Mis ojos se abren de par en par por la sorpresa inicial, pero solo dejan un rastro de confusión ante sus palabras.
Me acerco a él, lo tomo del brazo con cuidado y lo guío hasta estar los dos fuera de la habitación y al interior del baño. No quiero que nuestra conversación acabe despertando a Margot. A saber lo que me cuesta que vuelva a dormirse después.
-¿Qué significa Lebensborn? -pregunto con cautela mientras me apoyo contra el lavabo de porcelana.
-Significa fuente de vida -responde mientras me estudia la cara.
-No entiendo qué tiene que ver eso conmigo -admito mientras cruzo mis brazos sobre el pecho-. ¿Los alemanes tenéis fuentes o algo así? ¿Qué es, como la fuente de la juventud o algo así? -me mofo.
Engel permanece serio. Detengo mi risa y recupero la compostura.
-Nada de eso -responde-. No es... no es una fuente como tal.
-¿Entonces?
-Están construyendo un lugar, en un castillo de Francia. Sinceramente, no tengo todos los datos porque no es mi tarea... La cosa es que un Lebensborn es un lugar donde cuidan de las mujeres solteras o casadas que... representan a la raza aria.
-Sigo sin saber qué tiene todo eso que ver conmigo. -Pero sé en el fondo lo que quiere decirme. Y no me gusta nada.
-Rubia, ojos azules, seguro que mides más de un metro setenta...
-Mido un metro con setenta y ocho, pero no entiendo a dónde quieres llegar, Engel. Pensé que los alemanes eran directos -me quejo.
-Se supone que sólo la mujeres nórdicas forman parte de ellos pero... se están expandiendo a nuevos países. Se supone que los miembros de las SS sólo se pueden casar con mujeres que superen los exámenes raciales...
-Detente -le pido mientras alzo la mano.
-Hay un integrante de las SS en nuestro pelotón. Un seleccionador de la raza.
Tomo una bocanada de aire.
-Se fijó en ti desde el primer día -continúa con cautela, esperando ver mi reacción-. Va a intentar convencerte de que viajes con él a Luxemburgo.
-¿Qué hay en Luxemburgo? -pregunto casi al borde del abismo.
Sujeto el lavabo y aprieto la cerámica con todas mis fuerzas.
-Un Lebensborn en funcionamiento y... un integrante de las SS que quiere casarse -suelta con rapidez y con el acento muy marcado.
-No -digo con rudeza.
Niego con la cabeza una vez y me giro hacia el lavabo. Observo mi cara en el espejo durante unos segundos.
-Sabes mejor que nadie que ese hombre no va a convencerme de nada -le recuerdo.
-Él está bastante seguro de sí mismo -me dice, encogiéndose de hombros.
-¿Por qué? -pregunto sin comprender.
-Sin familia, sin casa, sin dinero... Serías la candidata francesa ideal -responde.
-Como ves me las apaño muy bien por mí sola -digo con orgullo-. Y me las seguiré apañando tanto tiempo como sea necesario.
-Sabes perfectamente que eso no es cierto -señala-. ¿Qué tendrás cuando me vaya? ¿Crees que la señora de la casa dejará que te quedes aquí más tiempo? ¿Crees que te darán comida de forma gratuita?
Abro la boca para decir algo, pero nada sale.
-Ya -suspira-. Sé que lo sabes perfectamente. Pero eres muy orgullosa. El seleccionador de la raza también deja que te lleves a Margot. Se encargará de arreglar todo para que tú y... el soldado de las SS podáis adoptarla. Tendrás que tener un hijo menos.
-¿A qué te refieres con eso?
-Se les exige a los integrantes de las SS que tengan como mínimo cuatro hijos -responde con cansancio mientras se pasa una mano por el pelo.
¡Cuatro! Nada más y nada menos.
-El soldado en cuestión no ha tenido todavía ninguno. Ni ha estado casado nunca. Y tiene treinta años.
Levanto las manos hacia él.
-Deja de hablar tanto, Engel -pido-. ¿Treinta años? ¡Yo sólo tengo veinte! -me quejo horrorizada.
-No has tenido ningún problema en estar conmigo -me recuerda.
Cierto, porque él tiene veintiséis. Niego mientras trato de ordenar mi mente y poder seguir teniendo una conversación mínimamente coherente.
-¿Cómo es que te han dado tanta información sobre esto?
-Mi padre es... integrante de las SS -responde avergonzado.
Abro los ojos de par en par.
-Oh, Dios mio. ¿Me he acostado con un radical? -pregunto a nadie en realidad mientras doy una especie de paseo por el limitado espacio del baño-. Oh, Jesús bendito. Seguro que sólo te has acostado conmigo porque cumplo tu mierda de estándares Nazis.
Engel quiere decir algo, pero levanto la mano y él permanece en el baño.
-Fuera de aquí, Engel -le ordeno-. Vete y ni te atrevas a acercarte a Margot. Puedes decirle a ese... lo que sea, que no voy a irme con él a ningún lado, y Margot tampoco.
Cuando Engel cierra la puerta al salir, levanto la taza del retrete y vomito toda la cena que tenía en mi estómago. El olor es horrible, el sabor que deja en mi boca es peor. He vomitado dos días seguidos, espero que no se convierta en un hábito.
Me cepillos los dientes y vuelvo al desván. Me pongo el camisón en silencio y me acuesto junto a Margot. La observo respirar durante unos segundos. Tal vez eso es lo que deba de pasar. Tal vez ella está destinada a criarse en un Lebensborn. Nunca he escuchado sobre ellos en clase de historia. Supongo que son de esas cosas que nunca se mencionan porque no se consideran importantes, al menos, no como las batallas.
Tal vez este es sólo el destino de mi abuela cumpliéndose y yo se lo estoy impidiendo.
Estoy tan confundida que tengo miedo de nunca poder llegar a sacar nada en claro. Porque sería algo tan duro llegar allí y fingir creer en algo en lo que no creo. Siento que ahora que estoy aquí he de hacer lo que mi moral me rige, y no lo que un destino incierto parezca estar dictando. Margot no va a crecer bajo los estándares de pureza alemanes. Y no pienso dejar que nadie se la lleve.
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LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)
Ficção Adolescente2ª PARTE DE LA SAGA "LAS HIJAS DEL TIEMPO" Colette Leblanc estudia Ingenieria Aeronáutica, y es la mejor. Nombra cualquier deporte de riesgo y seguro que lo ha hecho: salto en paracaídas, puenting , escalada, planeador... Cualquier cosa que la haga...