Capitulo VIII

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Miro a Esteban, buscando ayuda, intentando ocultar mi nerviosismo ante las palabras de aquella mujer y Bruno nos observa, dudando igual haber escuchado bien. No entiendo nada al intentar razonar una respuesta congruente. Quien es esa mujer... De donde conoce a Esteban y qué hace aquí...

-Disculpa mi falta de tacto pero... ¿Nos conocemos?- pregunto, y ella me mira con arrogancia, diferente a como lo mira a él, a Esteban.

-No precisamente...- responde.

-¿Qué haces aquí?- interrumpe Esteban con cierta hostilidad que creo exagera.

-Lo mismo pregunte y aun no has respondido...

Ella sonríe con un poco de coqueteo. Su escote, y el ajustado vestido que usa hacen lucir su esbelta y escultural figura. Ana Rosa, creo escuche se llama. A simple vista parece ser materialista y superficial. Características natas en la gente de Esteban.

-Ana Rosa... ¿Conoces a María y a Esteban?- pregunta Bruno intrigado, y desde luego confundido, pero desconozco el motivo.

-Bruno...- interrumpe Luciano oportunamente, para tranquilidad de Esteban.- Por qué no nos adelantamos tú y yo... Hay algo que me gustaría tratar contigo antes de la reunión...  

Esteban asiente en agradecimiento a Luciano y ambos hombres entran al ascensor, las puertas cerrándose tras ellos. No evito observar la manera en que Ana Rosa lo mira. No puedo reclamarle, no estoy celosa... No. No lo estoy. No tengo motivos para estarlo. 

-¿Pasa algo?- pregunta ella, mirándome a mí, después a Esteban, intentando descifrar lo que ocultamos.- Es tan extraño verlos aquí... Y juntos...

-¿De dónde conoces a Bruno?- pregunta Esteban, y lo noto intranquilo, tenso.

-Es socio de mi tío...

-¿Tú tío?- pregunta él.

-Sí...

-¿Y quién es tú tío?- pregunto yo intrigada.

-Demetrio... Demetrio Rivero... ¿Lo conocen? 

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*** Oficina Principal, Empresas (Anteriormente) San Román ***

Que Ana Rosa sepa de Gerardo y su previa relación con María complica las cosas. Un matrimonio arreglado nos debilita ante ellos, expone mi pasado y pone en riesgo el secreto mejor guardado de María ante mis hijos. ¡Maldita sea! Por qué demonios tenía que ser, Ana Rosa, sobrina de este infeliz.

-Ya se fue...- informa Demetrio, cerrando la puerta al entrar.

Nos encontramos en la que fue mi oficina, y que pronto lo volverá a ser. Esta muy diferente, los muebles son otros y de muy mal gusto también. Demetrio... Es él quien se ha adueñado de este espacio en mi ausencia. La foto de él y Daniela sobre el escritorio lo delata. 

-Espero no hayas sido indiscreto...- comento, alejándome del ventanal y caminando hacia él y Bruno, con quienes pedí hablar a solas antes de dar inicio a la junta.

-Nos vas a explicar ya... ¿Qué está pasando, Esteban?- pregunta Bruno. 

-Todos tenemos un precio... ¿Cuál es el suyo?

Mi pregunta les sorprende pero sin duda atrapa su atención. Mi ventaja es ser dueño de una gran fortuna. Fortuna que si para algo servirá, será para mantenerlos cerca hasta lograr dar con el verdadero asesino de Patricia.

-No entiendo...- dice Demetrio confundido.

-¿Tiene esto que ver con, Ana Rosa?

-Efectivamente...- respondo con seguridad.- Tiene que ver con ella...

-Dice conocer a María...- asegura Demetrio.

-Y menciono a un tal... Gerardo...

-No voy a entrar en detalles...- interrumpo.- Lo que quiero comprar es precisamente su silencio...

-¿En referencia a qué?

-En referencia a todo... Diga lo que diga Ana Rosa, ustedes no lo van a repetir... Pregunte lo que pregunte, a nada van a responder... Y sepan lo que sepan, con nadie van a compartir... Si aceptan hacer eso, conservaran sus puestos en esta empresa... Bajo mi cargo, claro...

-¿Y si no?- pregunta Demetrio con altivez.- ¿Qué vas a hacer si no aceptamos?

Lo reto con la mirada. Demetrio finge ser valiente pero en el fondo no es más que un miserable cobarde. Sonrió en su cara al ver un dejo de duda, y hasta temor en su mirada. A mí no me engaña, Servando debe estar manejándolo a su antojo.

-Tú... Como abogado que eres, deberías saber lo que podría llegar a hacer... ¿Prefieres arreglar esto en los tribunales?

-Te conviene mi silencio...- se defiende rápidamente.- Así como el de Bruno y todos los que estuvimos en aquel viaje...

-Y estoy dispuesto a pagar por ello...- aseguro en voz firme.- Ustedes deciden...

-Está bien, Esteban... Yo acepto...- se adelanta Bruno sin mucho debate de su parte.

-Yo acepto también...- dice al igual Demetrio aunque menos satisfecho que su colega.- Porque me conviene... Acepto...- aclara una vez más.

Aman demasiado el dinero y no conciben una vida sin él. Se venden al mejor postor y en esta ocasión fui yo. Me satisface tenerlos en mis manos, sucumbiendo a mi control. Pero no puedo confiarme. Su codicia no tiene límites y ya una vez lo han demostrado. ¿Habrá sido ese el motivo para inculparme de la muerte de Patricia?

Condena De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora