*** Carretera ***
Dejo caer mi celular sobre el asiento a mi lado con resignación. No he logrado comunicarme con María ni siquiera a través de mensajes de texto. Resoplo con fuerza enfadado, frustrado por tener que llegar a un hogar vacio y todo por culpa de Servando. Mis manos se cierran con fuerza sobre el volante al pensar en ese infeliz. Cree que alejándose, queda descartado como presunto asesino de Patricia pero no. Todo lo contrario. Su conducta me lleva a sospechar de él más que nunca y no solo de ese crimen cometido hace tantos años, sino también del fraude realizado en mi empresa. Detengo mi auto justo frente al portón de mi casa al percatarme de la inesperada presencia de Alba seguramente aguardando mi llegada.
-¿Qué haces aquí?- pregunto con hostilidad.
-Esteban, hijo... Necesitaba verte...- responde con tormento en su voz.- Escucharte... No soporto más tu indiferencia, Esteban... Soy tu tía, no puedes seguir tratándome así...
-Fuiste tú quien me dio la espalda sin importar que yo fuera tú sobrino... ¿Cómo puedes esperar que te trate de otra manera? ¡Mi vida se fue al demonio por culpa tuya y de todos ellos!
-¡¿Y María?!- pregunta, exaltándose al igual que yo.- ¿Cómo es que a ella si la has perdonado lo suficiente como para volver a convertirla en tú esposa?
-María... No fue más que una víctima más de todo lo ocurrido... Tú, te valiste de tus influencias y poder para despojarla de todo y eso, también tengo que reprocharte...
-Siempre fue una arribista...- espeta con desprecio.- Te deslumbro con su fingida inocencia y tú fuiste tan ingenuo para caer en sus garras, Esteban...
-¡Mis hijos también estaban de por medio!- le reprocho.- Al menos debiste apiadarte de ellos por mí...
-Actué por impulso, yo... No pensé bien lo que hacía, Esteban... Estaba destrozada por dentro, no podía creer lo que te estaba pasando y...
-Nada justificara lo que hiciste... Así que, por favor ya no te esfuerces... Las cosas entre nosotros son como son y te aseguro que no cambiaran... Vete...
-Esteban...- murmura en protesta.- Todo fue su culpa...
-No quiero escucharte más...- la interrumpo.- Vete ya...- repito, observándola dar media vuelta y retirarse a su auto con resignación.
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*** Cabaña ***
-Mamá, no puedes irte... ¿Has visto la hora que es? Regresar a la ciudad en este momento puede ser peligroso...
Héctor me detiene al notar mis intenciones cuando tomo las llaves del coche y mi bolso. Intento no parecer nerviosa y mucho menos alterada ante mi hijo, agradeciendo que Estrella ya se encuentre dormida en su recamara, pero resulta en vano. Lo que acabo de leer en ese diario es inconcebible. Alba ama a Esteban como mujer, a su sobrino, sangre de su sangre. Por más insólita que resulte esa aberrante verdad, esclarece ante mis ojos ese odio que Alba siempre ha mostrado tenerme. Son celos. Envidia que yo tenga el amor de Esteban cuando ella no puede más que anhelarlo en secreto sin esperanzas de algún día ser correspondida. Me desprecia por ser esa mujer que ella toda su vida ha deseado ser y ahora, tras esa verdad también surgen demasiadas preguntas en espera de ser respuestas.
-Tengo que hacerlo, hijo... Ha surgido un imprevisto...- explico rápidamente, esperando convencerlo con mis palabras.
-Entonces iremos contigo...
-No...
-No tiene caso que Estrella y yo nos quedemos aquí si tu no lo haces, mamá...
-Volveré cuanto antes...- le aseguro.- Pero, por favor tienen que esperarme aquí...
-¿Por qué, mamá?- pregunta Héctor, y la duda y confusión se hace evidente en la expresión de su rostro.- ¿Qué es lo que pasa?
-Acordamos en que no ibas a hacer preguntas...
-¿Tiene que ver con él?- pregunta Héctor, haciendo caso omiso a mi petición.
-¿Con quién?
-Con Gerardo... ¿Esta en la ciudad? ¿Es por eso que quieres regresar?
-Héctor...- me quejo, queriendo que detenga su ataque de preguntas.
-Por favor, mamá...
-No es por él...- respondo rápidamente.- Es otro asunto... Uno de suma importancia para todos nosotros, hijo...
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*** Despacho, Mansión San Román ***
"Todo fue su culpa, Esteban... Si solo se hubiera alejado de ti..."
Qué demonios quiso decir con eso. Maldita sea no puedo sacarme sus palabras de mi mente. Debí preguntárselo. Debí exigirle una explicación a lo que dijo, pero... No sé. Tal vez Alba solo esté jugando conmigo. Quiere que dude de María, mi esposa, la mujer que amo y que sé me corresponde.
"Las cosas pudieron ser diferentes, Esteban... María lo sabe... Siempre lo ha sabido..."
Servando. Doy un trago a mi copa y una ola de coraje invade mi cuerpo. Maldito cobarde. Me prohíbo a siquiera especular en lo que quiso insinuar con sus palabras. No...
-Todo va a estar bien...- me digo a mí mismo en voz alta, mientras me sirvo otro trago.
-Señor...
-¿Qué pasa, Transito?
-El señor Cisneros está aquí... Pide hablar con usted...
-Hazlo pasar, por favor...
-Enseguida, señor...
Consulto mi reloj, un poco extrañado que Luciano busque hablar conmigo a esta hora. Tal vez traiga noticias. Aunque en estos momentos lo único que quisiera es saber cómo esta María, igual me intriga la visita de mi amigo. Le invito a pasar y ofrezco asiento, notando los documentos que lleva con él en su mano.
-¿Pasa algo?- pregunto un poco intrigado.
-Recibí información en referencia a las transacciones que se han hecho en la empresa durante los últimos diez años...- explica Luciano.- Aquí están los estados de cuenta con las cifras exactas que mensualmente fueron extraídas...
-Es muchísimo dinero... Esto explica entonces la crisis económica por la que atraviesa la empresa...- comento con coraje.- ¿Tenemos al responsable?
-No en concreto... Pero el dinero parece haber sido depositado a una cuenta bajo el nombre de, Rufino Sánchez...
-¿Rufino Sánchez?- pregunto con confusión al no haber escuchado ese nombre en mi vida.
-Sí... Lo más probable es que se trate de un prestanombres y los verdaderos responsables se encuentren dentro de la empresa... Lo ideal sería dar con ese tal Rufino Sánchez y saber cuál es su aporte en todo este asunto...
-Mañana mismo le pido a Muñoz que empiece la búsqueda... Estoy casi seguro que Servando y Demetrio tienen mucho que ver con todo esto y por mi cuenta corre que sus fechorías no sigan impunes...
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Sus manos están totalmente ensangrentadas. Su mirada perdida. Ay gritos de horror de quienes poco a poco van descubriendo la escena. Patricia está muerta. Muerta. Siento un mareo y me sostengo de la pared, manteniéndome de pie. Tiene sangre en sus manos. Esteban. Mi marido tiene la sangre de Patricia en sus manos.
-¡Él la mato! ¡Yo lo vi! ¡Fue Esteban quien asesino a Patricia!
Servando hace sus acusaciones y no evito soltar en llanto ante sus palabras. Todo sucede demasiado pronto y cuando vuelvo a levantar la mirada en busca de Esteban, dos oficiales lo sacan bruscamente arrestado de la habitación.
-¡Esteban! ¡Dime que no es verdad! ¡Dime que no es cierto!
Lo escucho negar todo lo que se le acusa aun sobre el caos que se desata. Entre los testigos, busco alguna palabra de aliento, alguna certeza de que Esteban no hizo lo que Servando asegura. Pero todos parecen convencidos, y yo me desplomo sobre el piso, llorando inconsolable.
-La mato...
-Esteban era el único aquí antes de que nadie llegara...
-Sus manos esteban manchadas de sangre...
Los murmullos de los presente corren por mi mente en un fuerte y constante eco que casi me enloquece. No quiero creer. No lo quiero. Aun así, la detención de Esteban provoca un gran vacío en mi interior. Vacio que en ese instante siento jamás volverá a ser llenado.
-Esteban... Mi amor... ¡Esteban!
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Un fuerte trueno que se dispersa por el cielo me despierta de mi aterradora pesadilla. Mi respiración se normaliza poco a poco y llevo mi mano a mi vientre, acariciando, confortando a mi bebé. Necesito estar tranquila. Es lo que Esteban me ha pedido. Necesito estar tranquila. Suspiro y vuelvo acostarme, mirando el techo de la habitación en la oscuridad, escuchando la lluvia que comienza a caer y golpea contra el vidrio de las ventanas.
-Esteban...- digo en un susurro, abrazando contra mi pecho la almohada que se encuentra a mi lado.- Te extraño, mi amor... Te extraño...- repito cantidad de veces, sintiendo en mi alma que él también anhela mi presencia.
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*** Sala de Juntas, Empresas San Román ***
-Estoy dispuesto a pagar un precio razonable por las acciones que te vendió Servando... Creo que para nadie es un secreto que tú presencia está de más en esta empresa...
-Ya te dije... Es con María que quiero negociar... No contigo...
Fulmino a Salgado con la mirada, haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener la calma. Un maldito nuevo día llega y todo parece seguir igual de caótico. Tener que soportar su presencia es casi agonizante y el no saber aun nada de mi esposa aumenta a mi mal humor.
-No juegues conmigo, Gerardo...- le advierto.- Las cosas no se harán a tú manera...
-Entonces mis acciones no están en venta... Así de simple, Esteban...- responde con descaro.- ¿Pretendes esconder a María por siempre?
-Eso a ti, no te importa...- respondo, poniéndome de pie al igual que el imbécil de Salgado.- Y piensa muy bien lo de mi oferta porque si se comprueba que Servando es quien me ha estado estafando, perderás los derechos sobre esas acciones a como dé lugar...
-Tomare ese riesgo... María lo vale...- asegura, y sé que sus palabras no son más que provocaciones para hacerme perder los estribos.- Conoces mis condiciones, Esteban... Búscame si decides ceder...
Salgado se marcha, la estúpida sonrisa aun plasmada en su rostro, seguro de tenerme en sus manos. Pero no pienso ceder. María está lejos, segura del alcance de todos ellos y así seguirá. Resoplo con enfado y vuelvo a tomar asiento. Bruno y Demetrio solo se miran entre sí. Todo lo discutido siendo irrelevante para ellos. Oh bueno, casi todo.
-¿Servando te ha estado estafando?- pregunta Demetrio con un nerviosismo que pudiera delatarlo como cómplice o autor de las transacciones realizadas.
*** Oficina de Esteban ***
-Tranquilízate, Esteban... No ganas nada alterándote de esa manera...
-Me está colmando la paciencia, Luciano... Y sé que lo hace al propósito...- aseguro, caminando de un lado a otro, deshaciéndome de mi corbata y saco, cuales aviento sobre el sofá.
-Con más razón entonces... No debes darle el gusto de verte así...
-Intento controlarme... Pero menciona a María y... El solo hecho de saber que estuvo a punto de convertirla en su esposa me mata de celos...
-Por dios, Esteban... Eso es absurdo...- se queja Luciano.- María es tú esposa, eso nadie, mucho menos Gerardo lo podrá cambiar...
Luciano tiene razón. Reflexiono un poco en sus palabras. Mientras María y yo nos amemos, nada ni nadie se interpondrá entre nosotros. Tomo asiento en el sofá y acepto la copa que Luciano me tiende.
-Gracias...
-Te haría bien alejarte unos días de la ciudad, ¿sabes?- sugiere él.
-¿A dónde iría? Sin María a mi lado, no tengo ganas de nada...
-Entonces ve con ella... A la cabaña...
-No puedo hacer eso... Ahí están mis hijos también...- respondo con pesar.
-Es la oportunidad perfecta para acercarte a ellos, Esteban... Conocerlos un poco más... No necesariamente tienen que decirles toda la verdad...
-No sé...
-Anímate... Un día más lejos de ella y me temo que perderás la cabeza...- bromea Luciano, y no evito reír ante sus palabras, considerando realmente hacer lo que sugiere.
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*** Afueras de la Cabaña ***
El viento acaricia mi rostro mientras avanzo por el fangoso camino hacia la cabaña. Está mañana, la lluvia ha cesado y Héctor y Estrella han insistido en salir a explorar un poco el bosque. Realmente no he tenido excusa para negarme, y regresar a la ciudad en estos momentos no figura dentro de mis planes. No porque no desee con todas mis fuerzas hablar con Esteban, sino porque hacerlo ahora expondría a mis hijos demasiado. Héctor se niega a dejarme ir sola y si él me acompaña, también lo haría Estrella. Detengo mi andar y giro para verlos en la distancia. Se han atrasado juntando leña para la chimenea dentro de la cabaña. Sonrió a mí misma y no evito posar mis manos sobre mi vientre, pensando en esa nueva vida que crece dentro de mí. Mis hijos... Míos y del amor de mi vida. Haría cualquier cosa por verlos feliz.
-María...
-¿Esteban?
Giro rápidamente hacia su voz, con los nervios de punta al verlo de pie frente a mí. Ha venido. No pensé que lo haría estando Héctor y Estrella aquí. Lo tomo del brazo y retomo mi andar, alejándonos a ambos lo más posible de nuestros hijos.
-No debiste venir...- le digo, no molesta, pero sí muy angustiada.
-¿No te alegra verme?- pregunta él con pesar.
-Por supuesto que sí... Mi amor, te he extrañado demasiado...- respondo, permitiéndome besar sus labios con ternura.
-Yo no he podido dejar de pensar en ti...- asegura él, provocando una ligera sonrisa en mi rostro.- ¿Están allá?- pregunta, refiriéndose a nuestros hijos.
-Sí... Tienes que irte, Esteban... No sabría qué decirles si nos ven juntos, mi amor...
-Podemos decir que somos amigos...- sugiere, buscando insistentemente con la mirada a Héctor y a Estrella.
-Por favor, Esteban...- le suplico.- No conoces como son...
-Precisamente es lo que pretendo, María... Conocerlos un poco más...- dice Esteban y me veo brevemente hipnotizada por la serenidad que su rostro refleja.
Suelto su mano rápidamente cuando Héctor y Estrella llegan hasta donde nos encontramos y resulta demasiado tarde para hacer a Esteban cambiar de opinión. Hay un breve silencio entre los cuatro y nuestros hijos nos miran con curiosidad y confusión a la vez. Mantengo mis nervios bajo control repitiéndome en mi mente que no tienen motivo para si quiera imaginar que el hombre que ven ante ellos es su padre en realidad.
-¿Usted?
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Pensé que esto sería más fácil. Enfrentar a mis hijos. Es diferente a las veces anteriores que casualmente les he visto porque ahora sé que son ellos. Héctor... Y Estrella. Ambos me miran con desconfianza, seguramente preguntándose qué demonios hago aquí y conversando con su madre.
-¿Todo bien, mamá?- pregunta Héctor a María, mientras se acerca a su lado en gesto protector, acto que me hace sentir de alguna manera orgulloso de él.
-¿Qué hace aquí esté señor?- cuestiona Estrella a su madre.- ¿Quién es usted? ¿Nos está siguiendo?- agrega al interrogatorio, está vez centrando su atención en mí.
-Yo...
-Hijos... Él es Esteban...- interrumpe rápidamente María.- Es el dueño de está cabaña...
-Viene a corrernos...- deduce Estrella.
-No... Por supuesto que no...- aseguro rápidamente.- Yo solo venia a...
-¿A qué, señor?- pregunta Héctor, un poco a la defensiva después de no recibir respuesta inmediata de mí parte.
-A platicar con su madre...
-¿Acerca de qué?- agrega Estrella.
-Estrella, Héctor...- interviene María por segunda vez.- Esteban es un viejo amigo y me ha ofrecido empleo en su empresa... Hay varias cosas de las que tenemos que hablar... Por favor entren, hijos... Ya los alcanzo...
-¿También es amigo de Gerardo?- pregunta Héctor antes de hacer cumplir la petición de su madre.
-Todo lo contrario...- respondo.- Creo que tanto él como yo estamos de acuerdo en considerarnos enemigos...
-Pero estuvo en aquella fiesta...- comenta Estrella, recordando mi presencia en la fiesta de compromiso de su madre.
-Asistí sin ser invitado...- aseguro.
-¿También aquella vez fue a platicar con mamá?- pregunta Héctor.
-¿Quieren que les sea totalmente honesto?- pregunto, ambos asienten y noto el nerviosismo en la mirada de María.- Sí... También aquella vez, fui únicamente para ver a María...
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*** Sala, Cabaña ***
No sé en qué momento sucede, pero los cuatro terminamos entrando a la cabaña, Héctor y Estrella realmente interesados en conocer más de Esteban. Intento relajarme, confiando ciegamente en la discreción de mi marido. No sería capaz de decírselos ahora. Sorpresivamente, él parece agradarles a ambos aun prácticamente siendo un completo desconocido para ellos.
-¿Desde cuándo conoce a mamá?- pregunta Estrella, pero no con tono de interrogación sino con mera curiosidad e interés.
-¡Uf!... - exclama Esteban, provocando la risa de ambos.- Si la memoria no me falla, creo que desde hace como veinte años...
-¿Veinte años?- pregunta Héctor con asombro mientras Esteban asiente con la cabeza.
Es verdad. Veinte años. Sonrió al recordar aquella vez que lo vi por primera ocasión. No era en absoluto lo que imaginaba como jefe pero era todo lo que soñaba como marido. Se enamoro de mí, y yo de él. Juntos tuvimos dos hijos y ahora, después de una larga separación, aquí estamos. Nuevamente juntos. Los cuatro y un nuevo bebé que viene en camino. Todo es perfecto. Como si aquella tragedia jamás nos hubiese separado.
-Si conoce a mamá hace tanto tiempo, eso quiere decir que también conoció a nuestro padre...- deduce Estrella después de varias horas de conversación con Esteban.
-Se está haciendo tarde...- intento intervenir, dejando de lado la taza de café que sostenía entre mis manos para ponerme de pie.
-¿Lo conoció, señor?- pregunta Héctor, al igual que su hermana interesado en obtener respuesta a esa pregunta.- ¿Conoció a mi papá?
-Seguramente tienes muchos asuntos que atender en la ciudad, la carretera puede ser peligrosa cuando anochece...- comento, fijando mi mirada en la de Esteban, pidiendo en una silenciosa suplica que se marche.
-Mamá...- interviene Estrella.- Pareciera que lo estas corriendo...
-Por supuesto que no, hija...- aseguro un tanto avergonzada.
-No te preocupes, Estrella...- dice Esteban amablemente, y poniéndose de pie al igual que yo.- Conozco a tú madre y sé que actúa de buena fe...
-Pero no puede irse todavía, señor... Aunque apenas lo conocemos, nos ha caído muy bien...
-Gracias, Héctor...- responde Esteban.- No sabes lo mucho que significan tus palabras...
-Quédese... Por favor...- pide Estrella, sorprendiéndome tanto como a Esteban con su petición.
-No creo que sea correcto...- murmura él, mirándome a mí con discreción.
-Es su cabaña... Si alguien está de más aquí somos nosotros...
-Mi hermana tiene razón... Además parece que ha comenzado a llover... Quédese...
-¿Tú qué dices, María? ¿También quieres que me quede?
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Condena De Amor
RomanceHace quince años, a Esteban lo culparon de un crimen que no cometió pero hoy está de regreso en busca de justicia y de todo aquello que un día le fue arrebatado...