"Pérdida"

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  – Vamos, Matt... ¡Despierta!

Matt abrió sus ojos lentamente, y vio como Austin ordenaba todo para salir de ahí rápido.

– ¿Austin?... ¿A dónde vamos?

– Revisaremos los salones para ver si hay alguien vivo aparte de nosotros.

– Está bien... partamos por los más bajos.

Ambos se alistaron y se prepararon para salir en busca de sobrevivientes. Se supone que los salones estaban vacíos, pero después de que el ejército abandonó la escuela, y encerró a todos, incluyendo sobrevivientes, hubo un caos donde todos los salones quedaron abiertos, y muchos murieron.

– Partamos aquí – decía Austin mientras sacaba un manojo de llaves– Se la robé al inspector.

  – Parece que después del fin del mundo, aún no has cambiado.

Matt recordaba  lo que Austin le decía anoche. Él tenía la fama de meterse en problemas... porque le gustaba el peligro, era valiente y no le importaba nada. No tenia malas notas, pero no era uno de los mejores.

Austin probó la llave y abrió el salón, de inmediato salió un olor horrible, Austin no se demoró en decir que no había nadie... y es que en serio, ¿Quién soportaría ese olor por tres días?

Probó en otro salón, pero estos estaban llenos de caminantes, una fuerza enorme empujó la puerta, haciendo que Austin tambaleara.

  – ¡Son Muchos!– Gritó– ¡Toma!

Austin le lanzó un revólver, Matt no lo dudó... No pensó si es que Austin podía salir herido, no pensó en su vida, no pensó en que podría pasar algo malo. La vida de su compañero estaba en juego, así que solo apuntó y disparó. La bala llegó a la cabeza de un caminante y gracias a eso, Austin pudo cerrar la puerta con llave. Solo que la seguían empujando.


Decidieron seguir adelante y se encontraron con otra que no tenía signos de un caminante, Austin intentaba abrir la puerta y vio que, las puertas tenían pequeñas ventanas, estaban rotas, por lo que no veía nada.

– Creo que está vacía– Dijo Austin.

– Tienes razón, estaré en la baranda.

Matt observó el tétrico panorama, se podía ver parte de la ciudad, toda devastada, inerte y probablemente, llena de sonámbulos. Personas que aún viven y que hacen lo posible para no morir. Gente que necesita ayuda. Matt sabe que ahí afuera es mucho más peligroso que aquí adentro, pero aquí... la comida es limitada, los recursos pronto se acabarán. Y eso Matt lo tenía muy claro, y él suponía que Austin también.

– ¡Mierda! no abre... – Decía Austin.

Matt espabiló y se volteó a ver por las ventanas del salón. Lo que vio, lo devastó por completo. Vio a muchos caminantes, probablemente más de cuarenta. y vio que todos se dirigían a la puerta, donde Austin estaba tratando de abrir. Matt gritó, Austin se volteó.

– ¿Que pasa, Matt?

– ... –  no le salía la voz, estaba petrificado, aterrorizado. Tanto que no pudo advertirle a Austin.

– ¡Carajo, Matt! Dime qué pasa.

Cuando sucedió lo que no se podía parar, miles de brazos rompieron los cristales de la puerta, donde Austin intentaba abrir la puerta. Eso miles de brazos agarraron al chico y empezaron a despedazarlo, sus ropas se teñían de rojo y su piel era arrancada brutalmente. La sangre saltó a chorros. Matt no sabía que hacer, estaba impactado, no se podía mover. Austin gritaba y gritaba. Y el chico no muy valiente lo miraba, con su expresión de tristeza.

Entre grito y grito, Austin le pidió a Matt que le disparara en la cabeza. Matt reaccionó al grito que hizo su compañero y tomó la pistola. Inseguro la miró, la contempló y apuntó. Por un lado, hacerlo complacería a una muerte rápida a su amigo, pero Matt quedaría con un cargo de consciencia enorme. Y no hacerlo, sería un signo de traición, y vería a su amigo sufrir, gritar de dolor y sufrimiento.

Todo eso pasó por la mente de Matt en un par de segundos, sin pensarlo más disparó. Cumplió lo que su amigo le dijo. Se le salió una lágrima al saber que no vería nunca más a aquel compañero a quien le debía la vida. Su primer acompañante después de esta catástrofe. Matt solo tomó la mochila de Austin y salió corriendo. Lo que hizo fue llegar al subterráneo, donde se había caído, y rompió en llanto. Recordaba el poco tiempo que pasó con su compañero, nunca más lo volvería a ver. Se decía a sí mismo "imbécil, idiota, estúpido" por quedarse sin habla y no avisar a su amigo el peligro que corría. Gracias a él, Austin había muerto. Sentía como la culpa llenaba su alma y la manchaba, sus ojos se tornaron serios, dejó de llorar y... Se dedicó a terminar el trabajo de su amigo.

Se dirigió a una sala y la abrió sin la llave, ya que estaba abierta. Vio que el salón estaba vacío, Matt solo se acercó al salón y miró que estaba completamente intacto. Lo único desordenado eran las mesas y las sillas, las cuales estaban corridas para formar una especie de barricada y guarida. Matt solo gritó.

  – ¿Hay alguien aquí con vida?

Una sombra se movió por entre las mesas, cuando luego, dos cabezas se asomaron y observaron a Matt, este pudo diferenciarlas y notó que eran mujeres. Un año menor que él.

Ambas se levantaron y se dejaron ver, estaban sucias de ropa, pero la piel estaba limpia, no tenían signos de mordedura ni heridas. Se miraron por un largo tiempo, el ambiente se volvió incómodo y finalmente preguntó.

– ¿Cuales son sus nombres?

  – Yo soy... Rin

– Yo Helen

Rin tenía el pelo castaño, era un poco más baja de estatura que Helen, y ademas su cara era de nerviosismo. Era pálida con cachetes rojos, un cuerpo desarrollado y portaba un cuchillo.

Helen era completamente distinta, era rubia y tenía ojos azules, era mas morena y usaba frenillos, era alta, pero no más que Matt.

– Vengan conmigo si quieren vivir– Dijo Matt, recordando una película que había visto.

Las dos amigas se miraron extrañadas y luego miraron de nuevo a Matt.

– Vamos, no les haré daño.

Ambas asintieron y tomaron todas las cosas que habían alcanzado a recoger, y las metieron en un bolso, después tomaron unas mantas y las guardaron en otro bolso. Se dirigieron donde estaba Matt. Él les explicó lo que pasó y les dio algo para beber. Se dirigieron al stand de comida. Pero lo que vieron, no les gustó mucho.

El lugar se había infectado de caminantes, y lo peor era que una muchedumbre de sonámbulos venían hacia ellos. El trío corrió hacia un pabellón que parecía ser seguro, cerraron la puerta y la taparon con sillas y mesas.

  – ¡Miren! – Gritó Rin.

En el próximo capítulo:

Entraron por los camarines de hombres y subieron. No había señales de caminantes ni sonámbulos.
*
– No tiene que ser así, puedo dormir contigo.
*
–Sé como miras a ella, sé cómo ella te mira, solo te pido eso, no se separen nunca, protégela.

The dead is alive!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora