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El teniente no vino a por mí, y me alegro por ello. Es mejor que te dejen ir cuando quieres a que te persigan sin que lo desees. 

No me ha molestado tampoco durante la noche, lo que es bueno. Ni siquiera me ha encerrado en la habitación. Tengo que seguir pensando en almacenar comida para mi escapada. Si es que resulta que llega un punto en el que tengo que huir en lugar de hacer las cosas por las buenas. 

Hoy hace mucho sol y los pájaros cantan en los árboles. Suerte por ellos que son ajenos a la guerra. No me ha venido a despertar nadie por lo que he decidido vestirme y bajar a desayunar. Cada vez hay menos té, se queja la sirvienta. Todos los productos comenzaran a escasear dentro de poco si siguen siendo los alemanes los únicos que pueden permitírselos. Aunque, la sirvienta sólo se queja del té y esta familia es rica. 

-La señora quiere verla en el salón -me comunica la sirvienta antes de la hora del almuerzo. 

Bajo las escaleras y escucho un murmullo proveniente de dicho lugar. La casa está bastante iluminada por la luz del sol pero los muebles y las paredes siguen siendo de colores oscuros y algo tristes. Prefiero la casa de mis padres. Prefiero mi habitación. Echo de menos ir a la universidad y estudiar para ser piloto... Ojalá pueda descubrir cómo salir de esta pesadilla. 

En el salón hay dos señoras sentadas. Una es la dueña de la casa y la otra mujer es más ancha, rubia y lleva carmín rojo en los labios. La nueva mujer parece rondar la edad de la señora de la casa. Aunque, desde luego, no viste de tonos oscuros sino con un traje color crema. 

-Señorita Colette -me saluda la señora de la casa-. Esta es la señora Petrer. 

-Qué jovencita más preciosa -dice la señora Petrer. 

-Siéntese -me pide la señora de la casa. 

Me da tanto miedo que lo hago sin pensar. 

-La señora Petrer ha vuelto de la zona libre para visitar la tumba de su hijo muerto en combate. 

-Lo siento mucho -suelto. No tengo ni idea de si está bien decir eso... supongo que es lo correcto, ¿no? A pesar de que yo no he conocido a su hijo y su muerte no me despierta ningún sentimiento, a parte de sentir pena por ella. 

-¿Cómo van las cosas en Lyon? -pregunta la señora de la casa. 

Lo prometo, parece una estatua de cera. 

-Mal -responde la señora Petrer. Y... sigo sin saber por qué estoy aquí sentada frente a estas dos mujeres. 

-Por lo menos no tiene... -la voz de la señora de la casa se apaga al darse cuenta de mi presencia. Como si se hubiese olvidado de mí. 

-¿Es amable? -pregunta la señora Petrer. Al parecer, sabe perfectamente de lo que están hablando. 

-Bueno -entona la señora de la casa-, yo no tengo ningún trato con él pero Colette llegó a Bussy con él. 

-Qué bien. Me alegro -dice la señora Petrer. 

Pues yo no. Ahora mismo estoy muy perdida en el rumbo de esta conversación. 

-Nos marchamos de aquí con tanta prisa que tuvimos que dejar unas cosas -continúa la señora Petrer-. Ahora los alemanes están usando nuestra casa. ¿Podrías ir allí a recuperarlas? 

Así es como comienza la aventura de mi vida. 

Lo primero que hago es pedirle una lista con las cosas a la señora Petrer. Me estoy jugando el cuello con esta tontería. ¡Total, para recuperar unos cuantos cachivaches sin valor! La gente es tonta incluso en la guerra. 

LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora