Me ama. Esteban acaba de confesar que aun me ama. Las lágrimas que derramaba segundos atrás ahora son de alegría al escuchar sus palabras. Varias veces soñé con que él regresara. Volvió... Pero jamás imagine seguiría correspondiendo a mi amor.
-Sí, Esteban...- respondo, sin evitar sonreír al igual que él.- Sí te amo... Siempre te he amado...
Él mira mis labios, y yo los de él. Ningún otro beso que hemos compartido desde su regreso ha sido como este. Dulce... Suave... Nuestras bocas se unen y sus brazos me envuelven, acercándome más a él. Yo paso mis manos por su cabello, envolviendo mis brazos sobre su cuello. Nos fundimos en un beso infinito, intentando recuperar todo el tiempo perdido. Uno, en brazos del otro.
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*** Habitación Matrimonial, Mansión San Román ***
Entro con María en brazos a nuestra habitación. Ella besa mi cuello y muerde el lóbulo de mi oreja. No evito sonreír ante su entusiasmo y la gran alegría que me produce el tener la certeza que me sigue amando. En verdad nunca dude que lo hiciera. Volvió a entregarse a mí y eso fue suficiente para delatar sus sentimientos, al igual que los míos.
-Desvísteme...- pido, tras detenernos ante la cama, nuestra cama, la misma que compartíamos hasta hace quince años atrás.
María sonríe. Solo una luz ilumina la habitación y sus ojos destellan un brillo especial al comenzar a deshacerse de mi camisa. Mantengo mis manos a mis lados, dejándola hacer de mi lo que quiera, cuando abre mi camisa se acerca y besa mi pecho, pasando sus manos sobre mi abdomen y espalda. Sus caricias encienden el fuego que guardo en mi interior y sus besos despiertan el deseo que solo llego a sentir por ella.
-Tu aroma me fascina...- murmura María, besando mi cuello y mandíbula mientras sus manos abren la cremallera de mis pantalones.- Tu calor...
La desnudo a ella cuando mis pantalones caen al piso junto a mi camisa. Ansió abalanzarme sobre ella y hacerla mía durante lo que resta de la noche pero decido ir despacio. Disfrutar de cada centímetro de su piel. Tocarla, besarla, no dejar lugar desatendido por mis manos o boca.
-Te extrañe tanto...- confieso en un jadeo, cuando ya ambos nos encontramos sobre la cama.- Me hiciste mucha falta...
-Y tú a mí...- asegura, con sus manos acariciando mi rostro mientras me situó entre sus pierna.
Entro en ella observando su reacción. Se siente tan estrecha, y su calor me envuelve produciendo una satisfacción casi insoportable. María clava sus uñas en mis brazos cuando me inclino hacia abajo sobre de ella. La beso. Bebo con fervor cada uno de sus gemidos, alimentándome de eso para llenarla de placer con cada uno de mis embates.
-Dímelo otra vez...- le pido entre jadeos, hundiendo mi rostro en su cuello.- Dime que es verdad que me amas...
-Te amo, Esteban... Te amo... Te amo...
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Salgo del cuarto de baño y miro a Esteban recostado boca abajo en la cama. No usa más que unos ajustados bóxers color azul oscuro y su piel resalta en contraste a las sabanas blancas. Me sonríe mientras me acerco a él, seguramente por mi atuendo. Su camisa me llega hasta la parte baja del muslo y bajo ella no uso más que mis bragas color oscuro. Tomo asiento a su lado, y beso su espalda con ternura, percatándome de una cicatriz que tiene a un costado. Me permito tocarla y él se tensa.
-Cuéntame...- le pido.
Esteban duda en hacerlo. Sus ojos reflejan la constante lucha entre olvidar o mantener vivo el pasado que tanto dolor nos ha provocado. Acaricio su rostro, suavizando un poco su expresión severa. Él toma mi mano y la besa. Esbozando para mi aquella radiante sonrisa que tanto me alegra. Sé que calla por mí. No quiere que sufra al escucharlo hablar de sus años de encierro. Pero ya lo hago. Y la culpa que me atormenta por haberlo abandonado no desaparece aun ahora que volvemos a amarnos.
-Debí creer en ti...- digo en voz baja, acabando así con el silencio que nos rodea.
-No te culpes más...- pide él, sentándose al igual que yo al borde de la cama.- Yo ya no lo hago, ni lo hare... ¿De acuerdo?- pregunta, besando mis labios con dulzura y yo asiento con la cabeza.- Estamos juntos ahora... Nos amamos... Son ellos los culpables... No tú... No yo...
-¿Qué vamos a hacer?
-Seguir como hasta ahora... Vigilarlos... Al instalarnos en la empresa será mucho más fácil estar al pendiente de cada uno de sus movimientos... Tarde o temprano, daremos con él...- asegura Esteban, refiriéndose al asesino de Patricia.
-¿Y nuestros hijos? Yo necesito verlos, Esteban...
-Lo sé... Pero no podemos arriesgar que ellos te sigan, María... Les dirían la verdad y eso es algo que ni tú ni yo queremos que suceda... Al menos no por ahora...
-¿Y nosotros? ¿Qué va a pasar con nosotros, Esteban?- pregunto, mirando su mano posarse en mi muslo.- ¿Seguiremos fingiendo ante ellos?
-Te dije que te amo... ¿No me crees?- pregunta con una sonrisa dibujada en su rostro.
-Claro que te creo...- respondo, y contagiada por su alegría lo beso en la boca.- Es solo que es como un sueño... Jamás imagine que-
-Shhh... Ya...- me detiene tiernamente, su mirada clavada en la mía.- Me queda claro que aun no te convenzo de lo real que es esto...
Esteban guía mi mano a su entrepierna. Yo sonrió y me sonrojo al sentirlo. Definitivamente no es un sueño. Es real. Todo él, es real. Y es mío. De nadie más.
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*** Oficina de Esteban, Empresas San Román ***
-Primera y última vez que entras sin ser anunciado a mi oficina...
Servando me mira con esa estúpida sonrisa que parece ser permanente en su rostro. Después de mi gran noche con María, intento no dejar que nada me arruine el día pero eso es casi imposible ahora que vuelvo a estar al frente de la empresa. Los problemas económicos por los que atraviesa solo se suman a los que ya tengo en referencia a mis hijos y... Ellos.
-La puerta estaba entreabierta...- se excusa.- Además... Creí que éramos amigos...
-No seas cínico...- le recrimino, manteniéndome de pie tras mi nuevo escritorio.- Un amigo no apuñala por la espalda... Y eso fue precisamente lo que hiciste al asegurar ante el juez que me viste matarla...
-Dije lo que vi... Cualquiera en mi lugar habría asegurado lo mismo... ¡Tú misma esposa dudo de ti!
-¡Cállate!
Me duele reconocerlo pero es verdad. Respiro profundo, intentando tranquilizarme, luchando en contra del deseo de abalanzarme sobre de él y golpearlo hasta el cansancio. Lo merece. Sí. Pero conociéndolo, no dudaría en sacar provecho del asunto, haciéndose la victima ante un juzgado.
-Exiges saber la verdad, pues esa es parte de ella... Y entre más le busques, Esteban... De peores cosas te enteraras...
-No quieras justificar tú mentira, haciéndolo ver como si me hiciste un favor al testificar en mi contra... Definitivamente no lo hiciste...- le aseguro.- Si mentiste... Fue porque algún provecho obtuviste al hacerlo... ¿Y sabes qué? Dudo mucho haya tenido algo que ver con esta empresa...
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*** Parroquia, Padre Belisario ***
Mis pasos resuenan por lo amplio de la iglesia. Se encuentra en completo vacio, y yo camino con mi vista enfocada en el altar. Madre mía... Mi Virgencita de Guadalupe, gracias. Me arrodillo ante ella, agradeciendo por el regreso sano y salvo de Esteban. Por su misericordia en permitir que aun me ame, y le imploro me ilumine para encontrar el valor necesario y confesarles la verdad a mis hijos.
-¿María? ¿Hija, eres tú?
-Padre...
Mi alegría de volverlo a ver es incontenible y me lanzo a sus brazos, fundiéndonos en un abrazo repleto de cariño y felicidad tras varios años de ausencia. El padre Belisario fue de gran apoyo cuando sucedió aquella tragedia. Siempre sostuvo su postura, creyendo en la inocencia de Esteban. Lamentablemente nada pudo hacer por él. Me aleje temiendo algún enfrentamiento con Alba o cualquiera de aquel grupo de oportunistas. Aun así siempre mantuve contacto con el Padre a través de cartas durante el paso de los años. Él fue mi fuerza en momentos que creí no poder más. Sus palabras, sus consejos, y hasta regaños me ayudaron a vivir con la culpa que he cargado en mi consciencia durante más de quince años.
-Esteban ha vuelto, padre...- le confieso, ya una vez hemos entrado a su oficina y después de conversar un poco de lo que ha sido de mi vida y de mis hijos.
-¿Esteban?- pregunta él con incredulidad.- ¿Cómo es posible?
-Le otorgaron libertad condicional... Fue a buscarme, dio conmigo en Madrid... Y nos casamos...
-María...- me reprende el padre, claramente en desacuerdo con lo que le digo.
-Sé que suena terrible, padre... Deje a Gerardo por Esteban pero...
Me detengo un segundo, poniendo mis ideas en orden. El Padre Belisario sigue en estado de shock y solo escucha y observa con atención.
-Lo hice por amor...- confieso.- Amor a mis hijos... Y amor a él, porque jamás he olvidado aquel hombre tierno y cariñoso que hace más de quince años me enamoro...
-¿Y él como se siente?
-También me ama, padre... Anoche me lo confeso...- respondo, sin evitar sonreír aunque con un dejo de tristeza.- Pero está dolido... Destrozado por dentro, y siento que aunque asegura lo contrario, no ha perdonado del todo que yo no haya creído en su inocencia...
-Bueno, hija no puedes culparlo por eso... A mí me consta lo mucho que sufriste tras su encierro... Ahora imagínalo a él... Lejos de todos sus seres queridos, lejos de ti y de sus hijos... Cumpliendo una condena por un crimen que no cometió... Sus heridas sanaran... Pero no será de la noche a la mañana... ¿Ya hablaste con tus hijos acerca de él?
-No...- niego con la cabeza, agachando la mirada, sintiéndome de alguna forma avergonzada por esa gran mentira que me atormenta.- Esteban y yo acordamos en no decir nada por el momento... Él quiere limpiar su nombre, descubrir al verdadero asesino de Patricia antes de hablar con nuestros hijos... Yo lo voy a ayudar...
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*** Calle, Empresas San Román ***
-Esteban...
Maldita sea. Es ella otra vez. Ana Rosa se acerca a mí, deteniendo mi andar al caer la tarde en la ciudad. Ya todos se han ido así es que estoy seguro de que a quien busca es a mí. El imbécil de Demetrio no ha cumplido con nuestro trato de mantenerla lejos de la empresa y por lo visto, tampoco tiene interés en hacerlo.
-¿Qué quieres, Ana Rosa? ¿Qué es lo que buscas aquí?
-A ti, obviamente... ¿Cuánto tiempo más estarás en la ciudad?
-Indefinidamente...- respondo, retomando mi camino hacia mi auto.
-Vuelves a ser cortante conmigo...- me acusa, siguiendo mis pasos.- Pensé que la pasamos bien aquella noche en tu habitación...
-No paso nada...
-Porque tú no lo quisiste...
-No vuelvas a mencionarlo entonces...
Mi mirada y el tono de mi voz parecen atemorizarle. O tal vez no. Ana Rosa sonríe, con descaro y se atreve a rosar mi mandíbula con su mano, caricia que rechazo al echarme hacia atrás.
-Eres muy misterioso, Esteban... ¿San Román? ¿No es así?
Maldito Demetrio. Ya me escuchara. Ana Rosa me observa, y no evito preguntarme si es que sabe todo. No. No lo creo. Pero si las cosas siguen así, será cuestión de tiempo.
-¿Sabes? Me intriga demasiado la razón por la cual Alba y todos los de esta empresa jamás te mencionaron...
-Ellos no aprobaban de mi estilo de vida...- miento.- Así es que me fui... ¿Contenta?
-¿Estilo de vida?- pregunta, sonriendo.- ¿Te refieres a lo de ser un rompe corazones que tal vez en ocasiones toma de más y puede llegar a pecar de serio?
-Soy gay, Ana Rosa...
-¿Gay?
-Homosexual...- repito, abriendo la puerta de mi auto.
-No te creo...
-No me importa...
Entro a mi auto, y no logro contener más la risa al recordar la expresión en el rostro de esa mujer. Una mezcla de duda y horror al escuchar mis palabras. ¡JA JA JA! Ojala con esto me deje en paz y se aleje de una buena vez de la empresa. Ojala...
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*** Restaurante ***
-Te vi afuera de la empresa... Platicabas con esa mujer y no quise interrumpir...
-Ana Rosa...
Esteban me mira con curiosidad. Sé lo que imagina y realmente no puede estar más cerca de la verdad. Días atrás lo habría negado. Pero ahora que ambos nos hemos sincerado, ya no hay motivos para hacerlo.
-Mhm...- asiento, bebiendo un poco de agua, y mirando mi plato servido frente a mí.
-¿Estas celosa?- pregunta Esteban, con esa radiante sonrisa que deslumbra a cualquiera.- ¿En verdad sientes celos de Ana Rosa?
-No es necesario nombrarla...- respondo.
-Me encanta...
-¿Qué cosa?- pregunto confundida.
-Que me celes...
-Jamás acepte hacerlo...
-No hace falta...- asegura Esteban, y bebe un sorbo de su copa.- Te conozco demasiado y sé que no te agrada para nada esa mujer... Pero en fin... No hay nada de qué preocuparse, ya la puse en su lugar... O al menos eso creo...
Esteban se muestra pensativo y después estalla en risas sin importarle que nos encontremos en un lugar de lujo y demasiado reservado. Me contagia su alegría y diversión sin realmente saber de qué reímos. Pero es tan guapo. Tan varonil hasta en su forma de reír.
-Le dije que soy gay...
-¡¿Qué?!- exclamo, seguramente atrayendo más de una mirada de los presente.
-A esa mujer... Le dije que soy gay para que me dejara en paz...
Juguetón y bromista, tal y como lo recuerdo. Mi corazón se estruja al verlo tan contento, olvidando por unos instantes el dolor, el sufrimiento. Sonrió, aprobando lo que ha hecho para alejar a esa de su vida. Claro que estoy celosa. Esteban es mío. No hay nada de malo en no querer compartirlo.
-¿Hubo algo entre ustedes?- pregunto, después de habernos calmado.- Ella se acerca a ti con mucha confianza...
-No, María...- responde, tras probar un bocado de su comida.- No hubo nada entre nosotros porque solo contigo he podido... Ya sabes...- agrega después de una leve pausa.
-Oh...
-Come... No has probado bocado, ¿te sientes mal?- pregunta, y me agrada demasiado su preocupación.
-No es nada... Solo estoy un poco cansada y no tengo apetito...- respondo, sonriendo al sentirlo acariciar mi mejilla.
-Vamos a casa entonces... Creo allá podemos encontrar, un postre que a ambos nos pueda gustar...
-Esteban...- murmuro contra su boca cuando él se acerca a besarme con esa dulzura que tanto había echado de menos.- Te amo...
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Avanzo por el extenso pasillo sin mirar atrás. El estruendo de un disparo apresura mis pasos. Viene de ahí... La habitación de Patricia. Empujo la puerta entreabierta lo suficiente para alcanzar a verla tendida sobre el piso y desangrándose. Corro a su lado, en pánico, y solo pensando en auxiliarla cubro la herida sobre su pecho con mis manos. Le ruego, le suplico sea fuerte, pero todo es en vano. Su mirada está perdida y no la siento respirar. Está muerta...
-¡Esteban!
El grito de Servando me espanta y me alejo del cuerpo de Patricia torpemente, cayendo hacia atrás. Es el arma. Una pistola que accidentalmente toco al caer. Miro mis manos, están llenas de sangre. Rojo...
-¡Él la mato! ¡Yo lo vi! ¡Fue Esteban quien asesino a Patricia!
Las acusaciones de Servando retumban en mi mente. Soy inocente. Nadie me cree. María se ha ido, me ha dejado solo y nadie de los presente aboga por mí. El juez golpea el mazo fuertemente sobre la mesa, y recuerdo el trueno del disparo que acabo con la vida de Patricia. Mi corazón late frenético, y tengo dificultad controlando mi respiración.
-¡No! ¡Yo no la mate! ¡Yo no fui!
Me altero al escuchar la injusta condena que me asigna el juez. Me pongo de pie, intento liberar mis manos de las ajustadas cadenas pero fracaso. Los guardias me golpean y sacan a rastras de la sala de corte ante la mirada casi divertida de la multitud presente. Dejo de luchar y los oficiales me avientan en una pequeña celda. Pierdo la noción del tiempo... Días, Semanas, Meses. No me muevo de ese lugar y mi mirada se mantiene fija en la fotografía que guardo de María.
-Aquí esta... Es él...
-¿Estás seguro?
-Te digo que sí...
Intento ignorar a los demás presos que a diario pasan por mi celda. Yo no soy como ellos y no quiero problemas. Pero estos infelices arrancan de mis manos la fotografía de María y la besan y la manosean y después la destrozan en mil pedazos. Una rabia que jamás había sentido se apodera de mí y me abalanzo sobre de ellos sin importarme sean más que yo. Nos vamos a los puños buen rato hasta que me encuentro tendido sobre el piso, sintiendo un agonizante dolor en mi costado y completamente ensangrentado. Miro a uno de los atacantes, y tiene un cuchillo en mano. Rojo... Mi respiración se vuelve pesada y poco a poco, caigo rendido a la oscuridad.
-No debo estar aquí... Yo no soy un asesino... No debo estar aquí...
******-Esteban... Esteban... Despierta, mi amor... Esteban...
Lo sacudo levemente intentando hacerlo reaccionar. Está teniendo una pesadilla. Se queja y se remueve entre sueños. Su rostro refleja una ligera expresión de dolor y su cuerpo, perlado con sudor se nota tenso.
-Mi amor...- susurro contra su oído, acariciando su rostro y su cabello.- Despierta... Todo está bien... Yo estoy contigo...
-Mmm...
Su respiración agitada se normaliza, y él despierta lentamente. Sus ojos se clavan en los míos y me inclino sobre de él para besarlo. Él me toma por la nuca y profundiza y alarga el beso, después simplemente abrazándome y manteniéndome pegada a su lado. Tranquilizándose al sentir mí presencia y yo velo su sueño hasta saber que las pesadillas han terminado.
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*** Oficina de Esteban, Empresas San Román ***
-¿Te gusta?- pregunto a María, una vez ambos hemos ingresado a mi oficina.
He pedido cambien los muebles, al igual que la pintura y decoraciones en las paredes. No he querido reservar ningún recuerdo de Demetrio en este lugar y efectivamente, todo luce diferente.
-Me encanta...- responde María, su sonrisa aprobando sus palabras.- Es similar a cuando yo comencé a trabajar para ti... Estar aquí ahora me trae buenos recuerdos...
-Esa era precisamente la idea...- le digo, acercándome a ella por detrás y abrazándola.- Quiero enterrar el pasado, María... Arreglar las cosas entre nosotros y nuestros hijos... Todo lo demás puede irse al infierno... Solo quiero ser feliz, María... Contigo...
-Esteban...
-¿Si?- pregunto con preocupación, pues el tono de su voz me alarma.
-Creo que estoy embarazada...
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Condena De Amor
RomanceHace quince años, a Esteban lo culparon de un crimen que no cometió pero hoy está de regreso en busca de justicia y de todo aquello que un día le fue arrebatado...