Capítulo XI

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*** Mansión San Román ***

-Gerardo... ¿Me permitirías un minuto en mi despacho?

-Por supuesto...

Me esfuerzo por mantener la calma pero mis manos se cierran en puños mientras centro mi atención en Servando. El muy imbécil sonríe por lo bajo, delatando así su cobarde acto. Pero no pudo hacerlo solo. Seguramente fue Demetrio quien lo puso al tanto de la previa relación entre María y Salgado. Fulmino a ambos con la mirada, y los demás se ven entre sí comprensiblemente confundidos ante la presencia del desconocido y su íntimo apelativo hacia mi esposa. Mi esposa...

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Observo a Esteban alejarse y lo pierdo de vista cuando entra a su despacho. No logro alejar de mi mente esa sonrisa cargada de malicia en el rostro de Gerardo y temo por el bien de mi marido. Un repentino mareo hace que me lleve una mano a mi frente y siento las manos de Luciano auxiliarme, evitando que me desplome al piso frente a ellos. Servando. Enfoco la vista en él, odiándolo profundamente y renegando sin temor de su existencia. Fue él... Tuvo que haberlo sido.

-Fuiste tú...- le acuso, refiriéndome a mucho más que solo el haber traído a Gerardo. 

-Es solo un posible socio...

-Fuiste tú maldito infeliz...

-María, tranquilízate... No te hace bien...

Las palabras de Luciano me hacen reaccionar. Pienso en mi bebé y en las cantidades de veces que Esteban me ha pedido estar tranquila por él. No gano nada haciendo acusaciones si no hay pruebas que existan en su contra. Eso me enfurece. Fue él... Tuvo que haber sido él.

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*** Despacho ***

-Debí saberlo... Aquella noche que estuviste en mí casa, no fue precisamente para hablar de negocios... Sabes... Ahora entiendo el comportamiento de María... Estaba nerviosa, casi aterrada ante tú presencia... Eres tú ese pasado que ella tanto deseaba olvidar...

Aprieto la mandíbula al escuchar esas palabras. Es verdad lo que dice. Yo fui esa sombra oscura en el pasado de María. Mi recuerdo fue lo que le impidió seguir adelante y rehacer su vida. En otras circunstancias me odiaría a mí mismo por ello, pero ahora estoy con ella. He vuelto para amarla plenamente como nunca deje de hacerlo. Eso ni Gerardo, ni nadie lograran comprender.

-María estuvo a punto de ser mía... Y tú te interpusiste en mi camino...

-María jamás te correspondió...

-¡Pero iba a hacerlo!- exclama Salgado.

-Es inútil hablar de lo que no fue, y nunca será... -respondo con firmeza.- María es mi esposa... Te guste o no, esa es la realidad...

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*** Vestíbulo ***

-Como siempre... Solo le sigues trayendo problemas a Esteban...

Alba no tarda mucho en lanzar sus venenosos ataques. Solo la miro en silencio, con el mismo desprecio que ella demuestra tenerme. Carmela, por otra parte, llora inconsolable y hasta casi logro sentir lástima por ella. Los demás, murmuran entre sí, seguramente intentando entender lo que ocurre. Que Gerardo me haya llamado, "mi amor" no paso desapercibido para nadie.

-Yo lo sabía...- irrumpe la voz de Servando.- Yo sabía que ustedes dos no han estado juntos durante todos estos años... Su matrimonio, es una farsa...

-Piensa lo que quieras...- respondo de inmediato.

-Atrévete a negarlo...- agrega Demetrio, con ese tono burlesco que le caracteriza.- Si no es verdad lo que dice Servando, atrévete a negarlo...

-No lo hará...- interviene Alba, y vuelve a ella esa seguridad mientras sonríe con cinismo.- Siempre fue una oportunista y las cosas no tienen por qué ser distintas ahora...

-Ese hombre allá adentro con Esteban... ¿Es tú amante?- pregunta Fabiola, sintiéndose con suficiente derecho de juzgarme si así lo fuera.

-Belleza, por favor...- recrimina Bruno.

-Más que amantes...- continua Demetrio.- Ana Rosa asegura estuvieron a punto de casarse...

-¿Y tus hijos?- pregunta Alba.- ¿En donde están tus hijos, María?

-Nunca lo sabrán...

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*** Despacho ***

-Crees que has ganado... Pero no me conoces... Puedo llegar a ser muy persistente para obtener lo que quiero...

Este imbécil qué se cree. Hablar de esa manera como si María no fuera más que un objeto. Me está agotando la paciencia pero no debo alterarme. No debo alterarme.

-¿Y qué es lo que quieres?- pregunto, aun sabiendo la respuesta.

-Lo que me quitaste...

-Yo no te he quitado nada... Dices que no te conozco... Pues tú tampoco me conoces a mí...- le aseguro, mirándolo fijamente a los ojos.- Pelear por el amor de María, es una batalla pérdida para ti... Ella me ama, siempre me ha amado... No en vano he sido el único hombre en su vida...

-Eso no es verdad...

-Por supuesto que lo es...- aseguro rápidamente, con la certeza de saberla plenamente mía.

-Créelo si puedes... Dúdalo si quieres...- dice Salgado, sonriendo y burlándose mientras habla.- Pero una cosa sí es segura... Fui yo quien estuvo allí para consolarla cuando tú no estabas... Eso, Esteban... Ella jamás lo olvidara...

-Vete...- le exijo.- Vete ahora, y no vuelvas a aparecerte en nuestras vidas...

-Lamento no poder complacerte, pero Servando me acaba de vender sus acciones en tú empresa... Ahora somos socios... ¿Acaso no era eso lo que en un principio querías?

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*** Vestíbulo ***

Todo sucede tan rápido que apenas tengo tiempo para reaccionar. De un momento a otro Esteban se abalanza sobre Servando, de un golpe en el rostro llevándolo hasta el piso. Nadie más que Luciano intenta en vano separarlos cuando Servando logra jalonear a Esteban, propinándole así unos cuantos golpes en su contra.

-¡Esteban!- grito con desesperación.- ¡Déjalo!

-¡Tranquilícense los dos!- exige Luciano, interponiéndose entre ambos.- ¡Así no van a resolver nada!

-¿Esos modales aprendiste en la cárcel?- le provoca Servando.

-Cállate infeliz... Eres un miserable... ¡Lárgate de aquí!

-Mi amor, cálmate por favor...- le suplico a Esteban, acercándome a su lado, abrazándolo, haciéndole saber que necesito que se tranquilice.

-No cambiaras nada al alejarme, Esteban...

-¡Lárgate infeliz!

-Esteban, por favor...- suplico una vez más.

-Te atreviste a retarme, pues estas son las consecuencias...- responde Servando.- Las cosas pudieron ser diferentes, Esteban... María lo sabe... Siempre lo ha sabido...

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*** Despacho, Mansión San Román ***

Tomo un sorbo de mi copa, el alcohol haciendo arder la pequeña herida sobre mi labio. Ganas de matar al imbécil de Servando no me faltaron. Fui un idiota en creer que podía confiar en todos ellos. Si no fuera por mis hijos, mandaría todo al demonio y dejaría que la verdad se supiera de una vez por todas. Soy inocente. Fui condenado injustamente. ¿Me creerían?

-Esteban...

La voz de María, casi temerosa irrumpe en el silencio y retiro la vista del fuego de la chimenea para verla. Ya todos se han marchado después de yo mismo haberles exigido que lo hicieran. Necesitaba estar solo, incluso la compañía de mi adorada María no era suficiente para tranquilizarme.

-Déjame curarte...- me pide, y veo carga con ella un frasco de alcohol y algodón.

-Ahora no, María... Estoy bien...

-Por favor, mi amor... No me rechaces... No me alejes de ti...- suplica, arrodillándose a mi lado y tomando mi rostro delicadamente entre sus manos.

Las palabras de Servando hacen eco en mi mente. Las de Gerardo, y hasta las de Alba también mientras miro a mi esposa a los ojos. Soy un patán. El peor de los hombres por dejarles sembrar esa duda en mí. María me ama. Me lo ha demostrado. No es más que una víctima más de todos ellos. Al igual que yo. La beso dulcemente en los labios, y la abrazo con fuerza, apegándola a mi pecho, sintiendo su calor, recibiendo su cariño y amor.

-Perdóname...

-No me pidas perdón... Tú no me has hecho nada...- responde María, sonriendo a pesar de todo lo ocurrido horas atrás.

-Y sería incapaz de hacerlo...- le aseguro, correspondiendo a su adorable sonrisa.- Prometí protegerte... A ti y a nuestros hijos...- agrego, recibiendo su completa atención.- Es por eso, que deben irse, mi amor...

-¿Qué dices?

-Gerardo no se va a alejar fácilmente, María... El inútil de Servando le vendió sus acciones...

-Eso no puede ser...

-Lo es... Y ahora recuperarlas me va a costar una fortuna... Claro al menos que Salgado entre en razón...

-Déjame hablar con él...- pide María.- Tal vez yo podría...

-Por supuesto que no...- me niego de inmediato.- No lo harás... Ya hable yo con él pero el hombre está resentido, se siente humillado y no escucha razón...

-Pues no voy a irme y dejarte solo, Esteban... No puedo hacer eso...

-Sera un par de días nada más, mi amor... No podemos arriesgar que Gerardo busque y les cuente todo a nuestros hijos...

-Entonces hagámoslo nosotros... Ya te dije que estoy dispuesta a hacerlo...

-No, María... Me odiaran al saber en donde estuve todo este tiempo... No... No podría soportar eso...

-Entonces no pienso alejarme de ti...- repite firmemente.- Ya te lo dije... O vienes con nosotros, o no me voy...

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Bosque, Afueras de la Ciudad

*** Cabaña ***

Es extraña la sensación que me invade al llegar al sitio que aseguran perteneció a Patricia. Una cabaña en medio del bosque, alejada de los ruidosos murmullos de la ciudad. Lugar perfecto para enterrar secretos, pero también para descubrir hasta los mejores guardados. Un escalofrió recorre mi cuerpo y no evito preguntarme por qué Patricia jamás menciono haber sido dueña de este lugar. A pesar de haber sido mi amiga, siento que desde hace tiempo la desconozco.

-¡Hay alberca!- grita Estrella desde la entrada de la cabaña, haciéndome sonreír al verla tan complacida.- ¡Ven, ma! ¿No vas a entrar?- invita antes de perderse dentro de la espaciosa cabaña de tres pisos.

-Venia renegando todo el camino...- informa Héctor, en tono divertido.- Parece que ya se le paso...

-Estoy tan feliz de volver a verlos, hijo... Los extrañe mucho...

-Nosotros a ti, mamá... Pero no creas que no se me hace raro que nos hayas traído aquí... A esta cabaña, en medio de la nada...

-Héctor...

-Respeto tu silencio, mamá... Y no hare preguntas si me pides que no las haga... Pero me gustaría que confiaras en mí... Ya no soy un niño y me doy cuenta que algo no anda bien...

-Eres muy inteligente, hijo... Pero, por favor no hagas preguntas por ahora... No sabría responderlas...- le digo a Héctor, quien sonríe y asiente con resignación.

-Voy por las maletas...

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Ciudad

*** Oficina de Esteban, Empresas San Román ***

No tener a María cerca me tiene un poco malhumorado. Tuve que casi rogarle para que aceptara alejarse unos días con nuestros hijos, por bien de todos. Salgado se niega rotundamente a vender sus acciones, asegurando reconsiderar su decisión si es la propia María quien le pida que lo haga y a solas. Sobre mi cadáver.

-Señor San Román, lo buscan el licenciado Cisneros y el investigador Muñoz...

-Hazlos pasar, Alma... Gracias...

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*** Cabaña ***

Reviso mi celular una vez más esperando encontrarme con alguna llamada o tal vez un mensaje de Esteban, pero no hay nada. No hay señal que haga posible la comunicación entre él y yo. Suspiro en resignación y dejo mi teléfono de lado sobre la mesa de centro en el salón. Contemplo un rato las decoraciones, y las pinturas que adornan el espacioso lugar. Sin duda objetos muy finos, seguramente únicos y muy valiosos.

-¿De dónde obtuviste todo esto, Patricia?- pregunto en un susurro mientras me acerco a la chimenea.

Patricia no era de familia adinerada. De hecho siempre sospeche de su relación con Arturo y si solo había aceptado casarse con él por conveniencia. Me duele aceptarlo, pero ella fue así. Siempre deslumbrada por lo que tenían los demás, nunca complacida con lo que ya poseía. Fue ambiciosa, chantajista... Mala. Pero ni eso es suficiente para justificar una muerte como la que tuvo. Mucho menos estando embarazada.

-Mamá, encontré un diario...- informa Estrella, entregándome el pequeño libro aun en perfecto estado.- Parece que es de una tal Patricia...

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*** Oficina de Esteban, Empresas San Román ***

-Servando vendió sus acciones y se fue... Quiero que no lo pierdas de vista... Estoy seguro que algo trama ese infeliz...     

-Como tú digas, Esteban...- responde Muñoz.- ¿Qué debo hacer sobre el otro asunto?

-Solo enfócate en esto... Servando es pieza clave en toda la investigación...

-Me retiro entonces... Les mantendré informados...- se despide Muñoz, dejándome solo con Luciano.

-¿Piensas que es él?- pregunta Luciano, y sé a qué se refiere.

Servando. El asesino de Patricia. Realmente sospecho de todos pero fue él quien estuvo ahí al igual que yo. Fue él quien mintió en mi juicio, siendo su testimonio suficiente para enviarme de por vida a la cárcel. Pero qué razón tendría para asesinar él a Patricia.

"Las cosas pudieron ser diferentes, Esteban... María lo sabe... Siempre lo ha sabido..."

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*** Cabaña, Sala Principal ***

Después de leer varias páginas del diario de Patricia, me convenzo a mí misma del ser tan despreciable que fue. Jugaba y deshacía de los hombres a su antojo. Envidiaba lo que tenían los demás. Le divertía hacer sufrir sin sentir remordimiento al hacerlo. Yo fui tan ingenua al creer todo lo que decía de Esteban. Que tenía una amante. No fueron más que calumnias inventadas por ella a petición de Alba. Todo por alejarme de él. Sintiendo una frustración apoderarse de mí, y deseo poder retroceder el tiempo para reclamarle todo el daño que causo con sus palabras. Patricia no fue mi amiga. Era una farsante y reniego haber confiado tanto en ella.

"La tengo en mis manos. Conozco el secreto mejor guardado de Alba y estoy segura pagaría una fortuna por mi silencio. Yo sabía que ese desprecio hacia María no era solo por la diferencia en estatus social. Alba rechaza a cualquiera que se acerca a Esteban y ahora entiendo por qué. Son celos. La escuche decirlo. Alba ama a Esteban como mujer..."

Condena De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora