años sin verse, y ella está a punto de rehacer su vida con otro...

-Vamos, Luciano...- me quejo.- Plantéale la oferta nuevamente, entretenlo un poco... Es un empresario, háblale de dinero, el tipo conversará contigo por horas sobre eso...

-Lo haces ver tan fácil... ¿Qué tal si Gerardo acepta el trato?

-Yo hablaría luego con él...

-¿Lo harías tu socio sabiendo quién es?

-Por supuesto que no... Después de esta noche espero no volver a verlo nunca...

El auto se detiene frente a un enorme portón y el chofer nos indica que hemos llegado. Echo un rápido vistazo por la ventana encontrándome con un sinfín de invitados que se dirigen hacia la entrada. Varias parejas, otros en grandes grupos, todos elegantemente vestidos para la ocasión. Suspiro y me aliso mi chaqueta, anticipando cada vez más el reencuentro con mi ex mujer. Me siento nervioso, no puedo evitarlo. Luciano nota mi inquietud y me sonríe, como asegurándome que todo saldría bien. Asegurándome que él estaría ahí para ayudarme... En todo y... Siempre.




*** Carretera ***

-Luces excepcionalmente bella esta noche, María... Seré la envidia de todos...

Llevo poco más de tres años tratando a Gerardo, dos de esos, trabajando para él. Lo nuestro comenzó como algo estrictamente laboral, y poco a poco él fue ganándose mi aprecio hasta lograr convencerme de formalizar nuestra relación. Para ser sincera, por más que intento no logro recordar en qué momento acepté convertirme en su prometida pero si de algo estoy segura es de que Gerardo traerá a mí vida cierta estabilidad que tanto anhelo. No lo amo. Es verdad. Y él lo sabe. Tal vez es por eso que me cuesta tanto recibir elogios de su parte sin sentirme obligada a agradecerle o devolverle el cumplido.

-Eres demasiado amable, Gerardo... Y no luces nada mal tú mismo...

-No es amabilidad... Simplemente digo la verdad... Eres bellísima y jamás me cansaré de repetírtelo...

Lo observo inclinarse hacia mí en un claro intento por besarme. Giro mi rostro rápidamente, recibiendo el beso en la mejilla y lo siento sonreír en resignación mientras paseo la vista por el interior de la lujosa limosina en la que me encuentro. A diferencia de Gerardo, yo no logro ignorar la presencia de Carlo. Su fiel guardaespaldas y hombre de confianza cuyo trabajo es siempre estar a la disposición de su jefe, cosa que me incomoda demasiado. De pronto siento la mano de Gerardo, tomándome del mentón con delicadez y gira mi rostro hacia él, obligándome a verle a los ojos.

-¿Qué pasa? Tengo la impresión que has estado llorando... Te noto triste... Ausente... ¿Qué pasa, amor mío?

Me enternecen sus palabras y no evito sonreír levemente. Desde el primer día, Gerardo siempre se ha mostrado atento conmigo. Su ternura y comprensión son cualidades que me agradan mucho de él. Pero aún hay cosas que desconoce de mí. De mi pasado. Y ahora no es precisamente el momento para revelarlo.

-Son mis hijos...- digo con pesar, recordando la reciente plática, por no decir pelea que tuve con Héctor y Estrella.- Ellos se siguen oponiendo a lo nuestro y no hay nada que yo pueda hacer o decir para hacerlos cambiar de opinión...

-No te agobies, María... Tus hijos ya están grandes... Tarde o temprano terminarán por entender que tienes todo el derecho de rehacer tu vida... Ya lo verás...

-No estoy tan segura, Gerardo... Y me da mucha pena decírtelo pero es importante que lo sepas... Tú no les simpatizas a ellos... Y temo que jamás lo harás...

-Me esforzaré por ganarme su confianza y así su cariño... Tal y como pretendo ganarme tu amor... Eso te lo prometo, María... Todo por ti...




*** Portón, Mansión Salgado ***

El clima es fresco, cálido, nada comparado a la humedad de aquella isla en la cual viví por tantos años. Luciano y yo nos dirigimos a la entrada de la enorme mansión, esperando poder ingresar a la fiesta sin problemas. Dos tipos, con clara pinta de matones se nos acercan mientras somos interrogados por la mujer que revisa y busca nuestros nombres en la lista de invitados. Sin poder evitarlo, les regreso la mirada desafiante que ellos me dedican mientras Luciano se encarga de conseguirnos la entrada.

-Lo siento mucho, señores... Pero no están en la lista...- dice la mujer con lamento.

-Debe tratarse de un error... Esta mañana hable con el señor Salgado y me aseguro que no tendríamos ningún problema en entrar...

Luciano tiene el don de sonar convincente con todo lo que dice. Sea o no verdad. En este caso... No lo es.

-¿El señor dijo eso?

-Por supuesto que sí, señorita... Somos antiguos amigos y hemos viajado del extranjero precisamente para atender a esta importante velada...

La mujer nos mira cautelosa. Primero a Luciano. Después a mí. Es evidente que no quiere creer nada de lo que él le ha dicho. Se me queda viendo un instante más, como intentando descifrar lo que le oculto, pero retira la mirada cuando decido esbozar un sonrisa. Se sonroja un poco y sonríe antes de ordenar a los tipos que nos dejen pasar. Me sorprende el efecto que causo en ella. Han pasado quince años desde que trato con una mujer pero sorprendentemente todo me resulta tan familiar.

-¿Antiguos amigos?- le pregunto a Luciano con ironía.

No creo exista nada peor que tener que considerarme amigo de "ese". Un tipejo que pretende tomar mi lugar sin imaginar lo que le espera. Pero no le culpo enteramente a él. No. La culpable de todo es ella también.

-Hice el mejor intento... La verdad es que fue más fácil de lo que pensé, y no creas que no te vi... Esa mujer cayó rendida a tus encantos, Esteban...

-No exageres... No hice más que sonreír porque se me quedaba viendo...

-Sí... Claro...

Luciano exagera y nuevamente me causa risa su tono sarcástico que usa al hablarme. Mientras nos dirigimos al exterior de la mansión insiste que notó un coqueteo entre la mujer del portón y yo pero lo niego rotundamente. No estoy para conquistas y mucho menos esta noche. Tengo asuntos más importantes que atender. Entre ellos, enfrentar a mi ex esposa, María. Pero miro entre la multitud y no logro encontrarla, seguramente me tomará horas localizarla.

-¿La ves?- le pregunto a Luciano.

-No... Es posible que no haya llegado aún... Tampoco veo a Salgado por ningún lado...

-Seguramente llegarán juntos...- murmuro con enfado.

No es que quiera reaccionar así. De hecho quisiera ser indiferente ante ciertas emociones. Pero la sola idea de que María pretenda darle el lugar que me pertenece a otro me llena de rabia. Más que nada por mis hijos, claro. Porque ella ya no me interesa para nada como mujer. Pasa un joven cargando varias copas de champán y no dudo en tomar una. La llevo a mis labios y bebo tranquilamente de ella ante la mirada reprímete de Luciano.

-No me veas así... Me ayudara a relajarme...

-Eso espero... Los tipos de la entrada no nos quitan la mirada de encima y no dudarían un segundo en sacarnos ante cualquier incidente...

-¿Seguridad del evento?- pregunto, mirando discretamente sobre mi hombro hacia donde se encuentran los tipos.

-Guardaespaldas...

-¿Para qué necesita de eso un simple empresario?

-No tengo la menor idea...

Sin poder evitarlo, pienso en posibles motivos por los cuales ese tal Gerardo tendría que recurrir a medidas extremas de seguridad, pero no lo conozco y eso me impide sacar conclusiones.

-Luciano...

-Dime...

-Sera mejor que nos separemos... Caminaré más al fondo, tu asegúrate de vigilar la entrada por si la ves llegar...

-Cómo tú digas, Esteban... Solo recuerda ser discreto... Por lo menos hasta que hables con ella...

Discreción. Sé a lo que se refiere. Me pierdo entre la gente siendo los más cordial posible con quienes me saludan. No conozco a nadie y nadie me conoce a mí. Todos, invitados del tal Salgado y por lo que alcanzo a escuchar de las conversaciones que sostienen se desviven hablando de dinero. Los minutos pasan, el aburrimiento se apodera de mí y sigo sin suerte de encontrar a María por ningún lado. Por si fuera poco este maldito dolor de cabeza que lleva días aquejándome comienza a hacer de las suyas nuevamente. Me froto los ojos para aliviar un poco el dolor y de pronto escucho una voz femenina a mis espaldas dirigiéndose a mí.

-¿Te sientes bien?

Su vestido rojo es atrevido y ese escote que porta deja muy poco a la imaginación. Sin duda es una mujer muy atractiva y lo sabe también. La miro de arriba a abajo sin reserva y ella parece disfrutar de mi atención antes de repetir su pregunta con un leve tono de seducción. Desvío la mirada de la atractiva mujer para seguir buscando entre la gente. No quiero que se haga falsas ilusiones. Su preocupación por mi parece más bien atracción así que la ignoro y espero que se marche. Pero no lo hace.

-¿Siempre eres tan serio?

-Normalmente...- respondo sin mirarla a la cara y metiendo mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón.

-Y por lo visto, poco sociable...- dice la atractiva mujer, riendo con diversión.- Te he estado observando desde que llegaste... ¿Puedo acompañarte?

-Mira... No pretendo ser grosero...- respondo, al fin mirándola a los ojos y decidido a acabar con su juego.

-Prefieres estar solo... ¿No es así?

-Si...

-Está bien... No insistiré...- me asegura poco convencida.- Por ahora... Si cambias de opinión y necesitas un poco de compañía, estaré en aquella mesa...

La observo alejarse con un exagerado contoneo de caderas. Ni siquiera me dio su nombre. Ni siquiera pidió el mío y es evidente que se me ha insinuado. No evito sonreír en asombro y echo un vistazo a mi reloj. Ha pasado media hora y María sigue sin aparecer. Comienzo a impacientarme así que doy media vuelta para reunirme con Luciano, esperando que él haya logrado obtener noticias de ella pero no llego muy lejos pues una joven se atraviesa en mi camino, estrellándose contra mi pecho para después aterrizar de bruces en el piso.

-Le ofrezco una disculpa, señorita... No fue mi intención...

-¡¿Pero qué le pasa?! ¡¿Por qué no se fija por dónde camina?!

El disgusto de la joven atrae la atención de los invitados más cercanos y a mí me toma un poco por sorpresa. Es muy bonita, no domina el acento de los locales, y aun enfadada no pierde la ternura de su mirada compuesta de un par de hermosos ojos verdes que me atrapan. Me disculpo un par de veces más e intento ayudarla a ponerse de pie pero la joven se encuentra demasiado ocupada desahogando su enojo que sospecho, tiene poco que ver con lo que acaba de suceder.

-¿Mala noche?- pregunto en un intento por tranquilizar a la jovencita.

-¡Usted acaba de hacerla peor!

¡Tiene carácter esta muchachita! No evito sonreír ante su agresividad. Hay algo en ella. Algo que me impide alejarme sin conocer más. Esos ojos. Su cabello tan oscuro como la noche.

-Que lástima que pienses así, muchacha... Creo que tú acabas de alegrar la mía...

La joven se pone de pie tras recoger las cosas que habían caído de su bolso. Insistí en ayudarla pero tercamente se negó. Ahora me estudia con la mirada, en silencio, no del todo entendiendo lo que acabo de decirle. Todo rastro de enojo ha desvanecido de su rostro y me sonríe tímidamente. Su simple gesto me llena de inmensa alegría pero no logro entender por qué. Correspondo a su sonrisa encantado y me disculpo nuevamente antes de ser interrumpido por un joven. Bien parecido, un poco más alto que yo. Su novio tal vez. Oh no... Espero no mal intérprete las cosas.

-¿Qué pasa aquí?- pregunta el muchacho quien al igual que la joven, carece del distinguido acento español que los demás invitados poseen.

Aspiro profundo antes de comenzar a explicar lo ocurrido de principio a fin sin omitir detalle para evitar malos entendidos pero la muchacha se me adelanta ahorrándome la gran molestia con dos simples palabras.

-Nada... Vámonos...- dice sin gran detalle y ambos se alejan sin mirar atrás.

Ninguno de los dos parecía estar teniendo buena noche. Supongo que es comprensible. No es precisamente el mejor de los ambientes y mucho menos para alguien tan joven como ellos. Pero, ¿Qué hacen aquí entonces? Me pregunto, un tanto intrigado por su presencia. Los invitados estallan en aplausos y gritos atrayendo mi atención. Los observo acercarse y rodear a los recién llegados entre risas y más aplausos. Todo ruido abandona mis oídos y el tiempo parece detenerse cuando al fin logro fijar mi mirada en ella. María... Han pasado quince años desde que la vi por última vez, sin embargo no puedo negar que siegue siendo hermosa. Muy hermosa. Con ese carisma y esa manera tan especial de interactuar con la gente. Reprimo rápidamente esos absurdos pensamientos y mi corazón da un vuelco al recordar su maldita traición. Esa mujer no merece más que mi desprecio y es precisamente eso, todo lo que obtendrá de mí.




***Jardín, Mansión Salgado ***

Hay demasiados invitados. Más de los que había imaginado. Gerardo nota mi sorpresa mientras nos acercamos a la gente y me sonríe a modo de disculpa, alentándome a disfrutar de la noche. No tengo más remedio que sonreír en respuesta cuando la luz de las cámaras que los fotógrafos ponen en uso, comienzan a relampaguear. Me ciegan momentáneamente mientras, al igual que Gerardo, saludo y agradezco la asistencia de los invitados. Todos son conocidos de él. Desde socios empresariales a amigos de su juventud y hasta altos funcionarios políticos se encuentran entre los asistentes. Una escena realmente abrumadora para alguien como yo.

-Signora...

Escucho la inconfundible voz de Carlo llamar a mis espaldas y me giro para atenderle, observando cómo Gerardo se aleja con un hombre al cual parece conocer muy bien.

-¿Si?

-Tiene una chiamata... Dicen que es de México... Puede atender en el despacho...

El acento Italiano de Carlo me resulta un tanto peculiar y no evito sonreír ante sus palabras. Él no corresponde, es serio, y a veces resulta hasta intimidante. ¿Llamada de México? No tengo la menor idea de quien pudiese tratarse pero no hago preguntas. Carlo no es el indicado para responderlas.

-Gracias, Carlo... Ahora atiendo...

Me disculpo de los invitados rápidamente, asegurándoles de mi regreso y me encamino a la mansión. Agradezco silenciosamente la interrupción que me brinda un poco de tranquilidad alejada de todos, pero pensar en la llamada telefónica que me espera me intriga y hasta siento temor al imaginar de quien podría estar al otro lado de la línea. Las pocas amistades que deje en México prefieren escribirme a llamar y es por eso que estoy segura que no se trata de ninguno de ellos. ¿Alba? No. Reprimo la posibilidad de mi mente. Ni ella, ni ninguno de ellos sabe en donde estoy y qué ha sido de mi vida por todos estos años. No puede tratarse de ellos, simplemente no puede. Entro a la mansión y me dirijo al despacho decidida a acabar con el suspenso de una vez por todas. Las luces han sido atenuadas, provocando grandes sombras en ciertas áreas de la extensa casa. Sobre el escritorio, una lámpara encendida se encarga de iluminar la amplia habitación permitiéndome así localizar el teléfono que espera a ser atendido por mí. Pero no hay ninguna llamada. El teléfono se encuentra en su lugar. Lo tomo y lo llevo a mi oído, convencida de que debe tratarse de alguna confusión. No hay ninguna llamada...

-Buenas noches, María...- irrumpe en el silencio una voz a mis espaldas, causando que el teléfono resbale de mi mano y se estrelle contra el piso a mis pies.

Esa voz. Profunda como ninguna otra. Demasiadamente familiar aun después de tantos años sin escucharla. Mi respiración se torna frenética y los latidos de mi corazón se aceleran. ¡No puede ser! Hago un esfuerzo sobre humano por salir de mi impresión y giro rápidamente para comprobar si lo que imagino es verdad.

-¿Esteban?- murmuro con voz temblorosa al verlo salir de entre una sombra y proceder a acercarse a mí.

Mis fuerzas me abandonan y no tengo más remedio que sucumbir a la oscuridad, siendo sus brazos, y su pecho lo último que miro antes de caer inconsciente contra su cuerpo. Esteban San Román. Mi ex marido... Ha regresado.

Condena De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora