Pero aquella sonrisa desapareció al instante cuando escuchó dos disparos. Las lágrimas no tardaron en aparecer al tener un mal presentimiento. En aquel momento pensó en lo peor. Su mundo se venia abajo poco a poco mientras su corazón se iba deteniendo.
Después de aquellos dos disparos unos pasos se aproximaron hacia la puerta. Su corazón empezó a latir con más fuerza mientras tapaba su boca para no hacer ningún ruido.
Pero sin querer retrocedió haciendo que las cosas que tenía detrás suyo cayeran al suelo.
En aquel momento ella se maldijo a si misma por retroceder.
La puerta se abrió poco a poco, hasta que dejo ver a Justin.
—Dios mio—dijo ella antes de taparse la boca.—¿Estás bien?—lo examino de arriba a abajo y cuando no vio ninguna herida, se acercó a él y lo abrazo fuerte como si no lo fuera a ver nunca más.
—Te dije que tendría cuidado—le dijo sonriendo de oreja a oreja.—Venga vamos—dijo una vez que se separo de ella para cogerla de la mano e ir a donde se suponía que estaban los chicos.
—Espera—se detuvo en frente de la habitación para ir a coger su arma. Así los dos se protegerían las espaldas. Una ves que la cogió vio como Justin observaba por el pasillo. Cuando acabo se levanto, rodeo el cadáver que había en el suelo y volvieron a salir de la habitación.—Nunca los vamos a encontrar—dijo ella.
Estaba harta de ir de habitación en habitación buscando a los chicos. Era agotador. Así que mejor optaron por ir separados aunque fuera peligroso.
—Justin estaré bien—dijo ella intentando convencerle para que fueran por separado.—Tengo el teléfono y el arma, si los encuentro te envió un mensaje—dijo mirándole a los ojos.—Tendre cuidado, enserio—dijo ella.
—Ten cuidado, si te pasara algo no-"—entonces ella le interrumpió con un beso.
Él no pudo evitar sonreír por lo que ella había hecho. Le gustaba aquella sensación que sentía cuando ella lo besaba, o simplemente cuando estaba cerca de él.
—Hablas demasiado—dijo ella al separarse. Una sonrisa se dibujo en su rostro y una pequeña risa salio.
—Entonces debería hacerlo muy a menudo—dijo sonriendo haciendo que sus mejillas cogieran un color rojizo.
—Eres un tonto—dijo ella golpeando despacio su pecho.—Ten cuidado tú también—le dio un último beso y después se separaron llendó cada uno por un camino diferente.
Ella caminaba lentamente por los pasillos sin hacer ruido, entrando en las habitaciones que había en el segundo piso. Pero nada. No había rastro de los chicos por ningún lado.
Escuchó unos pasos acercarse, y no tuvo más opción que meterse en la primera habitación que vio. Le costó entrar por culpa de aquella gran puerta, la cerró y camino hacia atrás sin hacer demasiado ruido. Hasta que tropezó con algo y callo al suelo.
Un grito ahogado salio al ver el cadáver de una de las cocineras. Miró alrededor hasta darse cuenta de que estaba en medio de un charco lleno de sangre. Los pasos se aproximaron. Ella se levantó rápidamente y se escondió en uno de los cientos de armarios que había en aquella habitación.
Su labió temblaba sin parar al igual que su cuerpo. Entonces la puerta se abrió poco a poco y dejo ver a un hombre mayor, con una camisa de tirantes gris que dejaba ver todos sus tatuajes y sus musculosos brazos. Sus ojos eran oscuros y daban escalofríos.
De repente, el hombre fijo la mirada en uno de los armarios y se acercó sigilosamente para abrir y mirar si había alguien dentro. Eso empezó a hacer con todos. Ella busco su pistola pero no la encontraba, hasta que se dio cuenta de que estaba allí, al lado del cadáver.
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