Capítulo XX: En el Baño de Prefectos

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"No encuentro el pedazo de queso que me iba a comer".

—L<3.

Me senté sobre la hierba que rodeaba el jardín de Hagrid para sacar la pluma que le había quitado a Margot y había olvidado devolver desde hacía una semana. Volteé el pedazo de pergamino y, acariciando la cabecita de Ara, pensé en qué escribirle.

"No creo que sea una tragedia. Entre más tardes en encontrarlo, más rico sabrá.
Tracey me escondió mi sostenes, así que estoy usando uno de ella y no le he dicho".
— S.

Até la notita a la pata de mi lechuza y le ordené que se lo diera a Luna. La pobre casi se cae del susto cuando escuchó que alguien gritó mi nombre. La intenté tranquilizar con una suave palmadita, pues ese "alguien" no era más que una Hermione supremamente furiosa.

— ¡Rah! —se tiró a mi lado, inhalando y exhalando con fuerza.

— ¿Vienes desde Hogsmeade corriendo? —pregunté sorprendida— . Creí que...

— Lugo Bagman estaba en Las Tres Escobas y unos duendes lo estaban siguiendo. Harry dijo que él le dijo que estaban buscando a Barty Crouch —respiró hondo— . Y todo estaba bien hasta que entró esa Rita Skeeter, como siempre con su pluma escribiendo todas las mentiras que ella decía. Harry (sabes que no puede contenerse) le dijo un comentario para defender a Hagrid y entonces ella comenzó a hacerle muchas preguntas para crear una nueva historia. Yo lo defendí y Ron cree que me va a comenzar a intimidar y... —se calló abruptamente, se encontraba extremadamente abatida.

— Bueno, ¿y qué te importa? Tus padres no leen El Profeta —argumenté calmada— y nosotros no vamos a creer nada de lo que diga.

— Eso dije... —musitó. 

Los chicos por fin llegaron corriendo detrás de ella y se detuvieron al lado de la cabaña, intentando recuperar el aliento.

— ¿Qué hacías aquí? —preguntó Ron confundido una vez tuve mi atención en él.

— Venía a hablar con Hagrid, pero me llegó una carta y me senté a responderla —expliqué. 

A penas divisé el ventarrón que dejó Hermione al levantarse con brusquedad para encaminarse hasta la puerta y aporrearla con una fuerza excesivo. Una vez allí, empezó a gritar desde lo más hondo de sus pulmones:

— ¡Hagrid! ¡Ya está bueno, Hagrid! ¡Sabemos que estás ahí adentro! ¡A nadie le importa que tu madre fuera una giganta! ¡No puedes permitir que esa asquerosa de Skeeter te haga esto! ¡Sal, Hagrid, deja de hacer el...!

Su voz se apagó hasta que ninguna otra palabra salió de su garganta. La puerta se abrió de golpe y reveló en el umbral a la figura de Albus Dumbledore. La castaña se ruborizó de pies a cabeza, a pesar de que el director nos sonrió amigablemente y dijo:

— Buenas tardes.

— Que... q-queríamos ver a Hagrid —contestó ella con extrema timidez.

— Sí, lo suponía —dijo el director con ojos risueños— . ¿Por qué no entran?

— Ah... eh... bien. 

Los cuatro ingresamos cuidadosamente. Estuve un par de segundos atontada por el cambio de luz y por eso mismo reaccioné muy tarde para cuando Fang saltó a saludarnos. Logré esquivarlo, pero causé que el perrito siguiera de largo con fuerza hacia Harry (quien iba detrás mío) y lo empujó contra la pared. Me guardé la burla, no necesitaba otra disputa con él, a pesar de que siempre eran graciosas. 

Hagrid, por otro lado, se ubicaba sentado en el comedor, el cual tenía dos tacitas de té. Su rostro estaba demacrado, lleno de manchas y con bolsas y ojeras debajo de los ojos. Por otro lado, su cabello se había salido totalmente de control, parecía que no se lo había peinado desde hacía varios días.

Sirrah Black & el Torneo de los Tres Magos | SBLAH #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora