76

149 27 1
                                    

Cuando se enteró de que habíamos chocado, Michael vino en un avión a Buenos Aires lo más rápido que pudo, Luna había viajado con él pero estaba durmiendo en la sala de espera.

Les pregunté cómo estaban Jason y Millie.

Qué había pasado.

Me dijo que habíamos chocado con un grupo de chicos que conducían borrachos. No había sido que estábamos distraídos sino que los chicos del auto contrario estaban más cerca de un coma alcohólico que de estar conscientes.

Millie por suerte había sido la que mejor había salido, solo tenía un brazo roto y un par de cortes. El amigo de su papá, que manejaba el auto, había llegado muerto al hospital. Cinco de los seis chicos que iban en el auto habían muerto en el momento. Jason por su parte había salido bastante mal, al parecer, él era el único de nosotros que no llevaba puesto el cinturón de seguridad, y tenía un pulmón perforado, la rodilla rota, pero lo peor de todo era que se había roto literalmente la cabeza. Al parecer se le llenaba de líquido encefálico constantemente y tenían que drenarlo una y otra vez. Los doctores decían que había posibilidades de que no despertara.

A Millie le dieron el alta unos tres días después, y pudo venir a visitarme. Cuando entró no nos dijimos nada.

Nos mantuvimos en silencio tomados de la mano.

Hasta que ella se rompió, le pedí que se acostara conmigo y así lloramos los dos.

Al menos teníamos un par de hombros para consolarnos el uno al otro, mientras ella decía-Extraño a mi primo.


Amigo de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora