¿Cuánto había que sufrirse para poder madurar? ¿Cuánto tenía que arriesgarse para ser feliz? ¿Qué demonios era felicidad? Las respuestas vagaban. Llegaban y se iban a la misma velocidad. Porque, a pesar de todo, nada era certero. Nada era realmente importante.
Porque la felicidad no era más que un ideal. Y su ideal estaba cumpliéndose.
Haru estaba sentado en uno de los sofás de la habitación, abrochándose un botón de la manga mientras Makoto se paseaba por el cuarto, pensativo. El azabache terminó por suspirar y mirarle directamente, cargando todo el peso de su mirada sobre el nervioso castaño.
— ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres, Makoto? —cuestionó, levantándose para enfrentarlo. El aludido se detuvo y le observó por un par de segundos.
—Sí, ¿por qué?
—Ni siquiera te has vestido. Y la boda comienza en media hora. ¿Por qué no me dices qué es lo que sucede?
Makoto sabía que Haru tenía una idea. Se conocían a la perfección. El más alto estaba lleno de dudas sobre las razones que le llevaban a casarse con Sousuke. ¿Despecho, solamente? Sentía que lo amaba. Pero... ¿realmente estaba seguro?
¿Qué sentiría cuando viese a Rin entre sus amigos? ¿Cuándo lo viera con la sonrisa radiante que había vuelto a su rostro, el brillo que regresó a su mirada y esos hermosos hijos que había tenido? ¿Qué iba a sentir cuando viera la sonrisa imperceptible de Sousuke?
No sabía, no sabía nada. Porque no sabía si su amor le pertenecía solo a Yamazaki o Rin seguía siendo propietario de la mayor parte. ¡Era tan difícil!
Haru lo comprendió, así que lo hizo sentarse en uno de los sofás, posicionándose en el de frente. Apoyó los codos en las rodillas y el mentón en sus manos unidas mientras miraba fijamente a su mejor amigo. Era hora de dejarlo todo de lado. No hablaría como el esposo de Rin, solo sería el amigo de Makoto. Únicamente por ese momento.
— ¿Qué es lo que sientes por Rin, Makoto? ¿Sigues enamorado de él? —el castaño clavó la vista en sus ojos, analizando la situación y comprendiéndola de inmediato. Un momento para ser libre de toda su carga. Un momento para dejar la culpa de lado y hablar de lo que él en verdad sentía.
—No lo sé. Sigo pensando en él, pero pienso más en Sousuke. Sousuke me gusta más. Creo.
— ¿Qué te gusta de Rin?
—Eh... Me gusta su cabello, es muy suave. Su aroma, bastante dulce. Su actitud, su voz, su personalidad. Sus hijos —Haru asintió, desviando la mirada. Luego carraspeó y se recargó en el asiento.
— ¿Qué te gusta de Sousuke?
¿Por dónde empezar? Sousuke era un tipo serio, misterioso a su punto de vista. Le atraía su cuerpo, su olor, su forma de ser. Adoraba cuando Sousuke fruncía el ceño mientras le decía algo lindo, su forma de querer hacer parecer que lo que decía no era un alago para nada. Le gustaba las bromas pesadas que soltaba. Sus abrazos, sus caricias. Su voz por las mañanas, cuando le hablaba adormilado y decía "Buenos días". Le gustaba sentirlo a su lado. Le gustaba que sus miradas se encontraran.
Le gustaba su apoyo, los abrazos consoladores que le daba. Le gustaba que lo interpretara en silencio, que se diera cuenta de si estaba triste, enojado, feliz, excitado, emocionado, y le diera un abrazo tan fuerte. Le gustaba cómo se llevaba con sus hermanos, le gustaba que besara su mejilla y acariciara su nariz con la propia. Le gustaba su ceño fruncido mientras decía cosas como "Haré de comer solo por hoy" cuando ya había cocinado toda la semana.
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Bajo la Luna (HaruRin)
Fiksi PenggemarImposible. Esa palabra describía el asunto por completo, ¿Cuándo, en mil vidas, un hombre podría quedar... preñado? Porque era un hombre, ¿no? En todo caso... No era algo que podría decir, de hecho, ¿Iba a continuar con ello? ALERTA: Historia en ed...