Capítulo 1 /EDITADO

971 62 6
                                    

La azabache salió de la cabaña y observó sonriente una escena que le pareció un poco graciosa de ver. Su hermana hablaba amistosa-mente con Sango y Miroku, mientras que ellos se dirigían hacía ella de una forma excesivamente formal y respetuosa. Entonces, recordó ese día en que conoció por primera vez a su mejor amiga y a Miroku:

El padre de Sango era un exterminador de demonios muy amigo de su abuela, y un día decidió visitar la aldea de Edo con su hija. En esos tiempos Kagome y Kikyo eran muy tímidas y tenían la misma edad que Sango: diez años, mientras que Miroku era la excepción puesto que tenía unos doce.

Kaede siempre solía contarles a ambas que los demonios eran criaturas malas y crueles y que nunca podían fiarse de ellas ya que en sus corazones siempre estaría el odio que sentirían hacía la raza humana. Sin embargo, la pequeña Kirara era otra excepción puesto que era todo lo contrario a aquéllas criaturas. Era tierna, amistosa y cariñosa comparada con aquéllos demonios sedientos de sangre. Ese era un pequeño detalle que le se había escapado de las manos a su abuela...

El día estaba despejado y un pequeño grupo de exterminadores conformados, en primer lugar, por Sango y su padre, junto con dos exterminadores más que iban en otros caballos, llegaron a la aldea y algunos miembros de Edo fueron a su encuentro con curiosidad por saber de quiénes se trataba al igual que Kikyo y Kagome.

Sango lucía el cabello, como siempre, recogido en una coleta y un traje de exterminador algo parecido aquél se ponía en la actualidad. Era negro, pero en las partes que llevaba rosa, en su lugar tenía un color verde azulado. Su rostro era mucho más aniñado y su cuerpo estaba en crecimiento. En su regazo llevaba a una pequeña Kirara, que yacía plácidamente dormida hasta que empezaron a acumularse los murmullos de los aldeanos alrededor del pequeño grupo de exterminadores y abrió un ojo, seguido del otro. A cualquiera le hubiese parecido muy tierna la forma en la que despertó, pero a Kikyo y a Kagome eso las espanto como si les hubiese salido el pájaro malo. Desde entonces el lema de ellas fue "no te le acerques a la niña y al demonio".

Siempre se mantuvieron alejadas de Sango y de la pobre Kirara, observándolas desde lejos. Sin embargo, después de un tiempo en el cual sólo vivieron observándolas desde una larga distancia, tomaron algo de valor para cruzar algunas palabras con Sango, e incluso a jugar como un trío de niñas que eran junto a Kirara. Con Miroku fue otra historia muy diferente:

Ese día Kaede y un grupo de sacerdotisas las llevaban a ambas a visitar el templo Fujikito, y ya que se hacía de noche su abuela recordó que cerca de donde se encontraban había un templo en el cual vivía un sacerdote perteneciente al lugar al que iban. Así que, por decisión de Kaede, fueron al templo a darle un pequeña inoportuna visita al mayor. Kagome y Kikyo, en cuanto vieron al anciano con una botella de alcohol en la mano, supieron desde un principio que era una gran mala influencia para un chico, como Miroku, de trece años. Y tu vieron muchísima razón. El sacerdote tenía malos hábitos y, sobretodo, era un pervertido mano larga. Ahora, en la actualidad, no se extrañaban, ni mucho menos se sorprendían, por la conducta que poseía Miroku puesto que sabían todos, incluyendo Sango, de quién las había copiado de antemano.

El abuelo de Miroku, quien en esté caso es su tutor y el sacerdote del templo, les prestó algunas habitaciones para que  pasaran la noche aquél día. Kagome recordaba esa noche como si fuera el día anterior con todo y detalle. El sacerdote a medianoche se bebió hasta el último trago de alcohol que había en el templo y vomitó hasta, prácticamente, el alma al día continúo. A Kikyo y a Kagome les pareció todo terriblemente asqueroso. Kikyo nunca quiso volver jamás a pisar aquél templo, y de sólo recordarlo a Kagome le daba muchísima gracia y a la vez se sentía asqueada.



Kikyo dirigió la mirada en dirección hacía su hermana y le sonrió al instintivamente, como si siempre supiese dónde se encontraba o dónde podía localizarla. Luego, Miroku y Sango la miraron y sonrieron y Kagome decidió unirse a ellos sonriente. Y Una vez juntos, abrazó a Sango afectuosa-mente y, después, a Miroku.

Entonces, sintió una mano en su trasero que fue quitada por unas uñas largas y bien cuidadas pertenecientes a Kikyo, puesto que la situación lo requería.

-Perdona mis manos, Kagome-sama, ya sabe que tienen vida propia -dijo Miroku, sobándose las manos, una sobre la otra.

-Sí, eso ya lo sabemos -rieron las tres mujeres al mismo tiempo.

-¿Ustedes vinieron esta ves juntos? -inquirió Kikyo con su segunda intensión.

 Las mejillas de Sango se tiñeron instintivamente de un color rojizo.

-N-no malinterprete las co-cosas, Kikyo-sama, yo sólo me lo encontré por casualidad por el caminó cuando venía con Kirara -tartamudeó Sango.

-Ya veo -sonrió Kikyo con satisfacción al lograr su cometido: sacar el nerviosismo de Sango.

-Hablando de Kirara ¿dónde está? Aún no la e visto -miré a todos lados, buscándola.

-No lo sé, ella estaba aquí justo ahora -Sango miró a su alrededor.

-Hola chicos -dijo Kaede, aproximándose hacía ellos.

Los cuatro giraron para ver a Kaede.

-Buenas tardes, Kaede-sama -la saludó Miroku.

-Buenas tardes -les sonrió.

-Kaede-sama, ¿usted a visto a Kirara? -dijo Sango angustiada.

-La acabó de ver ahora mismo jugando con los niños de la aldea.

-Menos mal -suspiró aliviada.

-¿Ustedes van a quedarse a dormir? Ya está anocheciendo y es muy peligroso andar por las noches -les dijo Kaede.

Y tenía razón. El cielo comenzaba a adquirir un color oscuro y el azul junto con el color anaranjado amarillento cada ves estaban más al horizonte, trayendo consigo la noche. Pronto oscurecería y cabía la posibilidad de que fueran emboscados por demonios o bandidos durante el trayecto.

-Es cierto, deberíamos irnos -Miroku miró a Sango.

-¿Por qué mejor no pasan la noche aquí y se van por la mañana? -dijo Kikyo con su segunda-. Así están fuera de peligro y no tienen por qué dormir al aire libre, más bien calentitos...

-Eso es muy buena idea -concordó Kagome con su hermana, al darse cuenta de sus intenciones.

-¿Pueden quedarse baa-sama? -la miraron Kikyo y Kagome.

-Claro que pueden -sonrió Kaede.

- ¿Te parece bien Sango? -la miró Miroku fijamente.

- Sí -dijo sonrosada Sango.


***

Hola chicos esperó que les guste la historia, por favor hagan me saber si quieren qué continúe actualizando. Comenten ysi les gustó el capítulo.

😈Gemelas pero distintas😇| PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora