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Llegamos a Villa Traful en menos que dos días y aunque habíamos dormido casi todo el viaje, estábamos agotados. En esos momentos me hubiera gustado ser la muerte, y en un parpadear de ojos aparecer en cualquier lugar que quiera, bueno, suponía que ella podía hacer eso ¿No es así? Quería creer que podía hacerlo, es decir, ser la muerte tenía que tener sus ventajas.

No me acuerdo del recorrido que hice del auto hacia el hotel, y después la cama. Pero me desperté con los gritos de Jason volcándose la chocolatada en la campera, y con solo fijar la vista en la ventana me di cuenta de por qué mi hermano había decidido mudarse desde Buenos Aires hasta ese lugar.

El paisaje estaba lleno de vida, y te daban ganas de salir en la cama solo para pasar el día afuera; pero por primera vez me empezaba a sentir inquieto. No vería a mi hermano hasta entrada la tarde y aunque al principio quería ver a Michael de una vez, en ese momento lo único que quería hacer era encerrarme con llave en el cuarto de hotel y no salir hasta mi muerte.

-¿Listo para ver a tu hermano?- Dijo Millie prendiendo las luces y dándome un almohadazo de lleno en la cara.

No, la verdad que no, quería correr.

Amigo de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora