Capítulo V

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    *** Hotel, Habitación 406 ***

-De ser necesario ir a juicio, todo se haría público, Esteban...

Mantengo la mirada fija en el anillo que he comprado para María. Juego con él, paseándolo entre mis dedos, escuchando a Luciano y pensando a la vez. Doy un suspiro y coloco el anillo sobre la mesa de centro justo junto al mío antes de ponerme cómodo en el sofá. Ha llegado el momento de hablar de mi regreso.

-Les planteare una oferta para que eso no suceda...- informo a mi amigo.- Estoy seguro que ellos aceptaran lo que sea con tal de no perder sus comodidades...

-¿Y tus tías? ¿Crees que te cedan las empresas tan fácilmente?

-Las empresas y la mansión, forman parte de la herencia que me dejaron mis padres... Ellas, tendrán que aceptar eso...

-¿Piensas volver a la mansión?- pregunta Luciano.

-Sí...

-Con María... - afirma en vez de preguntar.

-Así es...

-¿Realmente estas dispuesto a arriesgarla de esa manera? ¿De arriesgarte a ti mismo también?

El asesino puede ser cualquiera de ellos. Es verdad, es arriesgado pero solo teniéndolos cerca podré observar sus movimientos. Solo así podré descubrir quién mató a Patricia en realidad.

-A María no le pasara nada, ella comparte una mentira que la une a ellos...- aseguro, sintiéndome nuevamente herido por esa traición.- Y en cuanto a mí... Sé defenderme...

-¿Y tus hijos?

Luciano siempre tiene la pregunta justa que me hace pensar, dudar si estaré haciendo las cosas bien. Regresaremos a México, yo, María, y mis hijos pero ellos no deben saber la verdad. No todavía. Mantenerlos al margen de todo será relativamente fácil pues ni mis tías, ni los demás deben tener idea de cómo son mis hijos. No debo darles armas que puedan usar en mí contra cuando les arrebate todo lo que por derecho es mío. Intentarían vengarse a través de ellos, sin duda estoy seguro de eso, pero no podrán.

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*** Penthouse Fernández 626 ***

Nuevamente me he quedado sin nada. Renuncie a mi empleo tras una breve discusión vía telefónica con Gerardo. Es ridículo que me atreví a poner fin a nuestro compromiso a través de ese medio, pero no puedo arriesgarme más. Esteban se muestra cada vez más desesperado y temo cumpla su amenaza y busque a mis hijos. Ellos son lo único que tengo en la vida y yo moriría si llegaran a odiarme. Tengo que protegerlos. De mí... De mi mentira, pero sobretodo de Esteban, su padre.

-Hola hija...- me esfuerzo a sonreír, encontrando a Estrella en la sala, entretenida en su celular.- ¿Cómo te fue en tú último día de clases?

-Bien...

-¿Ya decidiste si seguirás ahí el próximo año?- pregunto, recordando sus deseos por atender a un colegio especializado en las artes.

-Todavía no...

Me duele la frialdad con la que mi hija me trata. Sus respuestas cortantes solo revelan el gran distanciamiento que existe entre nosotras. Siento un nudo en la garganta pero lucho por no derramar ni una lágrima.

-Estrella, no le hables así a, mamá...- escucho a Héctor regañarle, y se une a nosotras, tomando asiento en el otro sofá.

-¿Por? Tú también lo haces todo el tiempo...

-Eso no es verd-

-No se peleen, por favor... Ahora no...- suplico, y cerrando mis ojos llevo mis manos a mi cabeza, cansada de tanto, cansada de todo.- Tengo algo que decirles...

-¿De qué se trata?- pregunta mi hijo intrigado al igual que su hermana la cual no dice nada pero me mira atenta.

-Ya no voy a casarme con Gerardo...

Parecen dudar un instante. No seguros si les digo la verdad me miran con atención hasta que asiento con la cabeza, y una leve sonrisa se escapa de mis labios. Celebran mi decisión, completamente lo contrario a días atrás cuando les daba la gran noticia de mi próxima boda. No evito contagiarme de su alegría, así me esté muriendo por dentro, la felicidad de ellos está sobre todas las cosas.

-¿Qué dicen si volvemos a México?

-¡Me encanta la idea, ma!- exclama Estrella, tirándose a mis brazos y abrazándome como hace tiempo no lo hacía.

-¿Y tú hijo? ¿No dices nada?

Héctor, aunque joven, es todo un hombre. Digno hijo de Esteban. Maduro, y demasiado observador. Sé que preguntara los verdaderos motivos de mi ruptura con Gerardo dada la oportunidad. No es tonto, y admiro eso en él pero ahora menos que nunca debo permitirle interrogarme. No me creo capaz de poder mentirle. Ya no.

-¿Cuándo volvemos?- pregunta, y me sonríe tiernamente, como conociendo mi angustia y decidiendo no presionarme, acto que agradezco correspondiendo a su sonrisa con una propia.

-Mañana mismo...

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*** Carretera ***

-María renuncio ayer... Ya no va a trabajar para Salgado...

-Vaya... Parece que al fin está comprendiendo que no estoy de broma...

Una derrota de muchas por venir. Claro que me alegra su disposición, así tuviera que amenazarla mil veces más. Además, agradecida debería de estar. Le he evitado un matrimonio destinado al fracaso. Sonrió sin poder evitarlo y a través de mis gafas oscuras, noto la expresión de Luciano.

-Comprendo tú preocupación, Luciano...

-Dudo mucho que lo hagas...- responde, y sus palabras me provocan una sensación extraña, la manera en que lo dice, la expresión en su rostro.

El auto se detiene frente al edificio de María y bajo inmediatamente al ver a una joven forcejando con un tipo trajeado y de gafas oscuras. Ella lucha por quitarle una maleta que seguramente le pertenece pero que el hombre se niega a soltar. Luciano intenta detenerme, pero algo me impide abandonar a esa muchacha a su suerte.

-¿Qué pasa aquí?- pregunto en voz fuerte y la muchacha se gira rápidamente, al igual que el tipo quien suelta la maleta al verme.

-¿Usted otra vez?- pregunta la jovencita, y la recuerdo perfectamente.

Sus ojos. Esa expresión de enfado que me parece tan adorable en ella. Sonrió, y esta vez es una sonrisa sincera. Ella corresponde pero su expresión nuevamente se vuelve dura cuando mira al tipo que había estado molestándola.

-Sera mejor que se vaya y deje a la joven en paz...

-Esteban...- escucho a Luciano llamar, suplicándome paciencia.

-No busco problemas...- le aseguro al tipo.- Pero no puedo permitir que agreda a esta muchacha... Váyase...

Me encuentro entre la joven y el hombre. Me mira, lo sé. Aun a través de sus gafas oscuras lo siento observarme cuidadosamente, como grabándose mi rostro en su memoria. Murmura algo en lo que parece ser italiano antes de dar media vuelta y marcharse. No es hasta que lo veo unirse a dos tipos más que recuerdo haberlos visto en la casa de Salgado. Sí... Son ellos.

-¡Estrella! ¡Vamos!

Me congelo entero al escuchar ese nombre pero hago un esfuerzo sobrehumano por girarme a verla. Es ella... Son ellos. Esa muchachita de ojos verdes y el joven que la llama desde el auto estacionado son mis hijos. Héctor... Y Estrella. Mis hijos...

>>>Flashback<<<

-¿Qué le pasa a mi esposa, Doctor?

Mi preocupación es palpable. María ha sufrido un desmayo y entre mi angustia logre tomarla en brazos y recostarla en nuestra cama. Lleva días sintiéndose mal pero nada comparado a un completo desmayo. Recobro la consciencia tiempo antes de que el Doctor llegara a revisarla y como el hombre que más la ama, me mantuve firme a su lado aun tras las peticiones del médico de dejarlos a solas.

-Ya me siento mejor...- murmura María, intentando levantarse de la cama.

-No, mi amor...- la detengo, arrodillado a su lado, con su mano entre las mías.- Recuéstate, tenemos que esperar el diagnóstico del Doctor...

Me siento impotente. Si algo le sucede a María yo me muero con ella. Siento mis ojos llenarse de lágrimas pero me contengo. Ella acaricia tiernamente mi mejilla, y su mirada y sonrisa me tranquilizan. La amo tanto, y me duele muchísimo verla enferma.

-Por favor, Doctor...- le suplico al médico.- Dígame qué tiene mi esposa...

-Tranquilo, señor San Román... Su esposa está perfectamente bien, pero eso si... Necesitará mucho reposo los próximos meses...

-No entiendo... Mi mujer sufre un desmayo pero usted asegura que está todo bien...

No quiero alterarme pero las palabras del Doctor no están siendo nada claras para mí. María está tendida sobre la cama pero el médico asegura ella se encuentra bien. Cómo es posible...

-Esteban...- dice el Doctor, permitiéndose hablarme por mi nombre dada la confianza y amistad que lo unían a mi padre.- María está embarazada, hijo... ¡Van a ser papás!

-¿Vamos a tener un bebé?- escucho a María preguntar dentro de su asombro, y del mío propio.

-¿Vamos a ser papás?- pregunto nuevamente, incrédulo ante la noticia pero de pronto sintiéndome el hombre más feliz y dichoso del universo entero.- ¡Vamos a tener un bebé!- grito con alegría antes de cuidadosamente abrazar a María, agradecido por el mejor regalo que en meses me daría, la dicha de convertirme en papá.

>>>Fin de Flashback<<<

-Síguelos, Luciano...- le pido a mi amigo, mi mente nublada por los recuerdos, mis puños apretados a mis costados conteniendo la ira que pide a gritos ser liberada.- María...

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*** Penthouse Fernández 626 ***

Me entristece no poder llevarme todo. Con trabajo y sacrificio me hice de este apartamento, de mis muebles y bien o mal, este lugar guarda muchos recuerdos. Ahora todo lo que vale la pena rescatar ya hace guardado en mis dos maletas. Todo lo que vale la pena mudar conmigo a mi nueva vida, con mis hijos, y lejos de él... Esteban.

-¿Quién?- pregunto antes de atender el llamado a la puerta.

-Abre la puerta, María... Tenemos que hablar...

Sus golpes son fuertes, al igual que su voz. Parece molesto y no puedo mentir que me asusta un poco su explosividad. Intento ser lo más razonable posible con él pero Esteban lo que busca es venganza y nada lo detendrá hasta obtenerla.

-Esteban, no puedes entrar... Sera mejor que te vayas, por favor...- le suplico desde el otro lado de la puerta.

-No me iré, María... ¡Abre la puerta!- grita una vez más y temiendo mis vecinos escuchen lo ocurrido, abro y lo dejo pasar.

Esteban entra dando grandes zancadas, me mira directamente a los ojos, su mirada es fría, dura, y casi pudiera asegurar que me mira con odio. Eso me duele, pero no lo demuestro ante él.

-¿Cómo puedes hacerme esto?- pregunta, y sé que está dolido.- ¿Cómo puedes seguir dañándome de esta manera?

-No sé a qué te refieres...

-Los mire, María... Llevaban maletas iguales a esas dos que tienes ahí...

Los miro. Esteban estuvo cerca de mis hijos. Sabe quiénes son. Trago saliva, nerviosa, aterrada por lo que sea que este por venir.

-¿Pensabas irte?- pregunta, su tono es amenazante. -¿Pensabas marcharte otra vez sin decir nada?

-No pensaba, pienso hacerlo...- lo corrijo.- Termine con Gerardo, y mis hijos y yo nos vamos... Lejos de ti...

-No lo harás...-sentencia Esteban, tomándome por los brazos bruscamente.- Tú y yo... Acordamos en algo, maldita sea...

-Suéltame...- pido, intentando zafarme de sus manos que ejercen presión que lastima en mis brazos.

-Dame un motivo, María...- dice, buscando mi mirada insistentemente.- Una razón por la cual no deba ir tras ellos y decirles toda la verdad ahora mismo...

Mi mirada se fija en la suya, y me conmueve lo que veo. Está destrozado. Esteban tiene el alma rota en mil pedazos. Si yo siento esté dolor en el pecho, entonces no soy para nada inmune a su sufrimiento. Un motivo... Una razón...

-Tú ganas... Voy casarme contigo...

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*** Hotel, Habitación 406 ***

Las horas desde mi discusión con María se han hecho eternas. Mis hijos se han marchado, han vuelto a México y María pensaba huir de igual forma si no he llegado yo para impedirlo. No ha mostrado compasión por mí ni una sola vez desde mi regreso. Yo tampoco la tendré por ella.

-El Juez está aquí... Viene subiendo...- me informa Luciano después de recibir una llamada de recepción.

-Bien...- respondo, terminando de anudarme la corbata frente al espejo en el tocador a un lado de la cama.

-Toma... Bebe esto...

Luciano me ofrece una copa. Me extraña pues normalmente es él quien casi exige que no beba tanto. Parece notar mi sorpresa y sonríe restándole importancia al asunto.

-¿Estás seguro que vendrá?

-Si no lo hace... Que se atenga a las consecuencias... - afirmo, bebiendo de mi copa y observando la iluminada ciudad en contraste con el oscuro anochecer.

Los tipos de Salgado han estado siguiendo a María, y aquel imbécil se atrevió a ponerle las manos encima a mi hija. Fue mejor sacarlos del país, no puedo negarlo. Solo me alegro haber llegado a tiempo para conocer sus rostros, para saber quiénes son.

-Buenas noches...- saluda el Juez, recibiendo indicaciones de Luciano.

-Le agradezco mucho este enorme favor de venir a oficiar mi boda a estas horas, señor Juez...- le digo al hombre, saludándolo cordialmente con un leve apretón de manos.

-No acostumbro hacerlo...- asegura el hombre.- Pero Luciano me convenció...- informa sonriente.- Debe estar ansioso por unir su vida a la de la mujer que ama para no esperar hasta mañana...

Luciano alza las cejas en una graciosa expresión. Logro contener mi risa pero sonrió ampliamente ante las palabras del Juez. Ansioso... Sí. Pasa de la hora que acordamos y María aún no ha llegado. Maldita sea... No se atrevería a dejarme plantado... ¿O sí?

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*** Carretera ***

Miro a través del espejo retrovisor. Me están siguiendo. Carlo, Luka y Mikael se han encargado de seguir cada uno de mis pasos seguramente por órdenes de Gerardo como así lo mencionaron, días atrás, ellos mismos. Gerardo se niega a hacer el ridículo. Me aseguro no sería la burla de nadie y que nuestro compromiso, no terminaría así tuviera que obligarme a casarme con él. No puedo evitar reír al recordar sus palabras, pero también rio de mí misma. Lo he rechazado a él, sin embargo aquí estoy, camino a mi boda con Esteban. Una boda no deseada, y bajo circunstancias totalmente diferentes a cuando unimos nuestras vidas la primera vez.

>>>Flashback<<<

-¡Mi niña, estas hermosa!

Para Piedad, cocinera de los, San Román, no hay día que no luzca "hermosa". Ella me quiere, y yo he llegado a tenerle un cariño muy especial. Sonrió ante su halago y me sonrojo sin poder evitarlo. Contemplo mi imagen a través del espejo. Mí vestido blanco... Todo parece un sueño. Estoy por casarme con el gran amor de mi vida y me siento la mujer más feliz sobre la tierra. Esteban... Mi príncipe azul, resulto todo un rey. Lo amo con locura y lo mejor de todo es que sé que él me ama a mí.

-Tenemos que irnos, mi niña... Tú galán ya debe estar desesperado...- dice Piedad entusiasmada, y salimos rápidamente, el auto que Esteban ha enviado por mí ya hace afuera esperando.

-Buenos días, señorita María...- saluda amablemente el chofer de la familia.

-Buenos días, José...- respondo, tomando su mano y subiendo al lujoso auto.

No estoy acostumbrada a tanta comodidad. Esteban insiste en tratarme como una reina y la verdad hay veces en que dudo lo nuestro funcionara. No por nosotros. Porque nos amamos. Pero sus tías y sus amigos... No les agrada mi presencia y me incomoda demasiado. Esteban lo sabe, pero él asegura terminaran por aceptarme. Borro esas dudas de mi mente cuando llegamos al templo. Hoy es un gran día. Debo estar feliz y lo estoy. Miro a los invitados entrar y tomar sus lugares. José nuevamente me ayuda a salir del auto y Arturo, amigo de Esteban, se acerca a mí, será él quien me entregue en el altar. A diferencia de los demás, él sí comparte nuestra alegría.

-¿Nerviosa?- pregunta sonriente, y no puedo más que asentir con la cabeza.- Espera a que veas a Esteban... Él está mucho peor...

Sonrió divertida junto a Arturo. Esteban rara vez se muestra nervioso pero cuando lo hace, me parece lo más adorable del mundo. Mi grandulón. Mío... Por siempre.

>>>Fin de Flashback<<<

Dudo en seguir adelante cuando salgo del ascensor en el piso de la habitación de Esteban. Me siento fatal y sin ganas de verlo. Debo poner mi mejor cara. El Juez no oficiara la boda si siente que estoy siendo obligada a dar el "sí". No quiero provocar a Esteban más de lo que ya he hecho. Doy un profundo suspiro y llamo a la puerta.

-Ya llego la novia...- anuncia Luciano, indicándome a entrar.

Cerca al ventanal se encuentra Esteban con una copa en mano. Se gira cuando escucha mis pasos, y reprimo un suspiro. No puedo, no debo y no quiero sentirme atraída por él pero... Esteban... Sigue siendo tan guapo como siempre.

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*** Hotel, Habitación 406 ***

Luce tan bella, elegante en su vestido de tono claro. Lleva su cabello atado y siento la necesidad de soltárselo y correr mis manos entre él. Sonrió al notar su nerviosismo y me acerco a ella. María eleva su barbilla, desafiante como queriendo interponer una barrera entre ambos, pero no lo logra. La tomo por la cintura y tiro de ella hacia mí, estrellando mis labios contra los suyos en un beso fugaz.

-Empezaba a preocuparme...- le digo en voz ronca, aprovechando que ella no se puede alejar ni rezongar dada la presencia del Juez.- Creí que nunca llegarías...

-Pensé no hacerlo...- murmura sonriendo, lo suficientemente bajo para que solo yo la escuche.

Me fulmina con la mirada y yo sin embargo, la miro de pies a cabeza sin disimulo, apreciando sus curvas, admirando su belleza. Me muerdo el labio cuando siento una oleada de calor recorrerme entero. María parece molestarse aún más, sus mejillas sonrosadas la delatan y no evito reír por su reacción.

-¿Listos?- pregunta el Juez después de saludar amablemente a María.

Ambos asentimos y tomamos nuestros lugares frente a la mesa del comedor de mi lujosa habitación. El Juez da inicio a la ceremonia, Luciano siendo nuestro único testigo presente. Ocasionalmente miro a María, pero ella evade cualquier tipo de contacto visual que tenga que ver conmigo. Intenta ser indiferente a mi presencia sin embargo, sé que no me ignora del todo. La miro de reojo, ella también lo hace. Tomo su mano discretamente entre la mía y con ese leve contacto la siento estremecerse. Sonrió con satisfacción, y ella aleja rápidamente su mano.

-Señora María Fernández Acuña... ¿Acepta usted por esposo, al Señor Esteban San Román?

Al fin lo importante. María voltea a verme y se tarda en responder. Parece disfrutar hacerme creer que puede tenerme en sus manos. Hacerme creer que puede negarse a cualquiera de mis peticiones y librarse de las consecuencias que eso pueda traer. Ella sonríe, percibiendo mi inquietud disfruta de ello.

-Sí...- responde finalmente.- Acepto...

El resto de la ceremonia procede sin percances. Yo, al igual que María, doy el "sí" y tras entregarle el anillo el Juez anuncia el cierre de nuestra unión. Nos besamos, porque él así lo indica, y firmamos en donde debemos. Luciano se encarga de acompañar al Juez a la salida después que le he agradecido por sus servicios. Cierro la puerta de mi habitación, asegurándola antes de girarme hacia María. Ella me mira un instante, ambos en completo silencio, procesando lo que acaba de suceder.

-Tengo que irme...- dice María y la miro ir por su bolso sobre el sofá.

-No...- la detengo.- Ya eres mi esposa...- digo, tomándola por los brazos, y sintiéndola tensarse.- Diste el sí...- le recuerdo, guiándola, forzándola a caminar hacia la cama.- Pues ahora mismo, volverás a ser mi mujer...

-Esteban, no...- protesta, intentando zafarse, intentando huir pero ambos caemos sobre la cama, mi peso siendo suficiente para reducir su lucha por apartarse.

Sostengo con mis manos, las suyas... Y con mis piernas mantengo quietas las suyas. He soñado tanto con volverla a tener, volver a sentirla mía.

-No te resistas...- murmuro contra su oído, besando el lóbulo de su oreja.- Entrégate, María...- la incito, besando su cuello, haciendo caso omiso a sus protestas.

Su piel me enloquece, su aroma. Su cabello. Entrelazo mis dedos con los de ella y la siento relajarse poco a poco cuando nuestras bocas se unen y nuestras lenguas se encuentran con gran anhelo. Nos besamos, con pasión, con necesidad. Siento calor... Muchísimo calor. Mi sangre hierve, aclamando su total entrega. Presiono mis caderas contra su vientre, haciéndola sentir mi deseo por ella y la escucho emitir un leve gemido.

-Sé mía, María... No te niegues...- susurro nuevamente contra su oído, apartando sus piernas con una de las mías, buscando saciar mis ganas de ella.- Hmmm... Tú también lo deseas... Tú cuerpo tiembla cada que me acerco... Sé mía... 

Condena De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora