Capítulo XVII: La Invitación

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Bajé al Gran Comedor sedienta y deseosa de siquiera mojar mis manos en jugo para deshacerme de la grasa maloliente de los brebajes. Había estado toda la mañana recogiendo calderos y pociones completamente mal hechas. Sabía que había personas a las que se le dificulta bastante la materia, claro, pero no imaginé que habían alumnos con peor tacto que Longbottom.

Finalmente, diez minutos más tarde, terminé de comer y caminé con Margot por el pasillo que nos dirigía al aula de Transformaciones, ojeando por encima de mi hombro a Harry, que se dirigía junto a los demás leones a Herbología.  

— ¿Sabes? Estaba pensando... —comenzó la semiveela vacilante, peinándose las puntas de su cabello rizado— ¿No habrá algún hechizo que encante luz solar para burlar los efectos de la luna llena?

La miré interesada. Ya le dolía realizar caminatas muy largas y los ojos parecían pesarle cuando parpadeaba, pues la noche de transformación se acercaba.

— Esa es una idea brillante, Margot —dije encantada—. Dudo que haya algo mejor que la Poción Matalobos, pero podríamos intentarlo... —no pareció muy animada—. Mientras tanto tengo gomitas de helado con figuras, fíjate —saqué las golosinas furtivamente de mi túnica, pendiente de que ningún otro alumno notara mi contrabando. Su expresión se vio más compensada.

— ¿Alguna de pistacho-cancerbero? —sonrió con esperanza.

— Por supuesto —le pasé cinco de las mismas y al visualizar a mi amiga caminar con emoción al aula para devorárselas, agradecí internamente a mi madre por habérmelas enviado con Ara— . Como darle un dulce a un bebé —celebré, pendiente de que el movimiento de mis pies no perturbara la tinta que traía encima de mis libros.

— ¿No dirás "como quitarle un dulce a un bebé"? —comentó Theo, situándose a mi lado para darle campo a los de Ravenclaw que ingresaban a la clase.

— No —le sonreí. Pasó sólo un efímero segundo para que mi semblante cambiara al escuchar hablar a Draco con Crabbe de una forma muy insolente— . Irritado de nuevo —concluí resoplando— . No sé cómo soporta tantos cambios de humor. ¿Será que también le baja la regla?

— Esta vez fue tu culpa por llamarlo "perdedor de catorce años" ante todos los de cuarto —se encogió de hombros Theo, adelantándose de mí para sentarse en su respectivo puesto con Blaise.

— ¡Ni siquiera se lo dije en la cara! Pudo haber sido cualquiera —reposé mis útiles en la mesa de trabajo y me tumbé en el asiento.

— Claro, no es como si te conociera de toda la vida —ironizó.

La clase comenzó cuando la profesora McGonagall se ubicó en una escala alta en el centro del salón. Su porte severo infundó un control en el aula y en un segundo nos sumimos en el dictado de una actividad. 

1. Transforma la gallina de Guinea que te será asignada en un conejillo de Indias.

2. Describe, poniendo varios ejemplos, en qué deben modificarse los encantamientos transformadores al llevar a cabo cambios en especies híbridas.

— Asegúrate de saber qué es un conejillo de India, Blaise. Que no te pase como con la tortuga-tritón del año pasado —bromeé hacia el morocho que se hallaba delante mío.

Margot y Theo soltaron una carcajada.

— ¿Qué le dijeron? —se volvió hacia nosotros con ansias Daphne, observando el semblante sarcástico de Zabini. Últimamente estaban en un juego sin fin— ¡Chicoos! ¿Qué le dijeron?

— ¿No tienes algo más que hacer? —comentó el morocho con una sonrisa de triunfo, sabiendo que Daphne, al estar de espaldas de su escritorio, no se daría cuenta de que la gallina de Guinea y la profesora McGonagall requerían su atención.

Sirrah Black & el Torneo de los Tres Magos | SBLAH #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora