Capítulo XII: El Cáliz de Fuego

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Tras la comitiva de Durmstrang, todos los alumnos de Hogwarts nos amontonamos para subir por las escalinatas de mármol en dirección al Gran Comedor. Salí por un instante de las filas de Slytherin para llegar hasta mis mejores amigos, puesto que no había hablado mucho con ellos y bueno, la ocasión lo requería.

— ¡No me lo puedo creer! —la exclamación de Ron me recordó a Blaise, quien caminaba por el vestíbulo apoyado en Crabbe y Goyle. Casi no podía respirar— ¡Krum, Harry! ¡Es Viktor Krum!

— ¡Ron, por Dios, no es más que un jugador de quidditch! —repuso Hermione con exasperación— ¡AH! —gritó asustada cuando la tomé por los hombros mientras gritaba «¡BÚ!»— ¡Sirrah!

— ¿Vieron esas entradas? Merlín, que exageración. Este Torneo me da cada vez más asco —mordí mi lengua, negando levemente. El pelirrojo miró hacia el cielo sin creérselo.

— Ustedes son las personas más extrañas que he conocido en mi vida —sentenció— . Además, ¡Krum es uno de los mejores buscadores del mundo! Eso nadie lo puede negar, ¿verdad, Sirrah? —asentí, fingiendo una sonrisa inocente hacia Hermione— . Gracias.

— Lo siento, ¿pero quién no creció emocionándose por su nombre? —pregunté retóricamente. Mi mejor amiga tomó a Harry de la mano y la alzó junto a la suya. Resoplé— . Sí, pero no cuenta. Ustedes no sabían de la existencia del quidditch —afirmó lentamente, dándome la razón a regañadientes.

— ¡Ah, es increíble, no llevo ni una simple pluma! —lamentó una chica de Hufflepuff junto a sus amigas, las cuales se empujaban unas a otras para poder llegar hasta el jugador— ¿Crees que accedería a firmarme un autógrafo en el sombrero con mi lápiz labial?

— ¡Pero bueno! —bufó la castaña, apuntándolas con altanería— ¡Eso es demasiado!

A lo lejos, escuché la voz de Margot llamándome.

— Debo irme.

— ¡Espera! —habló Harry, negando hacia el pelirrojo, quien acababa de preguntarle si llevaba consigo una pluma— ¿Has hablado con Canuto? —sacudí mi cabeza.

— ¿Tú sí? ¿Qué te respondió?

— Que alterne las lechuzas... que su mentira lo hace alguien noble... blah... —contestó Ron sin mucha atención. Me crucé de brazos.

— ¡Eh, se supone que ahora no sé nada, maldición! —los tres se volvieron hacia mí, con los ojos de par en par.

— No, es que... bueno, como nosotros estamos en la misma casa... —aclaró Hermione algo acalorada. Rodé los ojos molesta, aunque no especialmente con ellos.

— ¡¿Y?! —dudé. Harry realizó un indicio de hablar, mas yo lo interrumpí— . No importa, no importa. Ya nos pondremos al día... o más les vale, al menos. Justo ahora debo irme —me volví hacia la entrada del Gran Comedor, formando un trayecto directo hasta mi mesa entre los estudiantes de Durmstrang. Estos parecían no tener idea de dónde sentarse, miraban a todos lados con el ceño fruncido y los labios apretados.

— ¡Sirrah, diles! —me detuve en seco. Mi primo me apuntaba desde el comedor que invitara a los estudiantes de Durmstrang a sentarse con nosotros.

Cuando me volví hacia ellos noté que, de por sí, ya habíamos llamado su atención.

— Slytherin, Ravenclaw, Hufflepuff y Gryffindor —les indiqué el orden de las casas de izquierda a derecha— . Los más astutos, inteligentes, trabajadores y valientes.

— ¿Los más astutos? —preguntó un chico con voz rasposa, como arrastrando las palabras desde la garganta. Por supuesto, era el acento, pero resultaba sumamente divertido.

Sirrah Black & el Torneo de los Tres Magos | SBLAH #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora