18. La primera mordida

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-Sesshomaru-sama -lo saludó Abi cuando se lo encontró en el pasillo esa mañana. Éste simplemente asintió y frunció el ceño, repentinamente.

-¿Has ido a ver cómo está la miko hoy? -le preguntó. Y la verdad es que él se dirigía específicamente hacia los calabozos pues aquel día, en su despacho, tuvo el repentino deseo de verla; ¡Y más con Yako como una pedrada en el culo, sino lo dejaba en paz ni bebiendo siquiera un poco de agua! Era realmente irritante, y lo frustrante era que no podía ahorcado con sus propias manos porque eran una misma persona.

-No, pero según me a informado una de las mucamas. Ella está en excelentes condiciones -respondió la yokai- justo hace un momento le mandé el desayuno con una de ellas.

-¿Qué hacías que no has tenido tiempo de ver cómo está ella personalmente? -la miró con seriedad y esa gélida mirada intimidante, omitiendo todo lo demás que ella había visto.

-Yo... -No sabía qué decir. Abi en su interior albergaba sentimientos celosos hacia la miko, pero no podía evitarlo pues desde la primera vez que lo conoció... siempre lo amo y ahora que había llegado aquella mujer había renunciado a él evitando estar alrededor de ella.

-Ella está bajo tú responsabilidad Abi, la dejé a tu cargo. No hagas que pierda la confianza que te otorgue -siguió mirándola- ahora acompáñame. Él se adelantó caminando y la yokai se quedó por unos cortos segundos pasmada, sorprendida, hasta que pestañeo y le siguió el paso al taiyokai.

***

El sumo sacerdote, Hesegumi, se encontraba serio y sombrío desde su posición. No había sonrisa. No había nada alegre en su expresión. Solo se mantenía serio y callado como si mecaniquiara algo.

-Hensegumi-sama -Botan le hizo una reverencia y levantó continuamente la mirada preguntándose qué querría- ¿Me a llamado?

-Sí, busca a Kikyo en sus posentos y dile que se preparé un baño en la cueva, luego busca a Hitomiko y dile que haga los preparativos para que se efectué -le ordenó. Pensando que era mejor procurar que lamentar, además tenía un mal presentimiento.

-Sí, como usted diga -dicho eso Bontan se dirigió a los aposentos de la miko y tocó la puerta. Pero no recibió respuesta y no escuchaba nigún sonido del otro lado- Kykio-sama, soy yo. Botan. ¿Puedo entrar? -nada. No escuchaba nada. ¿Será qué se encontraría enferma? No eso no podía ser, pero en ese caso debía actuar. Abrió la puerta y encontró la habitación vacía. Sin rastro de Kikyo. Así que se dirigió a los aposentos de la exterminadora, pero tampoco a ésta la encontró y mucho menos a Kykio y a Miroku.

-¿Qué sucede Botan? -le preguntó Tsukiyomi, ella la había visto algo extraña y la verdad es que había estado siguiéndola y parecía preocupada.

-Tsukiyomi-san -la miró la aprendiz- yo no logro encontrar a Kykio-sama, ni a Miroku-san y Sango-san.

-¿Los buscaste en sus aposentos? -le preguntó la miko con seriedad.

-Sí, pero no están ninguno y el templo es demasiado grande. Podrían estar en cualquier parte -le contestó.

-En ese caso solo hay que regar la voz por el templo para que lleguen a ellos, de ese modo acudirán a ti y no tendrás que esforzarte tanto -sonrio la miko, después de analizar las palabras de la aprendiz- yo te ayudaré. Botan asintió y comenzaron a regar la voz por todo el templo, pero nadie pudo encontrarlos. Así que ambas se reunieron con el sumo sacerdote, quien las miraba desde su posición bien serio. Cualquiera hubiera pensado que esté aún estaba enfadado por la discusión que tuvo con la miko.

-Hensegumi-sama -dijo la aprendiz, dudosa en decirle pues no sabía si la miko y los otros se habían escapado. Pero si fuera en ese caso, ella no quería delatarlos porque la miko era su modelo a seguir y amiga.

😈Gemelas pero distintas😇| PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora