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¡Jesús, sólo una vez en la vida me ha dolido tanto la cabeza y juré que nunca más volvería a repetirlo! 

Fue en mi dieciocho cumpleaños. Apenas conocía a mis compañeros de universidad y me convencí de que salir de fiesta con ellos era una buena forma de afianzar nuestra relación. Acabé tan borracha que a la mañana siguiente no me acordaba de nada. Menos mal que llegué a casa sana y salva.

He debido de golpearme la cabeza muy fuerte con el panel de control del avión porque sólo me duele en un lugar de mi cabeza. 

Abro los ojos y parpadeo ante la luminosidad. Demasiado tiempo con los ojos cerrados. Cuando mis ojos vuelven a ajustarse a la luz, me doy cuenta de que hay demasiado verde a mi alrededor, demasiadas plantas, demasiada tierra marrón, demasiados árboles... una piedra debajo de mi cabeza. Supongo que debo haberme golpeado con eso al desmayarme. Sólo que no debería de haberme desmayado en medio de un bosque, sino dentro de un avión. 

Escucho unas risas más allá. No demasiado lejos de donde estoy. 

Tal vez puedan ayudarme. No creo que necesite atención médica pero... nunca está de más comprobarlo. No quiero que nada fastidie mi plan para convertirme en piloto. 

Me levanto del suelo con mucha dificultad. Me duelen las rodillas y la cabeza me da vueltas. A parte de eso, sólo estoy un poco manchada de tierra, nada que no pueda arreglar una lavadora y una buena ducha. 

Avanzo hacia el sonido de voces. Risas, el sonido de movimiento, el motor de algo... creo que son bastantes personas. 

Varias cosas ocurren cuando llego hasta el sonido. 

Me quedo paralizada al instante, sorprendida como nunca antes. Ellos también se quedan paralizados durante sólo un segundo. Hasta que se percatan de mi presencia. Entonces, todo estalla. Oigo miles de gritos que no puedo descifrar y un montón de armas se alzan hacia mí, apuntándome. 

Parpadeo un montón de veces. Ni siquiera me molesto en levantar las manos como se supone que hace la gente cuando les apuntan. 

Todos son hombres, no es que eso me sorprenda pero... todos llevan puestos uniformes militares verdes, botas, gorras (o algo así). No me doy cuenta de que he estado aguantando el aire hasta que no diviso los tanques militares a un lado y jadeo. Algunos de ellos tienen el uniforme a medio poner, porque van en camisetas interiores blancas. 

Retrocedo un paso, una ramita se rompe bajo mi pie, las armas vuelven a recordarme que me están apuntando y uno de los hombres grita algo que suena a advertencia. Creo que me ha hablado en alemán. 

-¿Quién eres? -pregunta uno de los hombres, con el peor acento francés que jamás he oído. 

No respondo, mi labio inferior tiembla sin control. Creo que para lo que está pasando lo estoy haciendo bastante bien, pero todavía espero el momento en el que estalle. El momento en el que yo estalle. 

Otro hombre da una orden, aunque no logro verlo bien. Hay demasiados hombres en un mismo lugar. Soy la única mujer y creo que ocupo mi propio metro cuadrado. Creo que son unos cien hombres, puede que un poco más. ¿Qué hacen en medio del bosque? 

Las armas dejan de apuntarme de golpe. Algunos de los hombres se hacen a un lado y dejan paso a otro. 

Un... ¿chico? No estoy muy segura, puede que se afeite a la perfección,vete tú a saber. Es guapo. Pelo rubio y bien peinado, ojos azules, mandíbula fuerte, nariz recta, hombros anchos... Un modelo de Versace en toda regla. Si no fuera por su uniforme... 

-¿Quién eres? -pregunta. También tiene un acento horrible y una voz que asusta. 

Siento mi labio inferior temblar de nuevo. Nunca he estado rodeada de tantos hombres uniformados. Imponen bastante, incluso cuando no tengo nada que temer. 

-Colette Leblanc -respondo tras varios segundos. 

-¿Qué hace aquí, señorita Leblanc? -pregunta el joven hombre. 

-Nada -susurro, cambiando el peso de un pie al otro. 

Después de mi respuesta los hombres comienzan a susurrar entre la multitud. Hay uno que se adelanta, un hombre que parece incluso más joven que el primero y que parece un poco una rata de biblioteca por la forma en la que sus hombros se curvan hacia adelante. O tal vez... una especie de sabandija. 

El hombre rubio y la sabandija tienen una especie de conversación tranquila, mientras me lanzan unas cuantas miradas de soslayo. Al final, acaba interviniendo un hombre mucho mas mayor, el cual tiene un poco de barriga señalandose por debajo de su uniforme. Él dice algo, y los dos jóvenes guardan silencio y asienten. Lo anoto en mi mente como el jefe. 

El hombre rubio llega hasta mí con amplios pasos. Sus botas del uniforme resonando contra la tierra del bosque. 

-Venga -dice mientras me agarra del brazo y me lleva con él, al mismo tiempo que el hombre mayor vocifera un montón de palabras hacia nadie en concreto. 

Justo en este instante, tengo la sensación de que nada volverá a ser como antes. 

LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora