19

7.1K 763 39
                                    

No puedo dejar que un... encaprichamiento me ciegue. Siempre he mantenido mi objetivo en el punto de mira y no puedo dejar que un chico me distraiga de mis metas. 

Por eso, me voy esta noche. Sigo sin haber conseguido una gran cantidad de comida. A parte de alguna patata que he logrado robar y unas cuantas pastas... no tengo más que los albaricoques del árbol. Ojalá tuvieran un arbusto con vayas en el jardín, pero no lo tienen. Creo que a partir de ahora siempre llevaré conmigo algo de comida en el bolso. 

Guardo la ropa que me han dado en mi bolso, junto con las cosas que ya traía y la comida que he conseguido reunir. Si no estoy equivocada hay unas vías de tren cerca, a las afueras del pueblo. No sé en qué dirección va el tren pero por las películas pienso que podría subirme en la zona de cargas mientras este hace su recorrido. Es decir, van a vapor, no son todavía de alta velocidad ni nada. Tengo algunas posibilidades de conseguirlo y pienso aprovecharlas. 

Tenemos que tener muy en cuenta que estoy a punto de saltarme el toque de queda. Espero que el castigo de que me pillen sea tan solo una reprimenda y un viaje de vuelta a casa. Sobre todo teniendo a Engel de mi lado, ¿verdad? 

Cuando tengo todo empaquetado me dispongo a vestirme con la ropa más pesada. El abrigo, el chaleco, una falda horrible y los zapatos que me han dejado. Dejaremos mis bailarinas para el poco espacio del que dispongo en el bolso. También me coloco un sombrero de ala ancha sobre la cabeza. Me cuelgo el bolso cruzando sobre los hombros y me deslizo fuera del desván. 

Me siento como Mulán mientras se preparaba para escaparse de casa e ir a la guerra en lugar de su padre. A excepción de que yo no voy a la guerra y no voy a ocupar el lugar de nadie. Esto es por mí. Para salvar mi delgado culo. 

La casa está en completo silencio, como si ella también estuviera dormida. Todo está a oscuras, pero voy preparada. La pequeña linterna de mi llavero va a ser mi compinche de huida. Procuro pisar las tablas de madera del suelo y las escaleras con el mayor cuidado posible, como si caminase por un campo lleno de minas. 

Tomo la bicicleta del lado de la casa y me subo. Comienzo a pedalear en dirección a las afueras del pueblo. Tengo que ir con extremado cuidado. Ser pillada en el interior de la casa es un cosa, ser pillada en el exterior... puede ser tremendamente peligroso. Hablamos de consecuencias mortales que espero que nunca lleguen a suceder. 

Sé que hay soldados que patrullan las calles, aunque Bussy no es el lugar más vigilado. Ir con especial cuidado significa detenerme cada vez que veo o escucho algo sospechoso. A veces es un simple gato, otras las luces de una casa apagándose.

Al final logro salir del pueblo, no sin antes llevarme unos cuantos mini ataques al corazón. Me concentro en la carretera y la sigo hasta que creo divisar las vías del tren hacia la zona interior del claro. Cuando llego a las vias, me detengo junto a ellas, dejo la bici tirada sobre la alta hierva y me quedo esperando. 

Espero tanto tiempo que el sol aparece en el horizonte y me he rendido y sentado en el suelo de tierra. Incluso eso me da ya igual. A este paso el tren debería de haber pasado ya, ¿no? 

Creo escuchar el tren a lo lejos, por lo que me acerco a las vías del tren para asomarme. No llego a ver nada debido a los frondosos árboles, pero continúo escuchando el sonido de algo. Hasta que lo veo aparecer. No es un tren, es una jodida moto alemana. 

Corro de vuelta hacia las altas hiervas y me tiro encima de ellas para perderme, al igual que la bicicleta, y pasar desapercibida para el soldado en moto. No puedo dejar que me descubra, solo él sabe lo que será capaz de hacerme si me descubre. 

Escucho a la moto detenerse. Deslizo una mano hasta tomar la cruz de oro que cuelga de mi cuello y me pongo a rezar todo lo que me han enseñado alguna vez. Si por alguna razón Dios me quiere, espero que me ayude ahora. 

Un par de botas resuenan contra la hierva mientras caminan con paso firme en mi dirección, y se detienen de repente. 

-¿Colette? -pregunta el soldado. 

Del miedo que tengo no reconozco a la voz. No hasta que el soldado tira de debajo de mis brazos y me obliga a ponerme en pie y a mirarlo. Mi boca se abre con sorpresa cuando veo a Engel. 

-¿Se puede saber qué estabas haciendo? -pregunta enfadado. 

Desvio mi mirada hacia el suelo. 

-Tenía que intentarlo, ¿no? -pregunto con inocencia. Si alguna vez puedo valerme de ella, este es el momento. 

-¿Incluso sin salvoconducto? ¿Es qué eres tonta? No puedes ni imaginarte todo lo que podrían haberte hecho -me agita por los hombros como si fuera su responsabilidad regañarme por ello. 

Me retiro de un tirón y lo miro enfurecida. 

-Soy adulta, no sé si te has dado cuenta. Además sé cuidarme sola -suelto. 

El sonido del tren inunda el aire. Desvío la mirada hasta el lugar desde el que proviene el sonido y después vuelvo a mirar a Engel. Mi vista va de uno a otro. 

-Ni lo intentes -me advierte entre dientes. 

Lo miro con disculpa. 

-Sabes que tengo que hacerlo -digo con pesar-. Soy una persona, no he nacido para estar encerrada. 

A parte del tren, un nuevo sonido se le une. No tan alto como el sonido del tren de vapor, pero parece que soy la única que lo oye. 

El brazo de Engel se alza para detenerme. Alejo mi brazo rapidamente de la trayectoria de su mano. 

-No me obligue, teniente -le advierto-. Lucharé si tengo que hacerlo. 

Los labios de Engel forman una línea recta. Si esta es mi única oportunidad de conseguir estar un paso más cerca de mi tiempo, lucharé con uñas y dientes. Estoy sola en este mundo, es momento de ser egoísta y luchar por mí. 

El tren pasa por encima de las vías y me giro para correr hacia él. Pero, desafortunadamente, la manga del chaleco es atrapada por la mano de Engel. Lo miro por encima de mi hombro, pero él no me mira a mí. Sino al cielo. 

Antes de que pueda soltarme, Engel se tira justo encima de mí y los dos caemos al suelo. 


LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora