Capítulo XXVIII: la Familia Lestrange

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Cuando llegamos a la Mansión Lestrange una sonrisa nerviosa se plantó en mi rostro y una mezcla de emociones comprimieron mis intestinos y aceleraron mi corazón. Todas eran conocidas: emoción, desenfreno, alegría, pertenencia. Todas menos una: miedo. Un miedo que había nacido el primer día de mi estadía en Hogwarts y se había alimentado sin tregua en los años posteriores. Curiosamente, a mi lado mi primo se hallaba temblando y arrugaba su ropa con sus manos inconscientemente, como si estuviera aún más agobiado que yo.

— ¿Qué? ¿Temes ser juzgado? —le dije divertida.

— Tú deberías ser la que siente esto —se quejó, moviendo sus dedos nerviosamente mientras sacudía las cenizas de su cabello— . Yo no he sido desobediente.

— ¡Oh, Druella, querida! ¡Por fin! —oí la voz de mi abuela, quien se acercaba deprisa y con una sonrisa deslumbrante. Jamás la había visto tan animada— . ¡Mírate, preciosa: has crecido un montón estos últimos dos años!

Me besó ambas mejillas efusivamente.

— Hasta que por fin se dignaron a pagarme una visita —añadió con sorna, reprochando a mi madre con la mirada.

— Siempre es bueno verte, madre —respondió Lyra, dándole un beso en cada mejilla.

— Ya, ya. Con que recuerdas que soy tu madre, ¿eh? —se volvió a mí y me tomó del brazo—. Ven, Druella. Vamos a saludar.

— Por un momento creí que me hablabas a mí —habló Druella Rosier, acercándose a paso elegante y creando movimiento en su abigarrado sombrero rojo— . ¡Druella petite, querida! ¿Cómo has estado? Esas bellas facciones y esas cejas negras... tan parecida a mi pequeña, excepto por el cabello... y esos ojos tan bonitos que tienes —me tomó el rostro con firmeza— me recuerdan a mi pequeño Draco...

— Ya llegó —apunté a mis espaldas y lo usé como excusa para zafarme de su agarre.

— ¡DRACO! —gritó— ¡CISSY! ¡Ay, qué gozo verlos! —los saludó afectuosa por un segundo para recuperar su porte rígido casi de inmediato— . Lucius, hijo, ¿no has pensado en darle una poción a Draco? El rostro se le ha dañado bastante, y de la línea de los Black no es. Te puedo asegurar que la piel de mi marido no acumulaba grasa. No, señor; ni en un poro.

— Es un maleficio —explicó mi tío con aburrimiento.

— Ya —enarcó una ceja, incrédula— . Bien, como digas. Lo supuse por las marcas en tu rostro. Y esa grasa... tiene luz propia. Me alegra que no lo haya heredado.

Mi tío puso su mejor cara de indignación para volverse hacia su mujer. Cissy lo miró con una expresión que sólo pedía una cosa: paciencia.

Puede que esta noche sea divertida.

— Druella, querida —se volvió nuevamente a mí la madre de mi tía— , ¿qué tal tu vida? Hogwarts te tiene algo descuidada, ¿no? Con Aglaea estuvimos hablando sobre eso; sirvió unos aperitivos muy deliciosos, altos en proteína ¿Por qué no comes un poco? Te hace falta engordar los pómulos. No me imagino cómo estará mi preciosa... en Azkaban no dan muy buena comida, por lo que he visto. La última vez que fui a verla tenía todas la belleza de los Black casi ausentes y sus prominentes facciones exageradamente marcadas. La tuve que llenar de comida, por supuesto. Se lo comió todo sin rechistar.

— ¿Has vuelto a ver a Bellatrix? —intervino mi abuela, pasándome la bandeja de los aperitivos de los que había hablado Druella.

Gracias por la indirecta.

— Pero por supuesto. También visité a tus hijos, ya sabían las buenas nuevas, claro. Saben que saldrán pronto. La esperanza brillaba en sus humildes ojos.

Sirrah Black & el Torneo de los Tres Magos | SBLAH #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora