Capítulo XXIII: La Confesión

488 51 65
                                    

Me levanté de la cama de Margot y, una vez más, caminé hasta el baño para lavarme el rostro. Unos nervios extremos me carcomían viva. Ya le había enviado una carta a Hermione con Ara para contarle todo lo que había sucedido y que, por esa misma razón, probablemente no hablaría con ellos por unos días, al menos hasta que pudiera enfrentarlo.

— No es taan malo, Sirrah —intentó persuadirme Selwyn en un susurro, pues nuestras otras dos amigas se encontraban durmiendo— . Digo, ¡algo tenía que cambiar! Te ha gustado por mucho tiempo ya.

— No, no —protesté— ¡La idea era que se esfumara el sentimiento y que él nunca lo supiera! O simplemente llorar en silencio cuando se volviera novio de Chang —corrí el dosel y me lancé nuevamente a su colchón— . Quiero morir.

— A ver... repíteme qué hiciste después de que lo besaste —me obligó a encararla con un jalón.

— Pues nada, prácticamente recordé qué estaba haciendo, quién era él, por qué estaba mal lo que había hecho y no fui capaz siquiera de mirarlo. Ivanova me llamó de un grito porque (menos mal) justo ahí fue que los profesores de todas las escuelas salieron y se acercaron al campus al escuchar todo ese alboroto, entonces corrí hasta ella con Theo y los organizamos a todos ustedes para que se escondieran.

— Jamás sentí tanto miedo, ¿sabes? Cuando destruyeron todos los hechizos protectores... ¡ufff! ¡Llegando a las mazmorras me caí de culo en el lago! —reí sin ganas— . Perdón, perdón, es que aún me duelen los glúteos y ¿ves cómo tiemblo? ¡Es el frío!

— Pasó hace menos de dos horas, tiene sentido... —asintió y, de la nada, me observó con los ojos desorbitados.

— ¡¿Y ahora qué harás con Potter?! —puse un dedo en mi boca, indicándole que bajara la voz.

— Lo evadiré —suspiré, golpeando mi pecho. Mi corazón estaba a mil.

— ¿Por cuánto tiempo?

— Lo suficiente para poder hacer papeles, cambiarme el nombre y mudarme al extremo sur del mundo y criar pingüinos.

— ¿Y si hablas con él? —la miré como si estuviera loca— . Por favor, ¿qué es lo peor que puede pasar?

— Podría escucharme —dije con los ojos fijos en la ventana que da al lago— . La vergüenza... Mi consciencia no me dejará dormir hasta que muera, Margot —ella rió.

— ¿Hasta que mueras? —negó— . Eres más fuerte que eso.

— Le lanzaré un obliviate... —dije y, de súbito, sentí cómo aquella remota idea se aclaraba en mí— . ¡Sí! ¡Esa es la solución! Pero tendré que practicarlo, aún no sé si funcionó realmente con la profesora Sinistra —ella se frotó los ojos.

— No. La solución es que duermas por ahora, son las cuatro y cuarenta de la madrugada. Hoy es domingo, así que podrás quedarte todo el día en cama. Yo te traeré la comida y lo que necesites, ¿sí? Todo estará bien, Delta... —enarqué una ceja— . Mierda, no le digas a Theo que usé su apodo.

— De acuerdo —me hizo campo a su lado y me pasó las sábanas— . Gracias, Margot.

*

Querida Sirrah,

Por favor no te vayas a saltar las clases de mañana sólo para evadir a Harry. Estarás bien, ¿sí? Todo estará bien.
Ron aún no sabe, y creo que Harry supone que yo tampoco. Te preguntó un par de veces, y cuando Ron preguntó que porqué la urgencia de hablar contigo, no dijo nada.

Hoy le enviamos la carta a Percy para averiguar sobre Crouch y fuimos a entregarle las medias a Dobby, ¡estaba muy emocionado! Lastimosamente, no puedo decir lo mismo de Winky ¡Está bebiendo seis botellas de cerveza de mantequilla por día! Dobby nos dijo que es demasiado para el organismo de una elfina... (¡Qué digo! A veces olvido que conoces más que yo de este mundo, ja, ja). Le contamos que Crouch ha dejado de asistir y ahora cree que intentamos sacarle información (lo que no es necesariamente mentira). Al final tuvimos que irnos porque les dije que tienen los mismos derechos que los magos y, bueno, se enojaron. Ahora Ron no me habla por eso.

Sirrah Black & el Torneo de los Tres Magos | SBLAH #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora