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Este museo de la aviación es el paraíso. No entiendo cómo es que está prácticamente vacío de visitantes. A excepción de nuestra clase sólo puedo ver algunos matrimonios de ancianos que llevan viseras, mapas plegables en las manos y cámaras de fotos colgando de sus muñecas. No me quiero meter a hablar de la vestimenta que llevan estas parejas, sería casi cruel. 

Sin embargo, nuestra guía parece increíblemente feliz de tenernos aquí. No me extraña, viendo el panorama... De todas formas, es posible que la falta de visitantes se deba a la situación del museo. Para hacer un museo de aviones y demás transportes aéreos se necesita disponer de gran espacio, y esto sólo es posible lejos de las ciudades. Es por eso que la universidad ha contratado un autobús para llevarnos y traernos. 

-¡Tío, qué pasada! -suelta Sebastien mientras le da una palmada en la espalda a Jean. 

Jean gira su cabeza hacia mí y sonríe ampliamente. 

-¿Qué te parece, Colette? -pregunta Jean. 

Me encojo de hombros mientras sonrío. 

-Colette lleva años viviendo entre aviones. ¿No es cierto, Colette? -pregunta Sebastien mientras sus rizos castaños se agitan en su cabeza-. Padre piloto... Madre azafata... 

-Todas las papeletas para pasarte la vida por los aires -sentencia Jean. 

¿Sabes ese tipo de persona que siempre hay en todas las clases? ¿El tipo de persona que le cae bien a todo el mundo y que no tiene un grupo de amigos definido? Esa soy yo. No tengo un grupo definido, me llevo bien con todos. O, al menos, lo intento. Nunca he tenido una mejor amiga que es como si fuera mi hermana. Yo sólo tengo amigas y amigos con los que me llevo bien, pero encajo en todos lados. Algunas veces es un don, otras una maldición. No sé si caigo bien porque soy fácil de tratar o porque soy tan normal que funciono en todas las situaciones. Pero... no hay nada de normal en mis notas. Y no penséis que soy de esas que van fardando de sus notas, al contrario, nadie me querría si hiciera eso. 

-Al parecer no soy la única -observo-. Todos estamos aquí -apunto. 

Sebastien suelta una risotada, pero la camufla miserablemente con una tos cuando Jean se gira bruscamente y lo mata con la mirada. 

-En eso tienes razón, pequeña piloto -señala Jean mientras desliza una mano por mi pelo como si fuese una niña pequeña. 

-Creo recordar que soy la única aquí con 200 horas de vuelo acumuladas -apunto con sequedad. 

Jean aparta las manos y las levanta en señal de derrota. Niego con la cabeza mientras me alejo. 

-Ahora, si lo deseáis, podéis recorrer el museo en solitario -anuncia la guía. 

-No os olvidéis de escoger uno de los aviones para hacer el trabajo -apunta nuestra profesora de Historia de la Aviación mientras todos los alumnos nos dispersamos. 

Que mi cara sea algo infantil no significa que sea pequeña. Las palabras de Jean han calado rápidamente en mi sistema. No tengo la culpa de que mi cara sea, tal vez, demasiado dulce para mis 20 años. No somos capaces de controlar ese tipo de cosas. No es como si pudiera transformar mi cara a placer. 

Bueno, da igual. Lo que importa no es mi cara, sino mis habilidades para pilotar. 

Encuentro un Henschel Hs 129 en exposición, en perfecto estado. Es un avión de ataque a tierra. No quiero ni imaginar la de vidas que habrá quitado esta maquina. Ni los sentimientos que despertó eso en el piloto que lo llevaba. Tal vez el piloto era tan tonto como para estar orgulloso de matar, pero eso no es un excusa. 

No tenemos que hacer un trabajo demasiado difícil sobre el avión elegido, la verdad. Tan solo necesitamos observar el exterior, determinar su función, las piezas, su periodo histórico de uso... cosas muy básicas que podemos encontrar escritas casi en su totalidad en el panel informativo. Sería fantástico poder explorar aún más el avión. ¿Y si hiciera una investigación sobre el interior? ¿Cómo es? ¿Qué materiales se utilizaron en los asiento? ¿Eran cómodos? ¿Tenían el mismo número de teclas que ahora? Hay tanto que quiero saber y que no nos enseñan... 

Por una parte, no tiene ninguna lógica mostrárnoslo. Estos aviones están obsoletos, ya no se fabrican así. Y por otro, mi curiosidad y la posibilidad de obtener una nota aún más alta, pueden conmigo.

Giro mi cabeza hacia los dos lados del inmenso pasillo par comprobar si hay alguien. Acaricio con suavidad el cordón que me separa de mi objetivo, suspiro, levanto una pierna y paso al otro lado. 

Tomo una bocanada de aire, ninguna alarma ha saltado debido a mi intrusión. 

¿Puedo ir a la cárcel por esto? Creo que es lo mismo que si me colara en uno de los carruajes de Maria Antonieta en el museo de los carros. Nunca se me ocurriría hacer eso. Pero... ¡Venga ya! Estamos hablando de un avión de ataque a tierra alemán. No es como si importara demasiado. 

Aunque... también fuimos los franceses los que le cortamos la cabeza a Maria Antonieta y aún así guardamos sus carruajes. Somos una panda de acaparadores. 

Me coloco mi bolso como una bandolera y deslizo la puerta del avión con sumo cuidado. Si me pillan voy a tenerme que inventar una buena excusa. Ojalá tuviera un perro para echarle la culpa. No sé que voy a decir si me encuentran aquí dentro. Tengo miedo de que incluso lleguen a expulsarme de la universidad. 

Suspiro. Eso no va a pasar. Porque no me van a pillar. 

El interior es casi como lo esperaba. Se ve que está deteriorado de una forma muy natural. Años de uso han pasado factura a la tapicería sintética del avión, debido a que el asiento del piloto está algo gastado. 

Deslizo con delicadeza mis manos sobre la pared del avión. ¿Cuántos cigarros se fumaron aquí dentro? Seguramente un montón. Antes cuando no se veía como algo malo y perjudicial el fumar. Ahora que... parece que tampoco cala demasiado en los cerebros modernos. 

Alguna vez este avión fue el más moderno de su tiempo. Era lo que todos los ejércitos querrían tener, ahora es casi una mierda. 

Me siento en el asiento del piloto. Agarro los controles con las manos y suspiro. Nunca en mi vida hubiese pilotado un avión de estos. En nuestra universidad, porque no en todas, nos enseñan incluso qué hacer en caso de que el avión sea tomado por terroristas. Por eso las cabinas de los pilotos tienen pestillo. Pero en una guerra, eres tú quien decide si estás con ellos o no. 

Estando aquí sentada y sin pilotar debe de estar afectándome porque me estoy mareando. Cierro los ojos y siento como si el mundo estuviese dándose la vuelta a mi alrededor mientras que yo voy unos pasos por detrás de él. 

LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora