Capítulo VII: En dirección a Hogwarts

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La noticia acerca de los mortífagos y la Marca Tenebrosa en el cielo corrió supremamente rápido, levantando gigantescos rumores a su paso y desempolvando viejos temores. El mundo mágico no se deshizo de ellos fácilmente. Por supuesto, sabía que el pánico había sido sembrado, pero ¿qué se supone que debía hacer? Nuevamente, mis opciones se reducían a cero.

— Es la vida de ellos. No vamos a meternos —me dijo Theodore esa misma noche, antes de que él y su padre abandonaran la mansión por motivos de seguridad.

Desde entonces, las familias sangre pura estábamos en la mira del Ministerio. Incluso Margot me avisó de que se estaba quedando en Francia debido a que su madre estaba escandalizada por lo que había sucedido. Aún con todo, mi amiga no le comentó que su padre participó en la manifestación.

No tuve la oportunidad de preguntarle a mis mejores amigos acerca de aquella noche, porque mis tíos confiscaron todas las lechuzas para no permitir intercepciones. Todo lo que entraba y salía de la Malfoy Manor estaba siendo revisado minuciosamente, tanto por mi familia como por (según ellos) el Ministerio. Teníamos que mantenernos al margen, o algo así insistían.

— ¿Qué sucede entre Draco y tú? —me interrogó mi madre cuando terminó la cena.

Ambas nos hallábamos subiendo las enormes escaleras centrales en dirección a nuestros dormitorios, en el ala oeste.

— Otra discusión, eso es todo —expliqué sin muchos ánimos. De por sí era deprimente ser ignorada por mi primo cada segundo del día. ¡Ni siquiera peleábamos!

Mi madre asintió sin convencerse, como señalando que había escuchado. Yo continué jugando con mis dedos a través de todo el recorrido, poniéndolos a correr por encima de la baranda. 

Al llegar a mi recámara, me percaté de que su respiración se había puesto más pesada y, de la nada, comenzó a requisar mi armario de arriba a abajo.

— ¡Madre! —exclamé exaltada, pero ella me indicó que callara. Parecía estar buscando por algo muy preciado. 

— Vístete, ¡rápido! ¡rápido! —ordenó, pasándome mi abrigo tipo pea. Fruncí el ceño, totalmente confundida.

— ¿A dónde vamos? —interrogué alarmada al visualizar que, por entre mis túnicas, vestidos y gabardinas, levitó una bolsa de cartón hasta sus manos. 

— ¿No recuerdas lo que te ordené hace unas horas, Black?

Pasé mis brazos por las mangas largas y metí los botones en sus respectivos agujeros, esperando algún tipo de movimiento por parte de ella que indicara qué estábamos por hacer. Sin embargo, esas simples palabras me molestaron tanto que me bloquearon cualquier tipo de emoción.

— «No preguntarte absolutamente nada»  —me crucé de brazos, repitiendo su orden en mi cabeza—. Que sepas que no pudiste haber dicho algo más cruel.

Mi madre me ignoró, se veía nerviosa.

— Es un tema de adultos, Sirrah. Hay situaciones que no se pueden comprender tan fácilmente.

— ¿Que es lo que es difícil de comprender? —pregunté molesta— ¿Acaso eres mortífaga? 

Suspiró con pesadez.

— No —dijo. Y a pesar de que eso no explicaba mucho, no pude evitar sentir alivio—. Al menos no lo fui oficialmente. 

— ¿Y eso qué significa? 

— Que no tengo la marca en mi brazo —tomó un puñado de polvos flu—. Entra a la chimenea. 

No me moví. Su respuesta no sonaba convincente.

Sirrah Black & el Torneo de los Tres Magos | SBLAH #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora