Reconciliación

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Ya llevaba rato desde que Uta había salido de la casa del menor.

Él por su parte solo miraba un punto indefinido sin saber que debería pensar.

Había sido rechazado por su novio, el cual se había enfadado y se había ido, eso dolió, dolió mucho...

También se percató de las palabras que dijo, claramente había sido grosero e ignorante, además la razón por la que ahora era "de esa manera" era porque el mismo Uta lo había salvado.

Lo había salvado y él estaba siendo un malagradecido, sabiendo que igual podría vivir sin problemas y sólo con la pequeña diferencia de comer carne humana.

Se sintió inútil y creyó que hasta pudo oír el sonido de su corazón al romperse al tiempo de que cayó de rodillas al suelo dejando que las lágrimas se resbalaran por sus pálidas mejillas.

- Uta… - Alcanzó a decir con la voz quebradiza.

Cambió de posición ahora racargándose en la pared abrazando sus piernas mientras sollozaba desamparado.

- Quiero que todo vuelva a ser como antes - susurró.

Por su parte el pelinegro siguió caminando sin saber para dónde iba.

En gran parte se sentía culpable por hacerle esa clase de daño a su novio, se sentía la peor cosa del mundo, le dolía el pecho.

Su corazón era débil a pesar de que en el exterior él pareciera tan falto de expresión y con un interior tan duro como el de una piedra.

Un paso, dos pasos, tres… Se detuvo.

Comenzaba a llover.

Se decidió a mirar al cielo culpándose a si mismo por todo lo que pensaba haber hecho mal.

Necesitaba remediar todo, no ser un idiota que huía de sus problemas.

Se dio la vuelta decidido y quitando el cabello que se estaba pegando a su cara por el agua comenzó a correr nuevamente hacia la casa de su pequeño angelito de blancos cabellos.

No le importaba en lo más mínimo mojarse, que su cabello perdiera la forma, se soltara y quedara empapado haciendo que las gotas de agua se resbalaran de las puntas mezclandose con el agua que mojaba sus hombros.

- No me permitiré perderlo - se dijo a sí mismo para darse ánimos.

Corría y corría buscando aquella casa. Al parecer había caminado bastante lejos sin darse cuenta.

Avanzando a una velocidad impresionante en medio de las personas que transitaban por la acera al fin reconoció las calles para luego dar connel lugar.

Ya todo empapado y escurriendo agua golpeó la puerta con fuerza.

Golpes.

Más golpes…

La puerta no se abría.

Entonces decidió entrar por una ventana entre abierta, cayendo al piso.

- ¡Juuzou! - gritó con el corazón acelerado y la respiración irregular.

El menor que se hallaba sollozando mientras se recargaba en la pared de la cocina levantó la vista y volvió a escuchar un grito con su nombre, sintió un olor a perro mojado que cubría a otro hedor que si reconocía… Uta.

Se levantó del piso y caminó hasta el origen del olor y los gritos, encontrándose con un Uta desesperado, empapado, con el cabello suelto, angustiado mirando por todos lados.

¿Por qué no puedo matarte? | Uta x JuuzouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora