Capitulo 8

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Capítulo 6.

Zayn.

Me desperté sobre el sofá de una sala desconocida, sintiéndome por un minuto desconcertado hasta que recordé donde me encontraba: en casa de Zeke. Me incliné hasta quedar sentado en el sofá, llevé una mano a mi cuello adolorido por la mala postura que adquirí pensando en lo que hice. Me arrepiento.

Lo había hecho de nuevo, actuar de forma impulsiva cuando la cuerda empieza a apretar. Se suponía que ya lo había entendido, que las charlas y los sermones de aquellas personas profesionales en el asunto habían tenido resultado. Había actuado por puro impulso, me había acercado demasiado. Se suponía que ya no me acercaba demasiado.

Fui un idiota en el momento exacto cuando deje de diferenciar entre un juego absurdo y las emociones del momento.

Estuve a punto de arruinar todo, de irme a la mierda. No solo una vez sino varias. Pero ella también estuvo jugando, provocándome. La forma en la que movía sus caderas, mecía su cabello o me miraba... en como su cuerpo lucia, frágil, desprotegido y lo peor es que ella no parecía darse cuenta de ello, no intentaba meterse bajo mi piel simplemente lo hacia

¿Qué hubiese hecho si el idiota de su amigo no hubiese llamado? ¿La habría besado? Ya sabía la respuesta. Y también sabía el punto declive de mi pérdida de control. Su amigo. Me sentí amenazado, acorralado con si tan solo necesitara un toque para que mi cuerpo se rompiera en mil pedazos. No podía soportar simplemente estar donde ella estaba. No tuve otra opción.

Por mi mente pasa la mirada vacía de Zeke y de cómo no hizo ninguna pregunta al respecto. Eso era lo que me gustaba de él, parecía saber cuando no meterse en tus asuntos. Y era extraño, incluso divertido imaginarme pidiendo un favor, un favor a alguien que apenas conozco, pero a Zeke ni a su hermano mayor Eliot pareció impórtales en absoluto.

—¿Acaso no tienen clase hoy?

Me enderezó al escuchar la repentina voz de Eliot en la cocina de donde mi miraba sosteniendo una taza de café.

—Sí.

—Zeke está dormido como tronco, así que pensé que no tendría nada que hacer hoy.

—De hecho sí.

—Tu tonillo es inusual, ¿eres británico?

—Sí.

—Chico de pocas palabras, está bien para mí pero devuélvele el favor a Zeke y sácalo de la cama.

Asentí pregúntame porque no lo hacia el mismo, pero Eliot solo tomó unas llaves y salió sin decir más. Miré a mí alrededor sin saber mi bien que hacer. La casa era un desorden con envoltorios de comida y cajas acumuladas en un rincón hasta el piso lucia una capa gris de polvo que anunciaba que no había vuelto a ver una escoba en mucho tiempo. Pensé que vivían solos, por el gustillo al libertinaje hasta que la noche anterior encontré un rincón iluminado llenos de fotografías de una mujer rubia y especialmente joven, una llamó particularmente mi atención, porque la mujer no estaba sola, sino con dos chiquillos rubios uno más alto y aparentemente mayor que el otro. Entonces comprendí que se trataba de la madre de Eliot y Zeke, y que la mujer estaba muerta.

—Es tarde, tenemos que irnos—dije mientras tocaba la puerta y del otro lado escuché al Zeke gruñir.

Escuché también golpes dentro de la habitación como si un montón de cosas cayeran al suelo, seguido de otra ronda de maldiciones.

—Vete primero, yo me iré después —gritó.

No esperé nada mas, tomé las llaves de la motocicleta y comprobé que mi teléfono móvil seguía resguardado en mi bolsillo. Era tarde, demasiado como para alcanzar a llegar a la primera clase, así que no me molesté en preocuparme por algo que ya no podía cambiar. Estaba hecho un asco, lo comprobé cuando me detuve en un semáforo y vi mi reflejo en el vidrio oscuro de un auto aparcado, parecía como si no hubiese dormido en semanas con un rostro demacrado y tan pálido que resultaba enfermizo.

Deje que la briza y el sol golpearan mi rostro como si pudieran arrancarme la preocupación insólita que me albergaba. Me concentré en el sonido desesperado de las bocina de aquellos que iban tarde al trabajo; del caminar monótono de los transeúntes y de como el humo de la combustión que emanaba un sinfín de vehículos ventilaba dentro y fuera de mis pulmones.

Llegué al aparcamiento en quince minutos con las puntas de los dedos lo sufrientemente heladas como para sentirlas. El sol brillaba, mientras que yo me congelaba por dentro.

Me adentré por el largo pasillo, encontrándome con mas estudiantes rezagados lo suficiente asustados como para atreverse a entrar, también veo a una chica salir del baño de hombres terminando de abotonar su camisa ajustada hasta perderse dentro de su salón de clases y un minuto más tarde sale un chico con una sonrisa triunfante. Mis pies se mueven porque saben lo que deben hacer y me sorprende como han aguantado tanto, como es que aun me mantiene de pie. Pensé que estaba tomando la decisión correcta y me había vuelto a equivocar, estar en la solitaria casa de Zeke me dejo mas vacio que antes.

Por primera vez en mucho tiempo me siento solo, desgastado e inútil como un objeto que de un día para otro a dejado de servir y me pregunto si es normal que a mi corta edad me sienta tan cansado, tan harto de estar en un mundo que tiene menos sentido que yo. Entonces como un chiste malo ella se apodera de mi mente y me deleito con la posibilidad de que ella también haya pensado en mí. Me rio de chiste.

Mis pies me conducen hasta las escaleras del ala este, que una semana atrás descubrí que casi siempre estaba vacía. Y para mi suerte ese día también lo estaba. Me derrumbé en uno de los escalones y esperé que simplemente los minutos pasaran y me consuman hasta escuchar la campana que daba por terminada la primera clase. Me levanté y dirigí a la segunda clase todos ya están ahí, por supuesto, el que acababa de llegar era solo yo. Sin mirar a nadie en parte porque no me quiero topar accidentalmente con la mirada de Emma me enfoqué en ir hasta el puesto del fondo, dejé caer mi bolso y me incliné hasta reposar mi cabeza en la mesa. Escuché el rechinar de la silla al ser arrastrada por el suelo pero no fue el molesto sonido lo que me importó, más bien era aquella voz que ya reconocería a kilómetros. Y por segunda vez me sentí a punto de romperme.

—¿Dónde estabas? —susurró y a pesar de que no era más que un susurro pude notar la usual agresividad de voz.

No me molesté en mirarla ¿para que?

—Mi madre está hecha un mar de nervios desde que descubrió que no estabas.

—¿Solo tu madre? —pregunté mirándola un segundo—. Me disculparé con ella cuanto antes.

—Pero... ¡pero no se trata solo de disculparse! No te puedes ir por ahí como si nada, sin un explicación sin...

—Me fui porque no tenía ganas de quedarme en la casa, simple.

No, en realidad era todo menos simple.

—Eso no estuvo bien, mi madre... yo nos preocupamos de verdad.

—Gracias, supongo.

Vi que como quiso decir algo mas pero se detuvo cuando el profesor inicio la clase, en su lugar miró al frente y no volvió a decir nada más.

Todos habían salido pero el profesor se las arreglo para atraparme en medio camino, me hizo saber que hasta las faltas más pequeñas eran sancionadas. Vaya instituto. Me había ganado una hora y media— justo lo que duraba cada clase—, de castigo para que así no volviese a olvidar la responsabilidad que conllevaba cada clase.

No tuve problema, ya sentía como si debía ser amonestado.

Una hora y media más tarde Zeke, quien claramente también había recibido un castigo, y yo salimos. Ya en el aparcamiento Zake se dirigió a su Ford de segunda mano, peño y viejo no si antes señalar hacia mi motocicleta, seguí su mirada encontrándome con una chica recostada cómodamente en ella.

Definitivamente no estaba de humor, no ese día.

N/A: algún error déjamelo saber. Gracias.

Someday Mine |ZM| En Edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora