Capítulo X

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*** Hospital, Sala De Espera ***

Embarazada. María dice creer estar embarazada. Un bebé... Mío y de ella. La idea da vueltas en mi mente y por supuesto que no puedo evitar sentir inmensa alegría al pensar en la posibilidad de volver a ser padre. Estoy ansioso. Levanto la mirada cada que escucho a alguien aproximarse por el pasillo. Que sea verdad... Que sea verdad, repito un sinfín de veces en mi mente. Que sea verdad...

-María...- digo, casi saltando a mis pies y acercándome a ella al verla salir.

Sostiene un pequeño sobre en sus manos y agacha la mirada, evadiendo la mía. Me confunde su reacción, y hasta preocupa un poco. La tomo del mentón con delicadez, elevando su rostro hasta que me mira.

-¿Y?- pregunto expectante.- ¿Qué te ha dicho el doctor?

-Que es verdad...- responde María, sin ocultar cierto temor al pronunciar esas palabras.- Estoy embarazada...

La envuelvo con mis brazos y la estrecho contra mi pecho. Parece que mi alegría la contagia, alejando de ella cualquier duda o temor ante tan inesperada sorpresa. Un hijo... Nada en el mundo podrá acabar con esta ilusión y felicidad que siento.

-¿Estas contenta?- le pregunto, fijando mi mirada en la de ella.

-Sí...- asegura sonriendo.- Por supuesto que lo estoy...

-¿Entonces por qué lloras?

-De alegría...- responde rápidamente, y siento un gran alivio al escucharla.- Jamás imagine que esto me volvería a suceder... Estoy tan feliz, Esteban...- repite, abrazándome y refugiando su rostro en mi pacho.- Tan feliz...

-Un bebé...- murmuro, besando su cabeza con la ternura que me provoca saberla plenamente mía.- Te amo tanto, mi vida... Tanto...

-Yo a ti...- responde, levantando su mirada a la mía.- Más que nunca, mi amor...

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*** Habitación Matrimonial, Mansión San Román ***

Vuelvo a recordar lo protector que Esteban se comporta durante mis embarazos. Es tierno, dulce, atento. Me ha pedido no preocuparme por absolutamente nada. Será difícil, él lo sabe. Mi mayor preocupación últimamente son mis hijos. Nuestros hijos.

-¿Estas cómoda?- pregunta, sentándose a mi lado, al borde de la cama y tomando mi mano entre la suya.  

-Sí...- respondo, sonriendo al sentir su mano acariciar mi vientre.- Aunque no es necesario quedarme aquí mientras tú vuelves a la oficina, mi amor... Déjame acompañarte... 

-No voy a discutir eso contigo, María... Necesitas descansar... Tú y esté bebé son muy importantes para mí... 

-Aun no puedo creerlo...- digo, y ambos reímos, felices pero ciertamente sorprendidos.- ¿Pero te confieso algo?

-¿Qué pasa?

-Tengo miedo...

-¿Por qué?- pregunta confundido.

-Hay muchas cosas sin resolver todavía, yo no quiero que nuestro bebé sea expuesto a envidias ni odio que no merece, Esteban...

-Yo los voy a proteger, mi vida... A ti, al bebé, y a Héctor y a Estrella... Por eso es importante no acercarnos a ellos, ¿lo entiendes verdad?- pregunta, y yo asiento con la cabeza.- En estos momentos, Alba y los demás deben de estar preguntándose por qué no los han visto en la oficina o aquí...

-Todo puede salirse de control en cualquier momento, Esteban...- comento con angustia.- Creo que lo mejor sería ya hablar con ellos lo antes posible... Decirles la verdad...  

Agacha la mirada unos instantes. Pensando en silencio. Acaricio su mejilla con la ternura que me provoca y su mirada vuelve a fijarse en la mía. Sonríe levemente en gesto alentador asegurándome así que todo estará bien.

-Te prometo que lo haremos... Pero no por ahora, ¿de acuerdo?

-Esteban...

-Por favor, María... Solo un poco más de tiempo... ¿Si?

-Está bien...- acepto, reconociendo que es lo menos que puedo hacer por él.- Las cosas se harán a tú manera... Confió plenamente en ti...

-Gracias...- murmura contra mi boca, besándome antes de despedirse y salir rumbo a la oficina.

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*** Empresas San Román ***

Salgo del ascensor con un poco de prisa, recordando que he quedado de verme con Luciano. Espero me tenga buenas noticias. Aunque si no es así, dudo sea suficiente para opacar mi alegría por el embarazo de María. Mi mujer. Necesito hacer algo especial para ella... Una cena tal vez o... Flores. Le encantan las flores. Miro a mi secretaria antes de pasar a mi oficina. Una muchachita quizá demasiado joven para el puesto que ejerce pero en el cual ha demostrado ser bastante eficiente, ¿cuál era su nombre? Mmm...

-Alma... ¿Verdad?- pregunto un poco apenado.

-Sí, señor... ¿En qué lo puedo ayudar?- responde la joven, poniéndose de pie y escuchando atenta a mis indicaciones.

-Por favor, Alma... Asegúrese de enviarle a mi esposa el mejor arreglo floral que jamás haya visto...

-Enseguida, señor...- responde ella, sonriendo con entusiasmo, seguramente al igual que yo.- ¿Rosas están bien?

-No... Tulipanes rojos... Son sus favoritos...




*** Oficina ***

Me instalo tras mi escritorio, intentando concentrarme en los problemas que atraviesa la empresa. Hay un estafador. O tal vez dos. Tengo mi mirada puesta en Demetrio y por supuesto en Servando. Son los que más control han tenido del negocio durante mi ausencia. María está embarazada. Sonrió y rio al recordar aquella grandiosa noticia. Como demonios debo pensar en cualquier otra cosa que no sea mi familia.

-Adelante...- invito a pasar a Luciano, después que Alma lo ha anunciado a través del intercomunicador.

-Buenas tardes, Esteban...- saluda con la cordialidad que le caracteriza.- ¿Y esa sonrisa?- pregunta con curiosidad.- Te noto alegre... ¿Qué pasa?

-Recibí una gran noticia... La mejor de las sorpresas...

-Tienes mi atención... ¿De qué se trata?

-María está embarazada...- respondo sin ocultar mi alegría.- Vamos a ser padres otra vez...

Su reacción me intriga. Evidentemente se alegra por mí, y seguramente por María también ya que ha llegado a tenerle un gran aprecio. Pero noto la sorpresa en su rostro y se torna callado y pensativo por unos instantes. 

-¿Qué pasa? ¿No te agrada la noticia?- pregunto confundido.

-Por supuesto que sí...- asegura rápidamente pero no dejo de notar lo que parece ser nerviosismo en su voz.- Es solo que... Bueno es que no sabía que María y tú... Ya sabes... Tuvieran algo... Creí todo era para aparentar eso es todo...

-Yo estaba equivocado, Luciano... Tú mismo me lo dijiste, María siempre me ha importado... Pero estaba tan dolido que me negaba a verlo de esa manera y en cambio me esforzaba en creer que era odio lo que sentía por ella... Siempre fue amor... Y lo sigue siendo...

-Me alegra mucho... De corazón te lo digo...- comenta él, pero es extraño, su voz suena apagada, y su rostro muestra desilusión.- Sabes cuánto te estimo y enterarme que las cosas entre María y tú marchan bien, me tranquiliza bastante...- agrega Luciano.- Ambos merecen esa nueva oportunidad... Así que, felicidades...

Agradezco los buenos deseos de mi amigo. Le pido discreción aunque estoy seguro no hace falta hacerlo. Él, mejor que nadie sabe el tipo de personas que me rodean, así que mantener el embarazo de mi mujer bajo secreto resulta ser la mejor decisión en estos momentos. Platicamos un poco más del tema y después me informa sobre los descubrimientos del Investigador Muñoz, mismo que había dado con el paradero de María, y que ahora busca alguna pista que nos guie al verdadero asesino de Patricia.

-¿Una cabaña?- pregunto.

-En medio del bosque, a las afueras de la ciudad...- asiente Luciano.

-¿Y estamos seguros perteneció a Patricia?

-Completamente... Hay documentos que lo avalan, además de un hombre que por años ha cuidado de la propiedad...

-¿Muñoz hablo con ese hombre?- pregunto intrigado.

-Sí... Y le aseguro el lugar no ha tenido visitantes desde hace poco más de quince años... Según el hombre, todo dentro de esa casa sigue intacto...

-Si eso es verdad, tal vez podríamos encontrar algo ahí...  

-Puede ser, aunque dudo que logremos entrar... Es propiedad privada, Esteban...

-Habla con quien tengas que hablar, Luciano... Patricia ya no está, ¿hay manera de comprar esa cabaña si fuera necesario?

-Bueno como hasta ahora nadie la ha reclamado... Es posible... Todo indica que no fue incluida en su testamento... 

-Entonces eso haremos... Ahora más que nunca me urge acabar con esto de una vez por todas... Por mis hijos, por María, y por mí...  

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*** Despacho, Mansión San Román ***

"María,

Mi amor, por favor. Tienes que creerme. Yo no la mate. La estoy pasando mal, mi vida. Necesito que me creas. Te necesito. Espero tu respuesta.

Te amo..."

"Soy yo otra vez,

Estoy desesperado, no encuentro ayuda de nadie. No has respondido a mi última carta. Me duele que dudes de mí pero puedo entenderlo. Por nuestros hijos, María te juro que soy inocente. Por favor, ayúdame. Anoche soñé contigo.

Tuyo siempre...
Esteban"

"Mi vida,

¿Qué pasa? Ya perdí la cuenta del tiempo que llevo aquí. Te extraño mucho, extraño mucho a los niños. Me siento perdido, María. No puedo con esto yo solo. Te suplico que me ayudes. Yo no la mate. Créeme, mi amor. ¿Aun me amas? Por favor respóndeme...

Esteban"

Una a una, leo entre lágrimas cada carta escrita por Esteban. Las escribió para mí. Cada palabra, cada línea envuelve en si ese dolor y ese abandono que debió sentir durante tantos años. Yo debí recibir estas cartas. Haberlas leído antes habría alejado mis dudas, habría ablandado mi corazón, y me habría obligado a compadecerme de él. Si habría recibido estas cartas, habría creído en su inocencia. Pero jamás llegaron a mí, y no puedo más que sentirme culpable por todo el dolor que mi lejanía le produjo a Esteban.

-¿María?

Lo veo entrar al despacho y acercarse a mí. Intento limpiar mis lágrimas, recobrar mi compostura y fingir que todo está bien. Guardo las cartas rápidamente en el cajón del escritorio pero él me impide cerrarlo. Toma mi mano y me pide me levante, besando mi frente una vez lo hago.

-No debiste leerlas...- dice en voz tranquila, tomando las innumerables cartas en su mano.

-¿Qué puedo hacer para dejar de sentirme culpable por haberte herido?- pregunto.

-Solo ámame...- pide Esteban, y sus palabras provocan aun más dolor porque sé que es de lo que más careció estando preso.- Estas cartas... Forman parte del pasado, María... Un pasado que ni tú ni yo permitiremos empañe nuestro futuro...

Nos acercamos a la chimenea y comprendo su intención. Quiero oponerme porque quisiera leer el resto de esas cartas, saber lo que vivió durante su encierro, comprender aun más su resentimiento que al volver mostro hacia mí. Pero no. Esteban tiene razón. El pasado muere ahora. Tomo parte de las cartas de sus manos y las tiro al fuego, observando las llamas consumirlas por completo. Él hace lo mismo, ambos en completo silencio. Nos turnamos hasta que no queda más. Me abrazo a él, refugiando mi rostro en su pecho, sintiendo el calor de su cuerpo y su aroma embriagarme.

-¿Aun te duele?- pregunto, refiriéndome a su corazón roto.

-A veces...- responde con sinceridad.- Pero ya no tanto como antes...- asegura, sonriendo levemente cuando levanto mi mirada hacia él. 

-¿Qué puedo hacer por ti?

-¿Me amas?- pregunta Esteban.

-Sabes que sí...- respondo convencida.- Muchísimo...

-Entonces ya haces suficiente, mi amor... Todo es más fácil contigo a mi lado...

Sonrió en respuesta a sus palabras, sabiendo el esfuerzo que hace por hacerme sentir mejor. Su presencia me hace sentir mejor. Siempre...

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*** Habitación Matrimonial, Mansión San Román ***

Salgo del cuarto de baño, secando mi cabello con una toalla que lanzo a un lado antes de meterme a la cama junto a mi esposa. Esta acostada de lado, y me acerco tras ella, envolviéndola con mi brazo y apegándola contra mi cuerpo semidesnudo bajo las sabanas.

-Gracias por las flores... Me encantaron, son muy hermosas...

-Lo son...- respondo, besando su mejilla y sintiéndola sonreír.- Pero no más que tú...

María gira entre mis brazos, buscando mi boca y me besa con una dulzura tan propia en ella. Acaricia mi rostro, mi cabello. Deseo hundirme profundamente en ella pero no. Esta noche no. Solo quiero abrazarla, sentirla cerca, escuchar su respiración mientras duerme a mi lado.

-Esteban...- llama María, una vez vuelve a estar acurrucada entre mis brazos.

-¿Mmm?

-¿Has pensado en los motivos que Servando tuvo para mentir como lo hizo en tú juicio?    

-Sí... Día y noche... Durante los últimos quince años...- respondo, intentando ignorar el coraje que me provoca recordar la canallada de quien creí en algún momento fuera mi amigo.

-Temo que se atreva a lastimarte...- dice María con preocupación.- Si mintió para inculparte es porque debe conocer la identidad del verdadero asesino y eso es muy peligroso, Esteban...

-Entiendo tu angustia, pero debes estar tranquila, mi amor... Por nuestro bebé...- le pido, envolviéndola con fuerza entre mis brazos.- Te juro que estoy siendo lo más cuidadoso posible al tratar con ellos...   

-¿Todavía crees necesario llevar a cabo la cena que les mencionaste?

-Sí... Aun hay cosa que quiero tratar con ellos...  

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*** Oficina de María, Empresas San Román ***

Las cosas entre Esteban y yo marchan de maravilla. Su amor y cariño me han devuelto gratamente la vida. Estoy segura que él diría lo mismo. Lo veo alegre, y en su rostro ya no noto esa sombra de rencor y odio al menos que esté hablando con ellos. No puedo culparlo. Hasta yo los desprecio.

-Dime, Alma...- respondo a través del intercomunicador.

-Señora, la señorita Ana Rosa la busca...

Es ella. Esa mujer, sobrina de Daniela y Demetrio. Me extraña que quiera hablar conmigo, y aun más que se presente en la empresa después de lo claro que fue Esteban con Demetrio por mantenerla alejada de aquí. Ninguno de ellos se encuentra en el edificio, y seguramente sea ese el motivo de su inesperada visita.

-Hazla pasar enseguida, por favor...

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*** Restaurante, Junta de Negocios ***

-Esteban... ¿San Román?

Como era de esperar, mi nombre atrae muchas preguntas por parte de los que hasta ahora son inversionistas de mi empresa. Su desconcierto es evidente cuando Demetrio me presenta como el nuevo dueño de mi propia empresa. Por supuesto que en otras palabras. Parte del trato que tengo con ellos incluye no mencionar absolutamente nada de mi pasado, por más difícil que resulte especialmente en ocasiones como esta.

-¿Es usted pariente de Alba San Román?- pregunta uno de los hombres, mirándome con atención.

-Sí...- respondo, renegando de ese lazo que me une a esa mujer.

-¿Es su hijo?- agrega otro de los hombres presente.

-Su sobrino...

-Ella nunca menciono tener familia aparte de Carmela...

-Sus motivos tendrá...- respondo secamente.

-Me interesaría mucho saberlos...- manifiesta el tercero de los hombres y visiblemente el más descontento.- ¿Oh acaso pretende que sigamos invirtiendo en su empresa sin saber absolutamente nada de usted?

-Por lo menos quisiera que lo consideraran...- le respondo, mirándolo fijamente a los ojos sin titubear.- No puedo más que asegurarles que no se arrepentirán... Mi pasado es irrelevante a lo que nos interesa como empresarios...

-¿Ustedes qué dicen de todo esto?- pregunta un cuarto hombre, centrando su atención en Bruno y Demetrio.

-¿Conocen a este hombre?- agrega el quinto y último de los inversionistas, atrayendo las miradas interrogantes sobre ellos en busca de respuestas que yo me niego a dar.

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*** Oficina de María, Empresas San Román ***

Ana Rosa entra a mi oficina, observando todo a su paso antes de tomar asiento frente a mi escritorio. No tengo idea a qué ha venido pero me mira de una manera, como intentando leer mi mente. Intentando entender mí presencia en este lugar... En la empresa... Y desde luego, en la vida de Esteban.

-¿Qué se te ofrece?- pregunto, reclinándome en mi asiento y alzando la barbilla con el mismo desafío que ella me brinda.

-En realidad venia a ver a Esteban pero me entere que sigues aquí y la verdad es que no aguanto más tanta intriga...- responde con una falsa sonrisa dibujada en su rostro.

-No sé a qué te refieres y sobre Esteban, tengo entendido que te pidió mantenerte alejada de él...

-Vaya...- exclama con asombro y sé que ido demasiado lejos.- No sabía que se tenían tanta confianza... Si no supiera que eres la prometida de Gerardo, me atrevería a asegurar que estas celosa...

Lo sabe. No con certeza pero sospecha que algo existe entre Esteban y yo. La manera en que me mira, estudiando mi más mínima expresión y prestando suma atención a mis palabras. Pero es Alma, instantes después, quien sin proponérselo acaba con la duda de esa mujer al anunciar la llegada de Luciano a través del intercomunicador en mí oficina.

-Señora San Román, el licenciado Cisneros está aquí para verla...

-¿San Román?- pregunta Ana Rosa con sorpresa y hasta casi pudiera decirse, aterrada.

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*** Calle, Empresas San Román ***

Tres de los cinco inversionistas decidieron romper sus contratos con la empresa. Maldita sea. Era precisamente lo que menos necesitaba en estos momentos, y Bruno y Demetrio de inútiles no pasan. Mi respiración es pesada e intento tranquilizarme mientras camino a paso firme hacia mi oficina. Necesito hacer llamadas, reconectarme con socios de hace años.

-¿Qué demonios haces aquí, Ana Rosa?- pregunto con sorpresa al topármela a la salida de la empresa.- Te he pedido varias veces que te alejes de mí y de mi empresa...

-Ya lo sé...- responde.- Y aunque hace poco no entendía por qué, ahora todo tiene sentido... Es por ella...

-¿Ella?- pregunto confundido.- ¿De qué hablas?

-Claro... Por eso me rechazabas... Por eso me sigues rechazando...

-Habla de una vez que tengo prisa y muy poca paciencia, Ana Rosa...

-Esa mujer es tú esposa... María... 

-¿Quién te ha dicho eso?- pregunto bruscamente.

-Yo misma lo descubrí... Ella no se atrevió a negarlo...

-Pues sí... María es mi mujer y te prohíbo volver a acercarte a ella... ¿Me entiendes?- amenazo, mis palabras provocando la risa casi irónica de Ana Rosa.

-En estos momentos los que menos hago es entender...- confiesa.

-Mejor así... Lo que ocurre en esta empresa y los que trabajamos en ella no te incumbe, Ana Rosa... Hazme caso, y no vuelvas por aquí...

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*** Oficina de María, Empresas San Román ***

-No debiste acceder a hablar con ella... Esa mujer lo que busca es causar problemas, María...

Luciano es un buen amigo. En tan poco tiempo he llegado a apreciarlo bastante. Es nuestro único aliado, consciente de todo el mal que nos rodea a Esteban y a mí. Ha estado al pendiente de nuestros hijos, acercándose a ellos con el pretexto de ser mi amigo y compañero de trabajo. Esteban incluso ha considerado usar esa misma estrategia. Pero no. Sería muy arriesgado hacer eso.

-Insiste demasiado en acercarse a Esteban... No puedo quedarme con los brazos cruzados, Luciano...

-No dejes que los celos te cieguen, mujer... Eres muy afortunada... A mí me consta de cuanto él te ama...- asegura Luciano.

-Si no dudo de eso...- aclaro rápidamente.- Es solo que... Toda esta situación comienza a pesar demasiado...

Luciano me mira con lo que parece ser compasión y ambos giramos nuestra atención a la puerta cuando se hace evidente la presencia de Esteban. Él se acerca rápidamente a mí, con una mirada pidiéndole a Luciano retirarse. Me echo a sus brazos y él me abraza en gesto protector y posesivo. Haciéndome sentir segura y amada a la vez.

-¿Mi amor, estas bien?

-Ana Rosa estuvo aquí... Ya sabe que estamos casados...- le digo, mientras ambos tomamos asiento en el sofá situado a un extremo de la amplia oficina.

-Lo sé... Acabo de encontrarme con ella a la salida...

-¿Qué te dijo?

- No mucho... Parecía más que nada confundida, seguramente porque recuerda que hasta hace poco eras la prometida de otro... Perdón...- se disculpa rápidamente, creyendo haberme ofendido con sus palabras.

-No te disculpes...- le digo tranquilamente.- Que luchemos por olvidar el pasado no significa que no existió...- agrego, acariciando su rostro tiernamente.

-Parece que ninguno de los dos hemos tenido un buen día...- murmura, sonriendo con resignación.

-Vamos a casa... Tal vez alejándonos de aquí, de todos... Nos haga sentir mejor...- propongo, sonriendo al igual que él y besando sus labios, necesitando ese contacto físico que a ambos nos asegura todo estará bien.

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*** Habitación Matrimonial, Mansión San Román ***

El mundo entero puede estar hecho un caos allá afuera, pero al estar con ella todo es tranquilidad. Nuestros cuerpos desnudos se funden en uno solo bajo las sabanas. Disfruto de cada roce de sus manos, cada beso que me propina, cada gemido que me regala... A mí. A nadie más que a mí.

-Te amo...

Beso su vientre aun plano, y asciendo repartiendo besos a mi paso. Estrujo sus muslos, situado alegremente entre sus piernas. Llevo las cosas con calma, queriendo amarla la noche entera. Su mirada ensombrecida delata su estado de excitación, y eso me enloquece. Que me desee y lo demuestre es mi perdición.

-¿No vas hacer más que mirarme toda la noche?- pregunta en gesto juguetón.

Sonrió ante sus palabras y la beso profundamente mientras entro en ella. Sus gemidos alimentan mi deseo, avivando aun más la pasión que me exige poseerla. Sus uñas se clavan en mi espalda y lejos de doler, el acto me excita aun más de lo que ya me encuentro. Entro, y salgo de ella, con movimientos pausados, alargando así el placer de ambos. No me gusta ser egoísta en la cama y lo que más me propongo es hacerle disfrutar plenamente. Una, y otra vez, su cuerpo se retuerce bajo el mío, murmurando entre gemidos mi nombre y enloquezco de placer ante su total entrega, sintiendo instantes después mi propia liberación en ella... Por ella.

-Te amo, grandulón...

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>>>Flashback<<<

*** Mansión San Román ***

-Ya, mi amor... ¿Por qué estas tan nerviosa? Los conoces a todos...

No es la primera vez que ceno con ellos, y seguramente tampoco será la última. Pero todos me desprecian. Cada uno con motivos diferentes para hacerlo. Servando me acosa cada que tiene oportunidad, renegando el hecho que ame a Esteban y no a él. Claro que nadie sabe de eso. Por otro lado esta Fabiola. Asegura amar a Esteban y me odia por haber sido yo quien haya logrado conquistar su corazón. De Alba ni hablar. Esa mujer no alberga más que odio y desprecio en su corazón.

-¿Crees que tomen bien nuestro compromiso?- pregunto con temor, conociendo la respuesta pero necesitando escuchar lo contrario por parte de Esteban.

-Lo harán... Les guste o no, tú eres el amor de mi vida... Te amo, mi amor... Grábatelo bien en esa hermosa cabecita...- dice tiernamente, haciéndome sonreír con sus palabras.- Todo va a estar bien... Ven...

>>>Fin de Flashback<<<

-Todo va a estar bien...- me digo a mi misma, terminando de retocar mi maquillaje frente al tocador.

Ya casi todos han llegado. Escucho sus voces vagar por las escaleras hasta mi habitación. No es ninguna visita social, y la tensión es imposible de ignorar. Pero es necesario llevar a cabo esta reunión. Por el bien de la empresa, de nuestros hijos, y mío y de Esteban.

-¿María?

Fabiola y Daniela giran sus rostros, centrando sus miradas en mí mientras bajo las escaleras y me acerco a Esteban. Él me besa y mantiene a su lado, reavivando esa envidia que siempre he percibido en ellas.

-¿Dónde has estado todo esté tiempo?- pregunta Daniela, más por mera curiosidad que verdadero interés.

-Está aquí ahora... Eso es lo que importa...- se adelanta Esteban a responder, sonriendo y yo haciendo lo mismo después de que me vuelve a besar.

-Es tan extraño verlos juntos después de lo que paso...- comenta Fabiola.- ¿Cómo pueden seguir juntos después de lo que paso?- pregunta casi horrorizada. 

-Belleza, por favor... Contrólate...- interviene Bruno.

-Obedece a tú marido, Fabiola...- sugiere Esteban.- No estamos aquí para hablar de eso...

-¿Entonces para qué estamos aquí, Esteban?- pregunta Daniela.- Demetrio no ha querido decirme nada...

-Cállate, Daniela...

-Suena bastante a algo que él haría... Mantenerte al tanto de lo que hace no forma parte de su agenda, ¿no es así?- responde Esteban con cinismo mirando a ambos y casi llego a sentir lástima por ella.

El llamado a la puerta nos mantiene en intriga hasta que Transito, la nueva muchacha de servicio, hace pasar a los recién llegados. Alba y Carmela. La segunda mucho más afectada que la otra. Carmela siempre fue muy sensible y eso, toda su vida la ha hecho vulnerable ante las garras de su hermana.

-¿Esteban? ¿Papi? Eres tú, mi vida... Eres tú...

-Carmela, cálmate... No vayas a llorar...- dice Alba con enfado.

-Yo no quería dejarte, papi... Yo no quería... 

-Cállate, Carmela...

Ni Esteban, ni yo, prestamos atención a lo que dice Carmela cuando Servando ingresa a la mansión con un acompañante que ambos conocemos bastante bien. Es él.

-Gerardo...- murmuro en un susurro, mi corazón latiendo frenéticamente, y sintiendo el fuerte agarre de la mano de Esteban sobre la mía. 

-Hola María... Tanto tiempo sin vernos... Mi amor... 

Condena De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora