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Dedicado a mi mejor amiga, Jay Marcos

El día en el que conocí a la muerte, estaba irónicamente soleado. Era de esos días en los cuales los niños hacen lo posible para convencer a sus familias para ir a la plaza a jugar y andar en bicicleta.

Recuerdo que yo estaba sentado en un banco algo maltratado y con la pintura vieja cuando ella se sentó a mí lado sigilosa y delicadamente.

Lo único que pude preguntarle fue que hacia ahí en un día tan esplendido como ese; siempre había pensado que a ella le gustaban los días grises.

-Todo lo contrario- Me respondió- Los humanos siempre están tan equivocados. Los días en donde el Sol resplandece más que nunca, son mis favoritos para salir a caminar.


Amigo de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora