Capitulo 11

7 2 0
                                    

Todo estaba perfecto, con Trevor todo estaba magnífico. Ya hacia unas dos semanas que había empezado a prepararme para los Nacionales y todo iba perfecto. No podía estar mas feliz ahora.

Hoy quería que fuera un día tranquilo, sinceramente no tenia ni ganas de entrenar. Pero como ya estaba aquí, pues pensé en un largo paseo con merienda incluida, necesitaba estar sola, y respirar aire fresco y pensar un poco en mi vida. Así que preparé a Etel para una tardecita larga. Le puse una mantilla en la cual habían dos alforjas a los lados, bastante grandes y metí un par de manzanas, un bocadillo y dos botellas de agua grandes junto a un cuenco para verterla. Una para mi y otra para la yegua claro. Una vez ambas listas, me monte y pasé por todas las cuadras para coger el camino que lleva a las viejas cuadras de Mikel, que eran mucho mas pequeñas hasta que todo empezó a hacerse grande, con todos sus éxitos. Estaba a una hora y media por un camino a través del bosque. 

Me adentré y empezó nuestro paseo. Intercalaba un poco de paso cuando el camino era estrecho, y otro poco de trote cuando éste era ancho. Después de una hora y media algo larga por algunos parones para hacer fotos, llegamos a las viejas cuadras. La llevé a uno de los parques vayados donde antes los pocos caballos que tenía Mikel, comían del prado. Me senté en un pequeño tronco que  puse cuando descubrí este lugar en un paseo con Roxanna. Me quité el casco y los guantes, a pesar de que hacía algo de frío por el tiempo, estaba soleado y hacía un día maravilloso. Saco las manzanas y las corto con un pequeño cuchillo para ir dándoselas a Etel mientras yo comía de mi bocadillo. 

Empecé a pensar en todo lo que había pasado a lo largo de estos 20 casi 21 años. La vida había dado tantas vueltas, que hasta incluso pensé que acabaría mareada. Pero nunca me había alegrado tanto de que diera tanto trajín para llegar donde estoy ahora. Con una maravillosa vida, una maravillosa yegua delante de mis narices, unos maravillosos y recién casados amigos a parte de mi amiga Rox de las cuadras y, sobre todas las cosas, con un maravilloso novio. 

Empecé a buscar mi móvil y no lo encontré por ningún sitio. Miré en las alforjas de la mantilla de mi yegua y tampoco estaba. Intenté recordar si lo cogí antes de salir de su establo, hasta que me acuerdo de que lo dejé en el baúl al coger la montura y el casco y que se me olvidó por completo. Seguro que alguna llamada tengo por que, en teoría, solo iba a tardar una hora como mucho en volver a casa por que quería hacerle una pequeña visita a Éragon y a Etel. También acabo de acordarme que la semana que viene llegaba mi hermana desde España, cosa que me alegro mucho mas. Aprovechando el paisaje, sacó la pequeña cámara digital de mi pantalón, el cuál está cubierto por el gran abrigo de invierno que llevo puesto encima. Me pongo al lado de la cabeza de la yegua y empiezo a llamarla hasta que logro llamar su atención. Estiro los brazos lo máximo y después de escuchar un ¡Clic! observo la fotografía. No está tan mal, pero podría haber sido mejor. Miro la hora en el reloj de mi muñeca derecha y me doy cuenta que se me había echado el tiempo encima y que a mitad del trayecto ya sería casi de noche. Así que me pongo el casco y guardo todo en las alforjas, me subo y galopo hacía el caminito que me llevaría de nuevo a las cuadras.


Tras 20 minutos galopando, he logrado acortar un poco el tiempo. Pero algo me huele mal, mas bien un mal presentimiento me recorrida la médula espinal haciendo que todo mi cuerpo se sacudiera en un escalofrío. La yegua empezó a bajar la velocidad, casi parando de golpe. Se estaba empezando a asustar y no sabía de que ¡, solo se que no quería avanzar. Que sus orejas estaban inquietas.


-¿Pequeña pero que pasa? venga, volvamos a casa - intenté calmarla acariciándole justo en el punto del cuello que le encantaba, pero ni con esas.

De repente un sonido fuerte y muy cercano hace que los pájaros salgan huyendo de los arboles y que la yegua se empezara a encabritar y a botar hasta tal punto que no aguanté y me caí chocando contra un árbol de espaldas. Caí en un golpe seco, sentía que no me podía ni mover y que apenas podría abrir los ojos. Intenté agudizar el oído, oí a mi yegua aun encabritada al lado de mi, como sabiendo que algo fallaba y poco a poco sus cascos se iban alejando poco a poco hasta que todo quedó en silencio. A los cinco minutos volví a oír unos relinchos, pero eran diferentes a los de Etel. Noté como algo grande se paraba cerca de mi y que algo se bajaba de un salto y se iba acercando a mi, abrí os ojos lo más que pude, pero tenía la vista algo nublada y la oscuridad no ayudaba en nada. Era alguien vestido de negro, con un sombrero y una bufanda oscura que le tapaba toda la cara excepto los ojos. Unos ojos verde esmeralda que destacaban por la luz de la luna, pero que eran fríos, calculadores y siniestros.


-Se va alegrar de verte -  dijo una voz algo afeminada, en la cuál ahora mismo no podía ponerle cara pero que sabía que me sonaba de algo.


Lo último que recuerdo, fue que antes de hablar me inyectó algo con una aguja y que a los pocos minutos todo, ya estaba oscuro completamente.

PrisonerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora