Capítulo 26

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La Haruno se encontraba ahí, tumbada en aquella cama de hospital. Había escuchado hablar a aquella enfermera tan agradable con Reiko, la cual, podía saber que no había nada malo en su salud. Lo único que necesitaba era comer. También le mencionó a Reiko que debía cuidarla mejor y cuidarse a ella misma también, y que en unos días ya podría hacer lo mismo de siempre. O hacer lo que una embarazada debería.

Reiko no la dejaba ni un instante, pues estaba demasiado preocupado.

Aquella vez, sentado en aquella silla tan incómoda, no fue una excepción.

—¿Cómo ha terminado esto así, Sakura?—le susurró.

Sakura, con una respiración ya normal, pudo ver los ojos rojos de Reiko. Aquellos que cuando veías se supone que deberías de sentir el miedo que a veces no podías ver.

Pero aquella vez fue diferente. No veía nada, pues Reiko no quería mostrarle nada. Solo se dedicó a observar los cabellos largos de aquella chica y escuchar con sus finos oídos cómo latía. No. De hecho, escuchaba más que de sus latidos.

—Estoy enamorada de Uchiha Sasuke—dijo con una voz bastante tímida—. Puedo engañarme a mí misma, Reiko. Pero cuando lo vea, admitirlo de nuevo. Una y otra vez. C-Creo que desde el principio estaba destinada a él.

—Créeme; lo sé.

Aquella conversación debió de terminar ahí. Pero no fue así.

—Sin embargo, ya sabes cuál es tu destino, ¿verdad?

Sakura calló. No tenía miedo a lo que le debía de ocurrir, no cuando había algo más importante que su vida; la de su nueva familia.

—¿Crees que no te habría dado el anillo si pudiese?

—Sabes que no.

—Lo habría intercambiado contigo por paz.

—Sakura. Te amo—declaró el rubio—. Pero no necesito a Sakura, necesito a Inzei.

La Haruno se dio media vuelta, dejándole ver a Reiko su espalda.

—Te dije que te seguiría para hacerlo con mis manos, y para que soltaras a Itachi-sensei e Hidan-sensei. No para morir.

—Ellos estarán bien, siempre y cuando estés a mi lado. El resto, Sakura, lo iremos viendo.

Y maldijo el día en el que se marchó de aquella sala y conoció a Reiko. Maldijo el día en el que él comenzó a gustarle, al menos, su falso yo.

Maldijo rotundamente el día en el que decidió abandonar la aldea.

—No quiero morir...—susurró, sollozando. Dejó la máscara que tuvo durante mucho tiempo. Normalmente, ella no lo haría. No lloraría por temor a la muerte, ¡siempre había sido valiente! Pero aquella vez... tenía algo más por lo que luchar. Algo realmente fuerte. Algo más fuerte que el amor por Sasuke... Tenía a Sarada. Sí. Ella sola escogió el nombre. Para un ninja médico era fácil reconocer el sexo de su propio bebé, además, tenía un gran presentimiento de que sería niña—... No hasta verla crecer, Reiko.

El chico rubio se levantó de aquella silla y caminó hacia la puerta.

—Lo siento.

Y se marchó, posiblemente, a comprar algo de té para ambos.

***

La castaña estaba perpleja al saber el motivo de la interrupción de aquel rubio. ¡Una maldita oferta grupal de ramen! ¿Es que acaso estaba loco? Aunque bueno, no podía quejarse. Ninguno se dejó llevar demasiado por las circunstancias. Todos intentaron mantener la calma, excepto Sasuke, que no dejaba de entrenar una y otra vez como cuando era pequeño. Era rápido en el movimiento de su espada, también, ayudaba mucho su poder ocular.

Las nuevas enemigas de Konoha ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora