Capítulo XX

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Eran las tres de la tarde y Gerard comenzaba a abrir los ojos, el dolor de cabeza ya estaba haciendo su espacio en su organismo, la luz lo cegó por unos instantes cuando terminó de tallarse los ojos y se sentó sobre la cama vacía. Parpadeó un par de veces intentando recordar lo de la noche anterior, su hermano había llegado a cambiarlo todo, habían discutido y luego, a las 5 de la mañana se habían arreglado. Había tenido sexo con Frank y ahora no estaba por ninguna parte.

“Debe haber ido a la tienda”  Se dijo caminando hacia el baño.

Recién cuando estuvo frente al inodoro notó que estaba desnudo, bostezó fuertemente como respuesta a esto y se lanzó a la ducha.

*

Casi media hora después caminaba a la cocina en busca de un café para iniciar el día o la tarde, completamente. Su cabello aun húmedo goteaba sutilmente sobre su rostro y la camiseta negra que había escogido estaba pegada a su torso. Bostezó nuevamente encendiendo el hervidor y luego de preparar su taza, empezó a mirar el apartamento.

La verdad desde que se había instalado en el lugar jamás se había dedicado a husmear por ahí, todo se quedaba en miradas curiosas y por respeto a la privacidad de su ahora novio, no se había dedicado a mirar nada.

Pero Gerard Way es una persona curiosa, y Frank no está en el lugar para notarlo. De hecho desde que despertó Frank no está y en lugar de llamarlo, prefirió empezar a hacer su día tranquilamente. Mientras el hervidor comenzaba a soltar vapor, se adentró en la sala.

Antes el lugar estaba adornado únicamente por los muchos libros y muebles solitarios, pero en el presente colgaban cuadros de las paredes desnudas y en gran parte de la sala sus útiles de pintura, lienzos y otras cosas estaban esparcidos, ocupando casi todo el espacio del living.

Sus ojos viajaron entonces a una de las estanterías con libros y carpetas, antes no les había prestado la atención porque simplemente no era amigo de los libros, pero la curiosidad era mayor. Tomó un gran libro enfundado en cuero, sus letras eran pequeñísimas y las hojas delgadas, notó en una de ellas el “Efesios” al comienzo de la página.

— ¿Por qué Frank tendría una biblia? —se preguntó en voz alta, hojeando el enorme libro con sus dedos torpes.

 Pensándolo bien, ni siquiera sabía que religión seguía Frank, no conocía nada de él, solo lo que dejaba ver. Pero había tantos detalles, este por ejemplo, de los cuales no tenía idea. Con un escalofrío volvió a dejar el enorme libro en su lugar y tomó otro. Este era de pasta dura y las hojas tenían un color amarillento, era un libro bastante viejo. “Don quijote de la mancha”  Se leía en la primera hoja del mismo con letras plateadas. Si bien conocía la vieja historia del hidalgo, jamás se había dedicado a leer el aburrido libro. Así que volvió a dejarlo en su lugar.

Así estuvo un buen rato, hojeando libro tras libro, algunos con cientos de líneas marcadas, hojas dobladas y notas al pie de página. Frank era un gran lector, pero en el tiempo que llevaban viviendo juntos jamás lo había visto tomar un libro de su enriquecida biblioteca personal.

Uno de los libros que más le llamó la atención era uno delgado y largo, con pasta roja y dura que estaba hasta arriba. Se puso en puntillas para alcanzarlo, pensando que Frank seguramente tenía que ayudarse de una silla para tomarlo cuando quisiera leerlo. Al deslizarlo hacia él un sobre del mismo largo, completamente blanco, cayó a sus pies.

Frunció el ceño y se agachó a buscar el sobre mientras que con la otra mano sostenía el libro que ahora había pasado a segundo plano en su cabeza. El sobre era delgado y tenía fecha del 10 de enero, exactamente dos meses atrás. Exactamente el día siguiente al que había partido de casa, exactamente el día en que había llegado a casa de Frank Iero.

Dejó el libro sobre la estantería, por alguna razón ya no le importaba y por la misma razón, temía voltear el sobre y ver el nombre del remitente. Con las manos temblorosas y la garganta seca lo volteó, y sus temores se hicieron realidad.

Donald A. Way”  Se leía en la parte superior de esta, abajo el nombre de Frank y su dirección. Notó que el sobre había sido abierto y luego sellado torpemente. Sus dedos se deslizaron por la extensión del trozo de papel ansiaba abrirlo y ver que había dentro. Ansiaba saber que escondía Frank y porqué demonios tenía contacto con su padre.

Pero la cerradura de la puerta comenzó a dar vueltas. Se mordió los labios, nervioso y su corazón dio un vuelco, se sentía un intruso ahora más que nunca. Rápidamente abrió el libro rojo y dejó el sobre en medio del mismo, cruzó la sala y regresó a la cocina, justo a tiempo para que se abriera la puerta dejando ver a Frank con un par de bolsas de papel.

— Buenas tardes bella durmiente —bromeo Frank cerrando la puerta con su pie.

Si Frank escondía algo, él mismo se lo diría. Después de todo ellos tenían una relación y eso era mucho más importante, no podía empezar a desconfiar de Frank ahora, no después de lo que habían pasado juntos.

— Desperté temprano y no quise molestarte, así que salí a hacer las compras… —prosiguió dejando las bolsas en la mesita y acercándose a darle un beso en los labios.

Sería un completo estúpido si comenzara a desconfiar de Frank ahora, o si empezara a pensar que él le escondía algo. Y aunque si así fuese, quizá tenía sus razones, quizá era algo más allá y simplemente no le concernía.

— Estuve durante horas dando vueltas en la tienda, compré muchos vegetales y algo de pollo ¿Quieres que hagamos chop suey? ¡Tengo un antojo! —exclamó lanzando una carcajada a tiempo que sus manos apresaban la cintura de su novio y lo acercaba a él para susurrarle al oído— Si me dejas embarazado tendrás que hacerte cargo ¿Eh? —río besando su cuello, lanzándole corrientes eléctricas por todo el cuerpo.

Pero si le concernía, después de todo era el nombre de su padre el que estaba escrito en ese sobre. El de su padre y el de su novio. Era obvio que se trataba de él, después de todo era el único enlace entre ellos dos ¿No?

— ¿Qué te pasa amor? Estás raro —Frank masculló contra su cuello, soltando el agarre y quedando luego frente a frente, con las manos enlazadas.

Quizá simplemente había leído mal, era imposible que ese hombre frente a él fuera un mentiroso, un farsante. Frank Iero le amaba, lo había ayudado y estaba con él en cada momento. Después de todo era su novio, su pareja.

— Gerard ¿Me estás escuchando? —una de sus manos se liberó para viajar al rostro del de ojos verdes, quien la paró en el aire y forzó una sonrisa en su rostro.

— Si te escucho, Frank —murmuró entre dientes, soltándose completamente del agarre y volteando a la mesita— Comencemos a cocinar entonces —agregó sacando los ingredientes de las bolsas de papel, aun con la interrogante dando vueltas por su cabeza.

common people ・ frerardWhere stories live. Discover now