>>>Flashback<<<
Distrito Federal, México
***Empresas San Román***
-Adelante...
Sonrió al escuchar su voz e inmediatamente me dispongo a entrar a su oficina. Esteban, al verme, deja de lado los documentos que revisa para ponerse de pie y acercarse a mí. Sonríe ampliamente, y es algo que me llena el alma de alegría porque sé que sonríe por mí. Me envuelve entre sus brazos y se inclina para besarme. Yo correspondo. Lo amo tanto, cómo jamás imagine llegaría a amar a nadie.
-Hola...- saluda, interrumpiendo el beso, y mirándome de esa manera que me hace sentir como lo más preciado del mundo para él.
-Hola...- respondo yo, riendo un poco, y sonrojándome sin poder evitarlo.
Esteban ha sido mi primer amor, el primero en besarme y aun dentro de mi inexperiencia, pudiera asegurar que es el mejor en la materia. Siempre me deja sin aliento, flotando a alturas extremas mientras me sostiene entre sus brazos, embriagándome de su aroma.
-Ya es tarde...- dice Esteban, consultando su reloj para verificar la hora.
-¿Te falta mucho para terminar?- le pregunto, dejándome guiar por él al sofá en el cual tomamos asiento uno al lado del otro.
-No... Todo eso puede esperar para mañana...- me asegura Esteban, y me abraza.- Ahora solo quiero disfrutar de ti... De tú compañía...
Estar a solas con él me pone nerviosa. Él me pone nerviosa. Sobre todo cuando comienza a acariciarme de aquella manera, y besarme con tal necesidad que casi me asfixia. La cercanía de su cuerpo al mío despierta en mí sensaciones que nunca antes había logrado sentir. Sus manos, grandes, fuertes, acarician mi espalda mientras me sostiene firme hacia él besando y mordisqueando mi cuello.
-Estas temblando...- dice Esteban, sonriendo tiernamente después de besarme con delicadez en los labios.- No tengas miedo...
Su mirada es profunda, y no logro pronunciar palabra alguna. Esteban sonríe nuevamente y acaricia mi mejilla. Lo veo morderse el labio y por alguna razón comprendo lo que desea. Yo también lo deseo... Pero sí, tengo miedo.
-No sé qué me pasa...- respondo tímidamente, sonrojándome otra vez frente a Esteban.- Nunca antes he-
-¿Me quieres, María?- pregunta Esteban, interrumpiéndome y alejando mis dudas.
-Más que quererte, te amo...- aseguro convencida y él se inclina hacia mí, besándome con alegría tras escuchar mis palabras.
-Yo te amo a ti, mi vida...- confiesa, con mis manos entre las suyas.- Te amo, María y quiero que seas mi mujer...
-Esteban, yo...
Él parece comprender mi sorpresa y temor seguramente por la expresión de mi rostro pero ríe levemente con diversión. Me molesta su reacción y me cruzo de brazos. Toda mi vida he soñado que al casarme, lo haría de blanco, para entregarme después al gran amor de mi vida. Al único y gran amor de mi vida.
-No sé por qué te ríes, no he dicho nada gracioso...
-A ver, mi vida... Perdona...- se disculpa Esteban pero veo que le cuesta trabajo borrar esa sonrisa de su rostro.- No te enojes... Sabes que me encantas aún más cuando lo haces...
-Esteban...- le regaño, y su risa me contagia, eso es algo que nunca falla.
Nos reímos por un rato y sin motivo alguno. Él me vuelve a abrazar y yo me refugio en su pecho. Esteban es el hombre perfecto, lleno de cualidades y aun a su corta edad es un auténtico caballero. Lo mejor de todo es que me ama. A mí... Esteban San Román me ama a mí.
-Eres una tonta...- murmura, su voz siendo música para mis oídos.- Yo jamás te pediría hacer algo que vaya en contra de tus principios... Por más que te desee...- agrega, hundiendo su rostro en mi cuello y ronroneando contra él, provocándome unas cosquillas que me hacen reír.- Me encantas... Cásate conmigo...
-¿Qué?- pregunto, no creyendo haber escuchado bien.
-Cásate conmigo...- repite Esteban, una sonrisa deslumbrante plasmada en su rostro y su mirada fijamente puesta en la mía.
Lo miro unos segundos, sorprendida por la propuesta. Nuestro noviazgo no es aceptado por sus tías y mucho menos por sus amigos quienes me ven como muy poca cosa para alguien como él. Tengo dudas, sí. Pero lo amo más que a mi vida y se ha vuelto en alguien sumamente importante para mí. Me lanzo a sus bazos y lo beso como nunca antes, sorprendiéndolo con mi reacción.
-Sí... Sí quiero casarme contigo, quiero ser tú esposa...
>>>Fin de Flashback<<<
-No... Por supuesto que no... Yo no puedo, ni quiero casarme contigo...
Es absurdo proponer algo como tal. Me indigna que Esteban piense que yo aceptaría casarme con él después de todo lo que ha sucedido. Me pongo de pie, y él desde la barra me mira. Es evidente que mi respuesta no le sorprende, pues tranquilamente termina de servirse una copa antes de volver a acercarse a mí.
-Ya lo hiciste una vez, María... No entiendo por qué ahora te molesta tanto la idea...- comenta, su sonrisa reapareciendo en su rostro.
-Aquella vez, de la que hablas, lo hice porque estaba enamorada de ti... Ahora lo único que me provocas es desprecio...
Me arrepiento al instante de haber llegado tan lejos. El semblante de Esteban cambia por completo y ya no sonríe, ni siquiera con cinismo. Los músculos de su mandíbula se tensan y su boca se aprieta en una fina línea después de beberse el alcohol de su copa de un solo trago.
-Ese desprecio que dices tenerme, no se compara al que yo siento por ti...- me reprocha, colocando su copa sobre la mesa de centro, mirándome fijamente y dando a conocer su enojo.- Tú me abandonaste en aquel infierno, María... No hubo día que no esperara una visita tuya que nunca llego... Y ahora que soy libre, ¡tu mentira me impide acercarme a lo único que por quince malditos años me mantuvo vivo!
El silencio invade el piso entero. Miro a Esteban cerrar sus ojos, y respirar profundamente, tranquilizándose después de su violento arrebato. No debí venir. Nuestros enfrentamientos son cada vez peores, y repletos de reproches. Para él, yo soy la mala.
-¿Quieres hablar de desprecio?- continua, preguntando en voz baja y tono amenazante.- Bien... Pero antes, reconoce que estoy en todo mi derecho de sentir este profundo odio hacia ti...
-¡Pues ódiame!- me defiendo, harta de escuchar sus reclamos que por más acertados que sean, no dejan de dolerme.- Ódiame si eso te hace feliz... Es evidente que ya me has condenado sin saber lo que realmente-
-¡Tú condena!- interrumpe Esteban, y bruscamente me envuelve entre sus brazos tomándome por sorpresa.- Soy yo...
Lucho por librarme de su agarre pero mis esfuerzos son en vano. Esteban es mucho más grande y fuerte que yo, incluso más corpulento de lo que recuerdo. Su camisa entreabierta, deja a la vista parte de su velludo pecho, y su aroma, limpio y masculino... ¡Es un canalla! Continúo mi intento por zafarme pero él no cede. Sé que estoy pérdida cuando una de sus manos se posa sobre mi nuca y siento, los labios de Esteban, estrellarse contra los míos en un tosco y hambriento beso. Mi sorpresa es aún mayor cuando me encuentro correspondiendo a su imprevisto asalto. Nuestra bocas encajan a la perfección, y con ese simple roce vienen recuerdos de hace más de quince años. Nos besamos con anhelo, con desesperación, y sabemos qué hacemos mal pero en ese instante todo resulta tan familiar. Entreabro mi boca, dándole acceso a su lengua la cual me invade con evidente maestría. Quiero apartarme, pero no puedo. Sus besos siempre fueron mi perdición y al parecer, lo siguen siendo.
-Te casaras conmigo lo quieras o no...- sentencia Esteban con respiración agitada después de poner fin a nuestro beso y librarme de su agarre.- Ese será tú castigo...
Soy incapaz de verle a los ojos, y lucho por controlar mi respiración. Tomo las llaves de mi coche y mi bolsa, sintiendo mis manos y el cuerpo entero tembloroso. Necesito alejarme... Salir de ese lugar lo antes posible. La presencia de Esteban me asfixia, y no me deja razonar con claridad. Estoy segura que él me observa... Puedo sentir su mirada puesta en mí y al llegar a la puerta, antes de salir me giro y lo miro a los ojos, como esperando encontrar algo de arrepentimiento por lo que acaba de suceder entre nosotros. No lo hay, y en cambio Esteban sonríe burlonamente, acto que termina por enfadarme por completo.
-Vete al infierno...
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*** Hotel, Habitación 406 ***
Sus labios son tan dulces como parecen y cuando abrió su boca, permitiendo a mi lengua invadirla me sentí más vivo que nunca. La bese... Y por si fuera poco, María no me rechazo. Mi sangre palpita, ardiente, aun tiempo después que se ha marchado y una necesidad, casi dolorosa, se acumula entre mis piernas. Mi cuerpo la recuerda... Reconoce su aroma, su tacto, todo en ella. Maldita sea... La deseo con locura y no puedo negarlo. Ya no...
-Volverás a ser mía, María... Cueste lo que cueste, volverás a ser mía...
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*** Carretera ***
-¡Cómo se atrevió! Es un patán... ¡Un grosero! ¡Y encima de todo, espera que acepte casarme con él!
Doy un golpe al volante, desquitando mi frustración. Ni cuando fuimos novios, Esteban se había atrevido a tanto. Me siento indignada... Muy enojada. Pero aún tengo su aliento, su sabor a menta en mi boca. Suspiro inconscientemente, y cerrando mis ojos llevo mi mano a mis labios tras detenerme afuera de mi edificio.
-¿Por qué lo hiciste?- susurro, confundida.
Fue brusco, y mis labios se sienten aun sensibles ante su asalto. Me llevo un tremendo susto cuando alguien golpea a mi ventana. Es Luka, y en el auto estacionado detrás se encuentra Mikael. Oh no... Parece que me han estado siguiendo.
-¿Pasa algo, Luka?- pregunto al salir de mi coche, realmente intrigada por la presencia de aquellos dos hombres.
-El Jefe dio l'ordine di seguirla, Signora...- responde Luka con tranquilidad.
-¿Seguirme? ¿Por qué?
-Esta preoccupato per te... Dice no ha risposto sus chiamate...
Es verdad. Gerardo ha llamado en varias ocasiones y no he sido capaz de contestarle. Mi situación con Esteban me lo impide. He estado demasiado alterada... Demasiado nerviosa y Gerardo menos que nadie puede saber lo que ocurre.
-Mañana me comunico con él, pero por favor... Ya no me sigan...
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*** Hotel, Habitación 406 ***
-¿Vas a decirme ya qué haces aquí y a estas horas?
Su corto vestido deja sus muslos al descubierto, y ese escote... La observo desde el sofá en el que me encuentro. Ana Rosa no parece el tipo de mujer que se priva de nada. Ha venido a mi habitación y yo la he dejado entrar con la intención de olvidarme por unas horas de María.
-Vine a despedirme...- responde, alejándose del ventanal y acercándose a mí.
-Pues adiós...- le digo secamente, y ella sonríe, arrodillándose frente a mí, entre mis piernas.
-Me gustas mucho... Ya te lo dije...
Ana Rosa posa sus manos en mis muslos y comienza a acariciarme. Yo solo la miro... mi respiración comienza a acelerarse y sus caricias se tornan atrevidas. Ella tira de mi camisa, desabrochándola por completo y continuando con sus caricias sobre mi abdomen y pecho.
-Ana Rosa...- me quejo, cuando comienza a abrir mi pantalón, y por primera vez le pongo mis manos encima, deteniéndola.- No...
-¿Por qué me rechazas?- pregunta, sin dejar de besar mi pecho, mi cuello.- Me gustas, Esteban... ¿No lo entiendes?
-No me conoces, no sabes nada de mí...
-Sé que necesitas esto, tanto como yo...- asegura Ana Rosa, llevando su mano al bulto entre mis piernas y no evito gruñir por su caricia.- Necesitas relajarte... Olvidarte de lo que sea que te tiene tan tenso...
-Mmmm...
-Eso...- la escucho murmurar, mientras cierro mis ojos y echo mi cabeza hacia atrás.- Recuéstate y disfruta...
>>>Flashback<<<
Distrito Federal, México
***Mansión San Román, Habitación Matrimonial***
-Esteban, todo ha sido hermoso... Gracias...
La sonrisa de María me llena de alegría. Luce realmente bella en su elegante vestido blanco. Rosas rojas y velas blancas adornan toda nuestra habitación. Hoy es una noche especial para ambos... Por primera vez, ella me permitirá amarla. Le sonrió a mi ahora esposa y le entrego una copa de champan.
-No me des las gracias, mi amor... Mereces todo y más de lo que hasta ahora te he dado...- le aseguro, derritiéndome con su mirada dorada.
-No quiero decepcionarte nunca... Eres tan bueno conmigo y yo, te amo demasiado...
-Y yo te amo a ti... Por nosotros...
Nuestras copas chocan levemente y ambos bebemos de ellas. Mi mirada no abandona la suya y después se posa en su boca cuando relame la bebida de sus labios. Todo lo que hace me excita y despierta en mí las ganas primitivas de querer hacerla mía. Lo será... Pero esto es nuevo para ella y debo ser tierno y cuidadoso.
-Ven...- le digo, dejando de lado nuestras copas y tomándola en brazos.
María entierra su rostro en mi cuello y sus pestañas me provocan un leve cosquilleo que me hace reír. Ella también ríe y la siento relajarse en mis brazos. Busco su boca y la beso. Un beso hambriento y desatando la pasión que hemos aguardado durante nuestro noviazgo. La recuesto en la cama con delicadez y me poso parcialmente sobre ella, ambos aun vestidos.
-No tienes idea de cuánto he ansiado este momento...- le digo, sosteniendo mi peso en mis antebrazos.
-Sí la tengo, porque yo también he soñado con esto... Contigo...
Su sonrisa es mi perdición. Solo a mí me sonríe de esa manera tan dulce, tierna, pero sexy a la vez. María... Mí María...
-Te deseo tanto...- le confieso, y tomo su mano, guiándola a mi rigidez.- Tanto...
Mis labios se unen a los de ella nuevamente, retomando el beso que había quedado interrumpido. María aleja su mano de mi entrepierna y acaricia mi pecho y mi espalda, encendiendo mi libido aún más. Me deshago de mi chaqueta y hábilmente comienzo a desnudar a mi esposa. Sé que siente pudor, y le sonrió tiernamente ante su inocencia.
-Eres hermosa...- le halago, asegurándole que no tiene por qué sentir vergüenza ante su desnudez.
Un cuerpo de diosa... María me observa desde la cama cuando comienzo a despojarme de mi ropa yo también. Solo la luz de las velas ilumina nuestra habitación pero aun así logro distinguir la curiosidad y hasta cierto temor en su rostro cuando quedo completamente desnudo ante ella.
-Yo también tengo miedo, ¿sabes?- confieso, recostándome sobre ella, sonriendo para tranquilizarla.- No estoy seguro de poder contenerme mucho más...
-Sé que no me harás daño, confió en ti...
-Y así quiero que sea siempre, mi amor...
-Siempre...- asegura, y su sonrisa reaparece en su hermoso rostro, iluminando su mirada por completo.
Nuestras bocas se unen y esta vez no hay interrupciones de ningún tipo. Nuestros cuerpos entran en contacto y su piel quema mi piel. Necesito de sus besos, sus caricias, y algo más de ella. Beso su cuello, y continúo descendiendo a sus pechos. María se retuerce bajo mi cuerpo cuando succiono uno de sus pezones. Emite leves gemidos y eso me enciende aún más. Me enloquece como tira de mi cabello mientras atiendo a su otro pezón. Necesito que me desee, que enloquezca de ganas por tenerme en su interior.
-Me encanta tu cuerpo... Tu aroma...- murmuro, volviendo a besar su cuello y mordisqueando el lóbulo de su oreja.
Acaricio uno de sus muslos, estrujándolo a mi antojo antes de llevar mi mano entre la unión de sus piernas. La toco donde nadie la ha tocado nunca antes y compruebo que esta lista para mí. La beso nuevamente en la boca, esta vez con adoración, con ternura mientras me coloco entre sus muslos cuidadosamente. María se tensa, sabiendo lo que está por venir y no dudo en detenerme a mirarla a los ojos. Acaricio su cabello, y le beso el rostro entero demostrándole mi amor. Ella se relaja y agito mis caderas levemente posicionándome para la invasión. Hago un esfuerzo sobrehumano para ir despacio... Es su primera vez y quiero que sea algo especial para ella, para ambos.
-Esteban...- murmura María, cuando empiezo a entrar lentamente en ella.
-Shhh, mi amor...- la tranquilizo con voz entrecortada.
Siento que el corazón se me sale del pecho. María me abraza con fuerza, y yo la beso, calmando su molestia por mi intrusión. Mi lengua se une a la suya y nuevamente la siento relajarse. Empujo hacia delante y su fuerte gemido comprueba que he entrado completamente en ella.
-Ya eres mía...- le digo al oído, disfrutando de esa increíble sensación de encontrarnos íntimamente unidos.
María me besa, y abre sus ojos dedicándome una sonrisa, asegurándome que se encuentra bien. Mi esposa... Mi mujer.
-Tuya... Siempre...
>>>Fin de Flashback<<<
*** Empresas Salgado, Entrada Principal ***
Llego apresurada a mi oficina pues después de la noche en vela se me ha hecho un poco tarde. Héctor y Estrella se han marchado a su último día de clases y les esperan unas largas vacaciones de verano. Mi hijo sigue empeñado en volver a México, y me temo que Estrella seguirá sus pasos al cumplir la mayoría de edad. Se han alejado de mí, me entristece que exista tanto distanciamiento entre nosotros a causa de Gerardo. Son mis hijos y los amo más que a nada en la vida. No quiero perderlos.
-Buenos días, María...- la voz de Esteban me detiene camino al ascensor.
-Tú otra vez...- le digo con poca cortesía y él solo sonríe con satisfacción.
-Sí... Otra vez...
-¿Qué quieres, Esteban?- pregunto por impulso, continuando mi camino y sabiendo me sigue cerca detrás.
-¿Realmente vas a preguntarme eso cada que nos veamos?
El ascensor tarda demasiado. O tal vez sea la presencia de mi ex marido lo que hace cada segundo del día parecer toda una eternidad. Intento ignorarlo pero un hombre como Esteban es difícil no admirar. Es alto, atractivo, de buen porte y huele riquísimo... ¡Tranquila, María! No deja de ser un patán que se ha atrevido a besarme a la fuerza.
-Nos vemos porque tú insistes en buscarme...- le reprocho.
-Sabes el motivo...
-Si tus hijos realmente te importaran, no los utilizarías para chantajearme...
Lo he herido. La manera en que sonríe lo delata. Empiezo a odiarme por mis comentarios tan falta de tacto pero Esteban me provoca cada vez más. Intento ignorarlo pero lo siento acercarse peligrosamente a mí.
-Digas lo que digas...- murmura pausadamente, como conteniéndose tras mis palabras.- Tú y yo, nos casaremos...
-¿Piensas obligarme?- pregunto incrédula, intentando no alzar la voz y ser descubierta.
-Ponme a prueba, María...- me reta al momento que se abren las puertas del ascensor.- Ponme a prueba...- repite, y en su mirada veo que no está bromeando.
Él se retira, lo miro salir por la puerta principal del edificio y al fin reacciono cuando no lo veo más. Entro al ascensor y subo a mi oficina, todo el camino pensando en las palabras de Esteban. Estoy perdida. No hay escapatoria. Tengo que casarme con él si no quiero perder a mis hijos.
-El Señor la espera, línea uno...- me informa Angélica y sé que se refiere a Gerardo.
Tengo que decirle, es lo menos que merece pero... ¿Cómo?
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*** Carretera ***
-¿Una joyería? ¿En verdad piensas casarte con ella?
Luciano no parece sorprendido pero sí un tanto decepcionado. Yo asiento con la cabeza y vuelvo la mirada a las calles de la poblada ciudad. No estoy de ánimos para argumentos, ni sermones, ni nada. Mi vida parece un infierno del cual no puedo escapar, y maldita sea, ella lo vivirá conmigo así tenga que arrastrarla a él.
-¿Acepto?
-No tiene opción...- respondo cortante.
-¿Qué pasara con, Gerardo? Esteban, estas arriesgando demasiado...- me recrimina Luciano.
-Lo que ese tipo haga o deje de hacer me tiene sin cuidado...
-Has visto la cantidad de guaruras que se carga, ese hombre no es de fiar...
-No pienso cambiar de opinión, Luciano...- le aseguro a mi fiel amigo.- Casándome con María me ayudara a recuperar a mis hijos...
-Y de paso la recuperas a ella también... María te sigue importando más de lo que estás dispuesto a reconocer, Esteban...
-Eso no es verdad...
-Claro que lo es...- asegura.- No lo veas como algo malo, no lo es... Pero al negarte a aceptarlo, te dañas a ti, y la dañaras a ella... No estoy de acuerdo con tú decisión pero como siempre sabes que cuentas conmigo...
Sonrió en agradecimiento. Luciano ya ha hecho demasiado por mí y no puedo exigirle más. Ha creído en mí cuando nadie más lo ha hecho. Me conoce bien y sé que tiene razón, María me importa. Me importa y no puedo negarlo, pero eso ella jamás lo sabrá.
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*** Empresas Salgado, Oficina María Fernández, Directora Financiera ***
-Gerardo, ya te explique... He tenido algunos problemas en casa...
-¿Tus hijos?
Su pregunta resuena en mi oficina a través del, alta voz. Agradezco no tenerlo frente a mí pues me hundo en mi asiento llevando las manos a mi rostro, cansada. Agotada de todo y de todos. Contengo mi llanto, buscando las palabras adecuadas para decirle lo que debo. Buscando el valor para acabar con lo que juntos habíamos construido en los últimos años. No puedo seguirme engañando. Gerardo mostro ser un buen hombre pero ni eso fue suficiente para ayudarme a olvidarlo a él... Esteban. No tengo salida. Por mis hijos, y solo por ellos, me veo acorralada a ceder a su chantaje.
-¿María? ¿Sigues ahí?- pregunta Gerardo.
-No puedo casarme contigo...
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Condena De Amor
RomanceHace quince años, a Esteban lo culparon de un crimen que no cometió pero hoy está de regreso en busca de justicia y de todo aquello que un día le fue arrebatado...