Capítulo VI

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    *** Hotel, Habitación 406 ***

Sus besos y sus caricias son mi perdición. Lo intente... Intente resistirme a esta atracción que sigo sintiendo por él. Intente resistirme a su encanto, y al deseo que por años solo he sentido en sueños. No ha habido nadie más después de Esteban. Ningún otro hombre me ha tocado, ni hecho su mujer.

-Sé mía...

Su voz en mi oído, me resulta algo extremadamente sensual, y la manera en que besa mi cuello me hace rendirme a la pasión que solo él ha logrado volver a despertar en mí. Correspondo a sus besos y cuando ya no lucho por detenerlo, mis brazos se envuelven en su cuello. Su lengua invade mi boca, uniéndose a la mía en un beso que nos deja sin aliento. Siento su rigidez, y él presiona contra mí, incitándome a entregarme completa.

-¿Sientes cómo me pones, María?- susurra en voz ronca contra mi oído, mordisqueando el lóbulo ya sensible por sus besos.- Son quince años de deseo por ti... De ti...

Deseo... Sí. Eso es todo lo que es. Nada de sentimentalismos, ambos somos adultos dispuestos y conscientes de lo que hacemos. Al carajo las dudas, Esteban tiene razón, yo quiero y deseo esto tanto como él. Mis manos tiemblan cuando comienzo a desabrochar su camisa, y mi mente se traslada a aquella primera vez que me hizo su mujer. Fue tierno, cuidadoso, muy amoroso... Pero esto es diferente... Es lujuria, no amor.

-Mmm... Tócame...- murmura Esteban, complacido al sentir mis manos sobre su pecho y comenzar a recorrerlo entero.

Él estruja mis muslos con poca delicadez, restregando su rigidez contra mí en busca de alivio por su excitación. La ropa nos estorba y con la habilidad que le conozco desde hace años, Esteban me desviste en solo instantes, soltando mi cabello y hundiendo su rostro en él. Sus manos acarician mi cuerpo, y me besa, nos besamos mutuamente.

-No aguanto más...- dice en voz entrecortada, deshaciéndose del resto de su ropa.

Esteban se coloca entre mis muslos, y me aferro a sus brazos cuando lo siento presionar contra mí. Siento dolor, él hunde su rostro en mi cuello, buscando con desesperación algún alivio a su excitación. Agita sus caderas, embistiendo con firmeza hasta que logra adentrarse profundamente en mí. Él gruñe con satisfacción y yo grito de dolor. Lo siento palpitar dentro de mí... Una sensación incomoda pero que pronto es remplazada por placer cuando Esteban comienza a moverse a un ritmo que me permite ajustarme a él.

-Mmm...- ronronea antes de besarme.- Me gusta...

Miro su sonrisa y sus ojos se clavan en los míos por el breve instante que logro mantenerlos abiertos. Esteban no deja de moverse, lo hace con maestría, recordándome lo buen amante que fue y que al parecer, lo sigue siendo. Llevo mi mano a su rostro, acariciándolo, permitiéndome brindarle un poco de ternura. Ternura que sé necesita, y que yo también anhelo. Él cierra sus ojos y toma mi mano con la suya, alejándola de él antes de acelerar el movimiento de sus caderas. Golpea fuerte contra mí, ambos aferrados el uno al otro, sin aliento, y en busca de esa sensación de placer que logre saciarnos por completo.

-Esteban...- susurro contra su oído, e incapaz de callar mis gemidos.

Él lo disfruta. Disfruta tenerme a su merced, lo siento en la manera que me toma, sus besos, sus caricias, toscas pero deseadas a la vez. Me estremezco bajo él, y mi cuerpo se tensa arrastrándonos a ambos hacia la cima del placer. Esteban cae sobre mí rendido. Su respiración, al igual que la mía, agitada y siento los latidos de su corazón retumbando contra mi pecho. Lo abrazo sin poder evitarlo, lo aferro contra mí con las pocas fuerzas que me ha dejado. Lo extrañe... Demasiado.

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*** Hotel, Habitación 406 ***

Volvió a ser mía. Anoche, María volvió a entregarse a mí como hace años lo hacía. Sé que lo negara pero estoy seguro que ningún otro hombre la ha tocado en todo este tiempo de no tenerla a mi lado. Ningún otro hombre la ha hecho suya, solo yo. Única y exclusivamente yo. Una sonrisa se dibuja en mi rostro de satisfacción y salgo del cuarto de baño en busca de ella. Sigue durmiendo. Me permito mirarla en silencio, ansiando poder tocarla, besarla, volver a tomarla. Pero debo controlarme, esto no se trata de mí. Mis emociones no deben ganarme, María solo está para satisfacerme, y para ayudarme a recuperar lo mío.

-Al fin despiertas...- comento, sentado al borde de la cama, intentando no pensar en su cuerpo desnudo bajo esa sabana que sostiene a la altura de su pecho.

-¿Qué hora es?- pregunta con timidez, cosa que me hace sonreír.

-Temprano...

-Voy a darme un baño...

La observo salir de la cama, y una mueca de dolor aparece en su rostro. Ella intenta ocultarlo, intenta evitar hablar de lo que ha sucedido entre nosotros. Tal vez sea vergüenza, o pudor. O quizá se esté arrepintiendo de haberse entregado nuevamente a mí. No... Eso no. No debe arrepentirse. Somos marido y mujer. Por qué demonios tendría que sentir vergüenza... Sé que está mal pero voy tras ella. Siento la necesidad de alejar sus dudas sobre mí. Hacerle saber que no soy el hombre desalmado que aparento ser, y que lo que menos deseo es hacerle algún tipo de daño, pero es tarde. Sus sollozos retumban en mis oídos cuando intento abrir la puerta que ella misma ha asegurado. Por mi culpa.

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*** Avión, Rumbo a México ***

-No deberías beber tanto... Se te puede convertir en costumbre...- le regaño.

Vuelvo mi atención a la revista que ojeo sin interés. Es algo que hago solo para evitar tener que interactuar con él. Viajamos en avión privado, aun así, Esteban ha insistido en sentarse a mi lado durante todo el trayecto. Noto su sorpresa tras mi regaño, aunque lejos de molestarle parecen agradarle mis palabras.

-De haber sabido que te preocupas por mí...- dice, dejando de lado la copa y girándose a verme con esa mirada que me atraviesa como una daga, esa mirada que me desarma por completo.- Dime, María...- agrega, tomando la revista de mis manos y tirándola a un lado.- ¿Por qué me esperaste durante todos estos años?

-No sé de qué hablas...- respondo, intentando en vano ocultar mi nerviosismo.

-Yo creo que sí...- asegura sonriente.- Anoche que estuvimos juntos... Me pude dar cuenta que no has estado con ningún otro hombre en mucho tiempo... Y hasta me atrevería a asegurar que no has estado con ningún otro hombre que no haya sido yo...

Es en vano mentirle a Esteban. Me conoce mejor que nadie, y mi cuerpo tampoco miente. Aún sigo adolorida y me sonrojo al recordar nuestra actividad de la noche anterior. Esteban lleva su mano a mi mejilla, tocándome con una tierna caricia. Lo miro a los ojos, deseando poder abalanzarme a sus brazos, refugiarme en su pecho, buscar ese consuelo tras tantos años de soledad. Pero no. Ambos nos hemos lastimado demasiado, y lo nuestro no es más que un trato destinado al fracaso. Alejo su mano de mí, negando con la cabeza.

-¿Te arrepientes?- me pregunta.

-No... Pero no volverá a pasar...- respondo, viéndolo sonreír por lo primero.

-Pasara, María...- asegura Esteban con arrogancia.- Y cada que suceda, será porque tú lo desearas tanto o más que yo...

-Vaya...- comento con asombro, sin evitar esbozar una sonrisa.- No cabe duda que la cárcel te ha vuelto más prepotente que nunca...

Fui muy lejos. Lo sé. Esteban retira su mirada de mí y se remueve en su asiento. Le he enfadado con mi comentario. Lo noto en su rostro, y en cómo su mandíbula se tensa por el coraje. Me reprendo a mí misma por mi falta de tacto, quiero tenerle paciencia, comprender su postura pero Esteban en ratos se comporta como un verdadero patán. Me saca de mis casillas y le insulto con lo primero que me viene en mente.

-Perdóname...- murmuro arrepentida, por mis palabras, por dudar de él, por haberlo abandonado, por todo.- Perdóname, Esteban...- repito, abrazándome a su brazo, escondiendo mi rostro en él, conteniendo las lágrimas que amenazan con caer.- Perdóname, por favor...- le suplico.

Esteban no responde nada. En silencio recuesta su cabeza contra la mía y con uno de sus brazos me aferra hacia él. Mi grandulón... No es ningún desalmado, solo necesita mi comprensión. Mi cariño... Mí... ¿Amor?

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Distrito Federal, México

*** Hotel, Suite 626 ***

-Volveremos a la mansión en cuanto sea deshabitada...- le informo a María.- Por lo tanto, con esto será suficiente... ¿Quieres descansar un rato?

No hemos vuelto a discutir. Existe una tensión palpable entre ambos pero sabemos sobrellevarla. A los dos nos conviene ya que al fin de cuentas tendremos que vivir bajo el mismo techo y hasta dormir en la misma cama.

-Quiero ir a casa... Necesito hablar con Héctor y Estrella...- dice María, buscando mi aprobación.

-Imposible... Si te vas no volverás... No soy tonto, María...

-Por favor, Esteban te doy mi palabra... No voy a huir, pero necesito hablar con mis hijos...

-También son míos...- le recuerdo, molesto por su elección de palabras.

-Nuestros...- asiente María, dándome la razón sin más.

No debería sorprenderme verla angustiada. Extraña a nuestros hijos. Seguramente es la primera vez, en toda su vida, que se separa de ellos. De alguna manera, María está sufriendo lo que yo sufrí al verme encarcelado y sin posibilidad de verlos durante tantos años. La única diferencia... Su condena ella se la busco con sus mentiras y engaños.

-¿Para qué quieres verlos? ¿Qué les vas a decir?- pregunto, dejando mi chaqueta sobre el respaldo del sofá.

-Quiero asegurarme que estén bien... Nunca antes me había separado tanto tiempo de ellos...

-Están bien...- le aseguro, tomando asiento al borde de la cama y deshaciéndome de mis zapatos.- Luciano ha estado al pendiente de ellos... No tienes nada de qué preocuparte...

-No puedes prohibir que los vea...- exclama María, sus mejillas sonrosadas por el enfado.

-Claro que puedo y escúchame bien, María... Ni se te ocurra buscarlos sin mí consentimiento...- le advierto.- ¿Te queda claro?

-¡No! Y francamente no te entiendo, Esteban... Yo he accedido a todas tus peticiones, deje a Gerardo, me case contigo, y anoche hasta volví a ser tú mujer...

-Yo no te obligue, María... No lo hagas ver como algo que no fue...- le respondo con indignación.

-¿Qué es lo que quieres, Esteban?- pregunta ella, agotada, cansada de toda esta situación.- Acabemos con todo de una buena vez...

-María...- pronuncio su nombre, sin evitar sonreír levemente, encontrando su enfado divertido.- Esto apenas está por comenzar... ¿Qué es lo que quiero, preguntas? Mmm... Por ahora dormir un rato... Contigo a mí lado...- digo, esbozando una sonrisa y riendo a carcajadas cuando María me avienta una almohada, enfadada antes de salir a la terraza.- Te quiero a ti...- murmuro en un susurro que solo yo logro escuchar.

La quiero. Quiero a María y creo que... Aun la amo. No...

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*** Hotel, Suite 626, Terraza ***

Es un mandón, un autoritario de lo peor. ¿Qué pretende? ¿Mantenerme presa y a su disposición por siempre?

-Lo odio...

Mi vista se pierde entre el congestionado panorama de la ciudad. Comienza a atardecer, todo mundo se dirige a casa, seguramente a donde les esperan sus familias. Hijos, padres, parejas... Y aquí estoy yo... En un cuarto de hotel y con Esteban. Mi marido. ¿Cómo se supone debo explicarle esto a mis hijos?

-Me odiaran...

Pierdo la noción del tiempo y cuando entro nuevamente a la habitación lo encuentro tendido sobre la cama, profundamente dormido. No resisto la tentación de acercarme a él y tocarlo.

-No...- murmuro a mí misma, deteniendo mi mano a solo centímetros de su hermoso rostro.

Se ve tan tranquilo, tan en paz, una serenidad que no es visible cuando está despierto. Miro sus labios. Esos labios que me han besado, como nadie más lo ha hecho en mi vida. Y su pecho, parcialmente descubierto bajo su fina camisa blanca, invita a ser acariciado. Y sus piernas, largas y bien torneadas aun a través de sus pantalones son difícil de ignorar... y su abultada entrepierna...

-¿Te gusta lo que ves?

Su voz me toma por sorpresa y mi mirada se clava en la suya compuesta de un par de penetrantes ojos verdes. Me ha visto mirarle pero intento restarle importancia a sus palabras, fingiendo indiferencia ante su presencia, ocultando mi nerviosismo por tenerlo cerca.

-Creí que estabas dormido...- respondo, alejándome de él y acercándome al tocador, mirándolo con discreción a través del espejo.

-Lo estaba...- contesta, sentándose al borde de la cama y poniéndose de pie después de revisar su celular.- Pero te sentí a mi lado...

Esteban se acerca a mí lentamente posándose tras mi espalda y envolviéndome con sus brazos. Me cuesta tanto rechazarlo y me desconozco a mí misma. Un instante lo odio por todo el sufrimiento que me ha causado pero a la vez, no he podido olvidar lo mucho que Esteban significo en mi vida. Es el padre de mis hijos. Mismos que ahora me prohíbe ver.

-Esteban...- digo con firmeza, tensándome entre sus brazos, removiéndome entre ellos con intención de apartarme de él cuando comienza a besar mi cuello.- No...

-Ya, María...- responde en tono fuerte, enfadado y mirándome a los ojos a través del espejo frente a ambos.- Estamos casados... Llevemos la fiesta en paz, ¿quieres?- agrega, ejerciendo presión a su agarre, inmovilizándome por completo.

-Eso intento pero tú y tus exigencias son demasiado para mí...

-¿A qué exigencias te refieres?- pregunta, murmurando contra mi oído.- ¿Hmm? Anoche las cumpliste muy bien...

-Para...- le pido, logrando soltarme un poco de él para verlo de frente.

-¿Qué?- pregunta sin entender.

-No sigas... Estamos casados, pero no se te olvide que es solo una farsa para beneficio tuyo...

-Y tuyo también...- responde Esteban, terminando de soltarme.- No tuviste que aceptar María, pudiste negarte pero no lo hiciste...

-Sabes por qué...

-No soportas la idea de perderlos, ¿verdad?- me pregunta.- De que te odien... Te desprecien... A ti, quien les dio la vida... Y quien los quiere por sobre todas las cosas...

Es verdad. Temo todo eso y más, pero con las palabras de Esteban comprendo que él también siente ese mismo temor. Por eso no se ha acercado a ellos, y hasta dudo sea capaz de realmente cumplir su amenaza y contarles toda la verdad. Su nostalgia se refleja en su rostro, y en gesto pensativo mira hacia el vacío. Me siento culpable, aunque no debería. ¿O sí?

-Yo no la mate, María...- dice de pronto Esteban, como leyendo mi pensamiento, y aclarando esta duda que por años me ha atormentado.- Yo no mate a Patricia... Pero si nuestros hijos se llegaran a enterar que pague por ese crimen me odiarían más de lo que pudieran despreciarte a ti por tu mentira... Tus temores, los comparto injustamente... ¿Me crees?- pregunta, refiriéndose a su inocencia de aquel atroz crimen.

Esteban me mira expectante, y lo observo en silencio. Siempre dude. Mi miedo me acobardo, mis celos me cegaron. Él me amo como a nadie y yo lo abandone, creyendo en lo que había dictado el juez. Fui muy injusta con él, al igual que todos. Pero ya no.

-Sí, Esteban... Te creo... Tú no mataste a Patricia...

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*** Hotel, Lobby, Restaurante ***

-Todo está listo... Mañana todos esperan al presunto inversionista que salvara la empresa...

María y yo miramos a Luciano, atentos a sus palabras. Estoy más al tanto de lo que ocurre que María, por eso no es sorprendente que ella tenga preguntas y dudas.

-¿Salvar la empresa?- pregunta confundida.- No entiendo...

-Están al borde de la quiebra, María...- le informo.- Quien esté al frente no ha sabido manejar los fondos adecuadamente...

-¿Alba?

-Probablemente...- responde Luciano.- Aunque Esteban sospecha que pueda ser Bruno o Demetrio...

-Ellos conocían bien el manejo de la empresa...- comento.- No me extrañaría que... Alba depositara su confianza ciegamente en ellos...

-Alba...- dice María, mirándome a los ojos.- Tú tía... Jamás ha sido el tipo de mujer que tome riesgos... Para bien o para mal... Así que dudo mucho que no esté al tanto de lo que pasa en su propia empresa...

-María tiene razón, Esteban... No podemos descartar la posibilidad de que tú tía sea quien los haya llevado a la ruina...

-No la llamen así...- exijo, levemente molesto.- Esa mujer dejo de ser algo mío el día que decidió darme la espalda... Me abandono a mi suerte sin importarle que fuera su sobrino... Eso no lo puedo perdonar...

Luciano asiente, y María agacha la mirada, sintiéndose culpable. Sí lo es, tanto como Alba. Pero con María he sido capaz de compadecerme de ella aun cuando jure no lo haría. Es raro. Ya no siento ese constante desprecio por su abandono de hace poco más de quince años.

-A ti... Te necesito... Por eso te busque...- digo en voz firme, mirándola fijamente a los ojos.- Porque aparte de ayudarme a recuperar a mis hijos, me ayudaras a recuperar mis bienes... Y si es verdad que me crees, que no soy un asesino... Quizá juntos, hasta logremos encontrar al verdadero culpable de la muerte de Patricia...

-¿Contamos contigo?- pregunta Luciano a María.

-¿Acaso tengo otra opción?

-No...- respondo yo a su pregunta.- Pero que quieras ayudarme hace toda la diferencia del mundo...

-Es verdad lo que dice Esteban, María...- agrega Luciano.- Mira yo no estoy de acuerdo con lo que quiere hacer, él lo sabe... Creo que ambos se expondrán demasiado... Pero si los ven unidos, será difícil para ellos hundirlos... Ustedes ya cuentan con bastantes enemigos, no necesitan más, mucho menos si se trata de ustedes mismos...

-¿Debemos fingir entonces, que somos el matrimonio perfecto?- pregunta María, mirándome a mí y a Luciano con indignación.- ¿Jugar a los enamorados frente a todos ellos? ¿Es eso lo que están tratando de decir?

-En pocas palabras...

-Sí, María... Eso es exactamente lo que estamos tratando de decir, y es exactamente lo que tú y yo haremos...

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*** Empresas (Anteriormente) San Román ***

Miro a través de la ventana del auto por enésima vez. Hemos llegado. Al fin, después de quince años vuelvo al lugar en donde todo empezó. No evito alejar de mí cierta nostalgia ante los recuerdos, buenos y malos, que este lugar me trae. Esteban lo nota, y posa una de sus manos sobre la mía. Él también está ansioso. Llevamos solo minutos en el auto estacionado, esperando la llamada de Luciano pero esos minutos parecen toda una eternidad.

-¿Nerviosa?- me pregunta Esteban, su voz es suave, tranquilizadora.

-Mucho... No sé si pueda...

-Claro que podrás...- me asegura, aun acariciando mi mano, tal vez inconscientemente.- Yo también estoy nervioso, ¿sabes?

-No lo parece... Lo disimulas muy bien...- respondo, animándolo, al igual que hacía años atrás cuando aún era su secretaria.

Esteban lo recuerda. Sonríe ampliamente y le miro más relajado. Por un tiempo más mantiene mi mano presa entre la suya y no es hasta que su celular irrumpe en el silencio que me suelta para atender la llamada. Es Luciano. Ya están todos en la sala de juntas esperando.

-Vamos...- dice Esteban, ofreciéndome su mano después de haber salido del auto, y juntos nos dirigimos al ascensor.

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>>>Flashback<<<

***Empresas San Román***

-Buenos días señor San Román...

-Buenos días, Laura...

-Hola, Laura...

-¡Hola mi niño!

Laura es muy buena. Es secretaria de papá. Cada que lo acompaño, ella me regala muchos, muchos dulces y me deja jugar en su computadora hasta que yo quiera. También me gusta la oficina de papá. Es muy grande y se mira toda la ciudad desde su ventana.

-Ven aquí, campeón...- me llama papá y yo corro a su lado.- Venimos a trabajar... No ha jugar, eh...

Papá me sienta en su pierna y ambos miramos la pantalla de su computadora. No entiendo nada de lo que hace, apenas voy en segundo grado. Pero me gusta estar con él. Trabaja mucho y pasa muy poco tiempo con mamá y conmigo. En unos días ellos irán de vacaciones a un lugar muy lejos. No me pueden llevar con ellos porque dice papá que es una sorpresa solo para mamá.

-Ey, campeón... ¿Miras todo esto?- pregunta papá, refiriéndose a su escritorio, y su oficina, y el edificio entero.- Todo será tuyo algún día...

-¿Todo?- pregunto fascinado.

-Todito... Por eso tienes que estudiar mucho, y comer mucho para que crezcas grandote y fuerte-

-¡Como tú!

-Mhm... Como yo...- responde papá, y me abraza fuerte contra su pecho.- Te quiero, hijo...

-Yo te quiero, pá...

>>>Fin de Flashback<<<

Son pocos los recuerdos que tengo de mi padre, pero de alguna manera todos tienen que ver con esta empresa. Él amaba esté lugar y con el tiempo yo también aprendí a hacerlo. Confié en quienes no debí hacerlo y por mucho tiempo han explotado el patrimonio familiar a su antojo. Pero eso termina ahora.

-¿No vas a tocar antes de entrar?- pregunta María, rápidamente.

Se escuchan voces al otro lado de la puerta. Ya todos están impacientes y Luciano indica que pronto estaré con ellos. Disfruto de su inquietud, y su expectativa. Miro a María y sonrió, tomándola de la mano antes de tocar tres veces y abrir la puerta que nos presenta ante ellos.

-¿Esteban?- preguntan en asombro, sus caras pálidas por la sorpresa, y aterrados como si un fantasma estuviesen mirando.

Servando, Alba, Bruno, y Demetrio...    

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