Capítulo VIII: El Torneo de los Tres Magos

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A veces aquellos cambios de humor eran inevitables, y no lo digo por los cambios hormonales, sino porque sentía que me encontraba en situaciones cada vez peores, como ahora con Draco. Solté un enorme suspiro cuando sentí que el tren aminoró la marcha. Nos hallábamos en Hogsmeade y ninguno de los tres volvió a mencionar una palabra. 

No es como si estuviéramos ahora nosotros peleando, es sólo que ni Ron ni yo nos encontrábamos bien y, gracias a Salazar, Hermione y Harry pertenecían a ese tramo de personas que entienden cuando hay problemas y deciden callar.

Me bajé con cuidado de no perturbar demasiado a Ara y noté que el cielo persistía con la lluvia torrencial. El pueblo mágico estaba totalmente a oscuras y un par de rayos cruzó de lado a lado, haciendo gritar a un grupo de estudiantes de primer curso. Exhalé al sentir todo el barullo a mi alrededor, siendo consciente del todavía largo trayecto que nos esperaba. Comprendí entonces que era yo la que estaba causando el mal tiempo, porque los truenos sólo empeoraron.

— ¡Eh, Hagrid! —gritó Harry, llamando la atención de la silueta del profesor a varias decenas de personas de nosotros.

— ¿Todo bien, Harry? —saludó con una agradable sonrisa— . ¡Nos veremos en el banquete si no nos ahogamos antes!

— ¡Ah, no me haría gracia pasar el lago con este tiempo! —murmuró Hermione enfáticamente, tiritando mientras los cuatro avanzábamos lentamente (junto a los otros alumnos) por el oscuro andén que nos conducía a los carruajes. 

— ¡Sirrah! —llamó Harry cuando apartaron el primer carruaje. Dudé por unos segundos de si hacerme con un equipo random o entrar con ellos, hasta que me convencí de que sería estúpido apartarme— . ¿Te sientes bien? 

— ¿Por qué no lo haría? —me senté a su lado, con Ron, Hermione y Longbottom al frente, pues éste último se acercó al último momento.

— Porque este lugar es un caos —susurró, exprimiendo el agua de su jersey— , al igual que tú, parece. 

— ¿Tanto se me nota? —me burlé de mí misma. Harry ladeó su cabeza.

— Pues... 

— Ya entendí —intenté sonreír— . Oye, ¿podrías estirar las piernas? —mi mejor amigo las bajó del asiento, confundido.

— ¿Así?

— Perfecto —me recosté, evadiendo la mirada divertida de Hermione para poder concentrarme en una sola cosa: dormir. Era especialmente cómodo así.

Síp, mi plan de olvidarlo comienza a fallar desde el inicio.

*

Me desperté a causa de las fuertes sacudidas que dio el carruaje al detenerse. La oscuridad exterior era total y no dejaba de llover a cántaros.
Me erguí en mi asiento y contemplé a mis mejores amigos dormidos por unos segundos, de repente sintiéndome algo aburrida al haber pasado por las divertidas estatuas de los cerdos alados que se localizaban muy a la entrada de los terrenos de Hogwarts y no haberlos visto.

No fue hasta que oí un pequeño quejido que me enteré de que Longbottom también estaba despierto, y me observaba con miedo, agachando la cabeza.

— ¡Chicos! —exclamé, sacudiendo a Hermione y Harry, gracias a la corta distancia en la que nos hallábamos. Harry ladeó su cabeza, pero continuó durmiendo. Entonces, me llené los pulmones de aire y grité:— ¡A LA DIRECCIÓN!

Bajé del carruaje antes de que dieran la señal y corrí a toda velocidad hacia las escalinatas principales del castillo, subiéndolas de dos en dos con la emoción rebosándome. Estoy de vuelta.

Sirrah Black & el Torneo de los Tres Magos | SBLAH #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora