Levantarme la mañana siguiente resulta ser un desafío. Los brazos de mi hermano mayor, crearon una especie de red a mí alrededor. Mientras más intentaba escapar de ellos, más me aferraban a su duro pecho, como si fuese una almohada lo bastante esponjosa como para dejarme ir.
-Louis… tenemos que levantarnos –murmuro tocando los párpados cerrados del oji-azul.
-______, basta… -refunfuña con su adormilada e infantil voz. Su entrecejo se frunce en tanto su rostro se aparta de mi alcance.
-Nada de “_____, basta”, se te va a hacer tarde. No quieres llegar tarde en tus primeros días de Universidad, ¿o si? –dije. Mis dedos tocando insistentemente sus párpados, como cuando éramos pequeños y solía molestarlo de ésta manera.
-Nunca se te quitó esa costumbre –sonríe alejando mis manos de su rostro –Y sí, tal vez llegue tarde a la Universidad. Argumentaré que mi hermana tiene complejo de pulga; “se mueve mucho durante la noche…” y no soy el único que habla mientras duerme, eh. Sólo te informo –menciona con una pícara y burlona sonrisa. Su espalda termina recargada en la cabecera detrás de nosotros; sus ojos descienden hacia los míos… de repente ése humor tan característico de Lou, se ha esfumado, adquiriendo un tono serio y de cierto modo, preocupado.
-¿Mejor? –murmura. Su mano roza delicadamente mi mejilla, posando las yemas de sus dedos en mis pomulos.
-Mejor –asiento apartándome lentamente. Me impulso para salir de la cama y tomar una refrescante y rápida ducha. La mano de mi hermano se cierra en torno a mi muñeca, obligándome a permanecer sentada.
-Sé que hay algo que te molesta, ______. Lo que sea, sin importar de quién se trate… Sólo te pido que confíes en mí.
Un enorme y fuerte nudo se forma en mi garganta. Es asfixiante, me es imposible respirar y pensar al mismo tiempo. Claro que confío en mi hermano mayor… pero no puedo simplemente decirle lo que me sucede con su mejor amigo. No confío en sus posibles y nada positivas reacciones.
Los ojos azules de Lou se concentran en mi expresión, esperando y temiendo cualquiera que sea mi contestación.
-Lo hago, Lou –respondo con un atisbo de culpabilidad–. Sabes que siempre lo he hecho. Estoy bien.
Mentirosa, asquerosamente mentirosa.
…
El olor a hot-cakes recién hechos inunda mis fosas nasales cinco escalones antes de llegar a la planta baja.
Entro a la cocina, siendo guiada por el exquisito aroma de la mantequilla conjugada a la mezcla del que puedo afirmar: mi calórico desayuno.
-¡Buenos días mamá! –exlamo con una sonrisa, producto del delicioso olor y la alegría de tener a mamá en casa.
-¡Buenos días, nena! –responde ésta luciendo radiantemente impecable.
-¿Se puede saber a qué hora llegó la doctora? –pregunto perspicaz, entrecerrando los ojos a mi danzante madre.
-Mhmm, hasta dónde yo sabía… la mamá aquí soy yo, ¿no? –contesta frunciendo ligeramente el ceño. Sus ojos se concentran en el hot-cake recientemente cocido.
-Mhmm, hasta dónde yo sabía, no se debe contestar con otra pregunta.
-Touché- concede con un breve asentimiento y una orgullosa sonrisa –. Sientate –ordena haciendo ademán de la silla giratoria. Hago exactamente lo que me indica; mamá resulta ser un poco exigente en cuanto a desayuno se refiere –bueno, desayuno, comida, cena… etc-. Sus ojos están concentrados en su tarea matutina, poco después tengo frente a mí una montaña de esponjosos y apetitosos hot-cakes.