Capítulo 5

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Tan fría y solitaria como aprendió a ser, se sentó en la silla de aquel cuero negro que había al lado de la camilla, en una habitación especial para alguno de los héroes de Konoha. En cierto modo, si pudiese sentir culpabilidad, la sentiría, aunque es debido a las miradas que le echaban los dos presentes; Naruto y Tsunade, la cual estaba inspeccionando qué le ocurría al Uchiha.

—Dilo ya, Sakura—le rogó la rubia de forma humilde, esperanzada a que le dijera qué ocurrió para así curarlo—. ¿Qué le hiciste?

—Se lo hizo él solo.

—Sakura—lo cierto es que el tono en el que Naruto le habló fue muy frío, más cuando no usó el honorífico con ella. Ya no eran mejores amigos, eso era un hecho. Las cosas cambian; las personas igual—. ¿Qué le has hecho?

—Ya lo he dicho. Se lo ha hecho solo.

—¡Sakura!—gritó. Cuando Naruto, vencido por la derrota de su mejor amigo y enfadado por el comportamiento inútil de quien consideraba su mejor amiga, iba a abalanzarse sobre ella para Kami-sama sabe qué, Tsunade interfirió, parándolo—. ¡Déjame, maldita sea, estoy harto!

—Naruto, cálmate. Eso no servirá de nada.

—Tienes razón...—lamentó, mirando hacia abajo. Pero ese arrepentimiento se pasó en cuanto volvió a centrar su vista hacia quien creía que era la culpable—. Si algo le pasa al Teme, te lo juro, iré a por ti, Sakura. No me arrepentiré de nada. Iré sin piedad, sin perdón, y olvidando por todo lo que pasamos juntos. Yo a ti ya no te conozco.

Auch.

Su corazón ya no le dolía, ¿no? No podía doler algo que ya estaba podrido. Estaba muerto, tan muerto como aquellas personas que un día quisieron desafiarla, creyendo que era una kunoichi cualquiera.

—Vámonos, Naruto. Por suerte sobrevivirá, pero rozó la muerte.

—Sí, tengo mejores cosas que hacer como verla a ella.

Cuando ambos se fueron, Sakura se levantó del asiento sintiéndose algo mejor al no ser el objetivo de aquellos ojos azules de su ex mejor amigo. Miró la ventana, y no pudo evitar querer sentir aquella sensación de respirar aire libre, que, de alguna forma, la echaba de menos.



—A veces me recuerdas a Nii-chan—apareció de la nada, tras aquella esquina. Se sintió algo avergonzada por el hecho de que estaba en medio de un entrenamiento solitario, y de momento, iba de pena—. Estás demasiado obsesionada con entrenar.

—Dime algo que no sepa.

—Que eres fuerte—le recalcó.

—¿Qué?

—Algo que no sepas, ¿no? Yo ya te lo digo; eres fuerte. Tienes unas habilidades perfectas para analizar el combate. Te das cuenta fácilmente de los ataques que harán tus enemigos sin siquiera poseer el sharingan. Además, sabes deshacerte fácilmente de los ninjutsus. Y eres estratega. Y... hummm... eres una gran ninja médico, sabes controlar muy bien tu chakra. ¿Eso jamás te fue suficiente?

Paró su entrenamiento, mirándolo de la peor forma posible. Su vestimenta ya había cambiado a una negra, aunque, lo hacía por el sudor que cada vez desprendía de su cuerpo. Cada vez era más, pues sus entrenamientos cada vez eran más intensos.

—Jamás conocí a una kunoichi que se hiciera daño a sí misma con el único fin de hacerse más fuerte cuando ya lo es.

—Si eso es lo que crees, adelante. Pero por favor, ayúdame a mejorar lo más que pueda. Es lo que quiero; lo que necesito. No necesito que me entiendas.

Las nuevas enemigas de Konoha ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora