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-No podemos irnos sin más -opina. 

-Vamos a desaparecer del mapa -le aseguro-. Me encargaré de ello. 

-¿Cómo? -pregunta con una risa sin gracia-. No podemos huir de los alemanes sin más, nos acabarán encontrando y nos mandaran a un campo de trabajo. Nos matarán con gases o algo así. 

Niego con la cabeza. Tenemos que idear un plan. 

-Me estás diciendo que no puedes coger un coche y largarte de aquí sin más -sugiero. 

Matthias asiente. 

-Entonces, necesitamos una distracción -sugiero. 

Trazo un plan en mi cabeza. 

-Lo primero que debemos hacer es buscar a los niños -le digo. 

-¿A todos? -pregunta confundido. 

-No -niego con rudeza-. A los nuestros. Nos llevaremos a Margot y a Niklaus, no pienso dejarlos atrás. ¿Crees que nos dirán algo si nos pillan caminando por los pasillos por la noche?

-No si estás conmigo -asegura mientras toma mi mano. 

Llevamos a cabo la primera parte del plan. Recoger las cosas de mi habitación es una parte esencial del plan. Necesito mis cosas y una muda de ropa. Mis compañeras de habitación ni siquiera se despiertan. 

Después toca ir a recoger a los niños. Por suerte han seguido mis instrucciones y los han colocado al uno junto al otro. Le indico a Matthias con un gesto que llene uno de los bolsos con objetos básicos para bebés. E incluimos también el peluche de Margot. 

-¿Y ahora? -pregunta Matthias mientras me sigue a la cocina. 

Tomo una de las botellas de champagne, empapo la encimera de la cocina y algunas trapos y le prendo fuego con las cerillas que se usan con los fogones. 

-Ahora esperamos a que surja efecto la distracción -digo mientras salimos de allí. 

Nos escondemos en uno de los salones y esperamos a que se desate el caos en el hospital. Se oyen gritos, las ventanas de la cocina estallan, los guardias comienzan a entrar en el interior de la casa para mirar que ocurre. 

-Estoy preocupado por los niños -comenta Matthias mientras avanzamos hasta el coche. 

-No te preocupes, los niños están al otro lado de la casa. Controlarán el fuego antes de que llegue a tanto y, para entonces, habremos desaparecido -aseguro mientras tomo a los niños de sus brazos y los siento conmigo en el asiento trasero del coche. 

-¿Y ahora? -pregunta mientras pone el coche en marcha. 

-¿Hay algún aeropuerto cerca de aquí? -pregunto mientras comienzo a cambiarme de ropa. Sí, voy a volverme a ponerme la misma ropa con la que vine. 

-Hay uno, pero solo funciona durante el día. Además tiene muy poco trafico aéreo -me explica mientras cruzamos las puertas de metal. 

-No importa -aseguro. 

-No vamos a poder volar, Colette. No nos dejarán hacerlo sin pasaportes o permisos especiales -advierte. 

-Nosotros no vamos a necesitarlos -aseguro con una sonrisa de oreja a oreja. 

Media hora más tarde llegamos al aeropuerto. Como Matthias ha predicho, está cerrado. Le pido que entre en la pista de aterrizaje. Me alegro de que en esta época la seguridad en los aeropuertos sea practicante nula. 

-Aquí solo hay aviones del ejercito -comenta Matthias mientras nos acercamos a uno. 

Me bajo de un salto cuando detiene el coche. 

LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora