Reencuentro

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Los días pasaban, fugaces, no existía manera alguna de detener el progreso del menor en cuanto a ser un ghoul, aunque a veces extrañaba ser un humano, hacer cosas de humano y bueno... todos los recuerdos que tenía de esas épocas, sí, extrañaba a sus compañeros. Sin embargo, ahora tenía una pareja, nuevos amigos. No podía quejarse.

Se enteraron de que nuevamente los palomas andarían en "cacería" por el distrito, así que necesitaban estar preparados para contraatacar. Vencer.

Si había algo verdaderamente emocionante para el peliblanco era tener la oportunidad de proteger a su nueva "familia."

Estaban todos alerta, cuando salían, lo hacían en grupo, mientras que el resto del tiempo estaban en el refugio, felices, hablando, viviendo como si nada extraño sucediese en el exterior, era fantástico olvidarse de las problemáticas a las que constantemente se enfrentaban.

Y si bien para otros ghouls aquello estaba siendo un infierno, la pérdida de familias, la destrucción de sus hogares, el acabe de generaciones; la indiferencia era mucha, tenían primordialmente que preocuparse por quienes estaban cerca, no podía pasársele por alto a nadie que uno de los que estaban sentados en aquella sala, saliera solo y desprotegido, sería suicidio, sin duda alguna lo matarían y cabía devir que eso no estaba entre sus mejores opciones.

...

Con el mismo objetivo de preparación, Uta invitó a su taller a su pequeño novio, sin darle motivos. No, no era para otra máscara,  era para que se fortaleciera mentalmente.

En ese otro distrito, la seguridad era prácticamente nula en horas de la noche. Y Uta precisamente quiso aprovechar eso.

Luego de un rato adentro, charlando un poco, cuando ya era lo suficientemente tarde, decidieron salir, se subieron a un techo, sentados, mirando al pavimento.

Se oían gritos, malas palabras y crujir de huesos por los alrededores.

— No te preocupes, — aseguró el mayor al notar la cara de extrañamiento del menor al oír tanto bullicio. — Es divertido ver algo de canibalismo de vez en cuando.

Y así fue, los ruidos se iban aproximando, dos siluetas oscuras luchaban en el pavimento, los kagunes se hacían notables, la sangre salpicaba, gritos, uno trataba de arremeter contra el otro, una constante pelea, los kakugan brillaban en la oscuridad de la noche, Juuzou aún no comprendía.

Luego, uno de los dos sujetos se abalanzó sobre el otro y con claridad, la pareja pudo ver cómo era mordido y la piel de su cara arrancada. Carmesí brillante encharcaba el piso. Era un fuerte y rancio olor.

Y entonces, a pesar de que la lucha por la vida del atacado seguía en pie, pronto sólo se oyó un último fuerte y ahogado grito antes de que al fin se detuviera y sólo se oyeran las mandíbulas del atacante devorando todo su cuerpo, el desgarrar de su piel, el salpicar de la sangre, hasta que sólo quedó ropa rota en el suelo, sobre un enorme charco de sangre.

Así que eso era el canibalismo.

Juuzou quedó con la boca abierta y un mal sabor en ella, sabía que comerse a otro ghoul era desagradable, ya que sus órganos eran diferentes, sin embargo la situación se daba por hambre, ¿verdad?, para él habían muchas cosas que analizar aún.

— ¿Y bien? — interrogó el mayor, esperando oír una opinión por parte de Juuzou.

— Desagradable. — contestó sin dudarlo.

Uta rió y palmeó la cabeza del menor.

— Es gracioso, pero es su manera de alimentarse, terminan desarrollando un gusto por ello.

— ¿Tú lo has hecho?

— No, realmente saben mal... es como ingerir tu propio excremento. — Uta hizo un gesto de asco.

El menor rió y luego suspiró.

— ¿Para qué querías que lo viera? — preguntó ladeando la cabeza.

— Para que fortalezcas tu interior, sentimentalmente, que comprendas que si alguien muere, terminará siendo nada, que no podrá volver y que entonces deberás luchar por ti mismo. Bueno, no te digo que dejes de preocuparte por los demás, simplemente, a pesar de que lo defiendas, cuando notes que ya no puede vivir, te alejes, vivas por él, tomes venganza. O sea... Endurecer tu mentalidad. Dejar de pensar como un niño.

— Pero nadie va a morir... ¿Verdad? — rió nervioso, dirigiendo su mirada al firmamento mientras adquiría una ligera expresión de preocupación.

— No puedo estar seguro de eso.

El menor bajó la mirada, no quería ser abandonado. Quería seguir viviendo así...

Sin embargo, las cosas siempre tienden a cambiar...

...

A la mañana siguiente, salieron de la tienda pensando que era seguro regresar al refugio con los demás. Sin embargo la CCG se esparcía por doquier aún siendo temprano.

Y vaya la suerte que tenían.

Amon y Akira. Que qué hacían ahí, ni idea. De que reconocieron a Juuzou, efectivamente.

— Su-Suzuya... tú... — la rubia se acercó corriendo hacia él, examinándolo de arriba a abajo. Estupefacta.

— Akira-san — sonrió el pequeño peliblanco.

— ¡Estás vivo! — gritó la fémina, brindándole un abrazo.

Uta sintió que debían alejarse, sin embargo, era evidente la felicidad en el rostro del menor, no podía apartarlo de allí, esperó que no se dieran cuenta de que ambos eran ghouls; pero el kakugan tatuado en sus ojos no ayudaba demasiado.

Amon terminó por acercarse, igual de sorprendido de volver a ver al de orbes rosa. Le había jurado como muerto desde que alertaron su desaparición; no mencionó palabra alguna.

— ¿Por qué no has vuelto al trabajo?... ya ha pasado casi un año... — interrogó Akira, con un semblante lleno de preocupación. Extrañaba tener al pequeño extrovertido como compañero.

— Yo... yo ya no puedo volver, Akira-san.

Uta agarró el brazo del menor, alertándolo de no mencionar nada indebido, rogó por que la conversación muriera allí.

La mujer pareció comprender, algo no le daba muy buena espina allí, tenía un fino sentido de percepción que le decía que debía hacer algo allí. Asintió, pues no quiso obligarle a hablar. Pero su mirada le indicaba a Amon aquella incertidumbre.

La fémina terminó por darle un abrazo y disimuladamente acercó sus labios a su oído; susurró:

Cuídate mucho, Suzuya-kun... Si no lo haces, ambos morirán.

¿Por qué no puedo matarte? | Uta x JuuzouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora