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Me despierto debido al llanto de Margot. Lo que básicamente se resume en que ella es la que me despierta y... creo que hasta ahora es el despertador más eficaz del universo. 

Ni siquiera ha amanecido todavía. Suspiro con molestia mientras me incorporo y echo un vistazo al otro lado de la cama. Margot llora a todo pulmón y las lágrimas caen de sus ojos. Como inexperta en bebés esto me pone nerviosa. Me pone nerviosa porque no tengo ni idea de por qué llora. ¿Porque tiene hambre? ¿Porque le duele algo? ¿Porque ha tenido una pesadilla como yo? Ni idea, la verdad. Y no es como si pudiese ir y preguntarle tranquilamente. 

-Margot -digo con tranquilidad mientras apoyo una mano sobre su estómago y lo acaricio. No sé por qué lo hago, sinceramente, pero es la parte del cuerpo que tienen más grande y la única que parece que se puede acariciar con tranquilidad. 

Su llanto comienza a calmarse, aunque su respiración continúa agitada. Limpio las lagrimas de su cara mientras susurro un montón de palabras cariñosas sin sentido. La tomo sobre mi regazo con cuidado y la sostengo. Cuando mi mano hace contacto con su pañal noto el bulto. 

Suspiro con pesadez. 

-Mierda -gruño.

Me levanto de la cama con cuidado y tomo los objetos de recambio. 

-Vamos a necesitar la ayuda de cierto teniente que conozco -le comunico a Margot. Ella no muestra ningún signo de entendimiento, lo que me hace reír un poco. 

Salgo de la habitación con Margot en un brazo y los objetos necesarios para un cambio de pañales... o lo que sea que es este trozo de tela, en el otro. Bajo las escaleras con sumo cuidado y le pido a Margot que guarde silencio para que nuestra misión secreta salga bien. 

Entro en el despacho de la segunda planta sin llamar a la puerta. Una vez dentro camino hasta la siguiente puerta y la cruzo. Engel duerme en su cama, profundamente. Dejo las cosas sobre la cómoda y me acerco a él con Margot en mis brazos. 

-Engel -lo llamo. Él no responde-. Engel -vuelvo a llamarlo. Con más urgencia y agitando su brazo. 

Engel abre los ojos poco a poco y se toma su tiempo para despertarse. Se frota los ojos y me mira a través de la parcial oscuridad. 

-¿Qué haces aquí? -pregunta confundido mientras se levanta-. ¿Ha pasado algo? -pregunta alarmado y listo para entrar en acción

-Sí, la verdad -responde con tranquilidad y me encojo de hombros-. Margot necesita un cambio de pañal. 

Engel suspira mientras sonríe.

-¿Y no podías encargarte tú? -pregunta mientras la toma de mis brazos. 

-No sé si te has dado cuenta de que sigo sin saber cómo cambiar un pañal -le recuerdo-. Y, además, tú eres un especialista. Lo más seguro es acudir a ti en estos casos. No quiero tratar con  sustancias tan peligrosas como ese yo sola. 

Engel sonríe abiertamente mientras sale de la habitación y tumba a Margot sobre el escritorio del despacho para cambiarla. 

-Espérame aquí -me pide mientras se larga. 

Levanto las manos en señal de rendimiento mientras me dejo caer sobre la cama de Engel. Jo, está tan calentita y el colchón es tan suave... Solo un rato, lo prometo. Lo juro por todo el wifi del mundo. ¡Ja, no hay! Pues entonces no tengo nada que perder. 


Me levanto lo que parecen ser años más tarde, lo que no estaría mal. El sol entra a raudales por la ventana, los pájaros cantan y parece hacer un día ventoso. La espalda me ha dejado de doler y un masculino olor me envuelve. 

Abro los ojos mientras gimo de placer. Estoy sola en la habitación de Engel. Me incorporo y bajo los pies por el borde de la cama. El suelo está frío contra las plantas de mis pies por lo que me tomo unos segundos para acostumbrarme a la baja temperatura. 

Salgo de la habitación y voy al baño. Me aseo y voy al desván para cambiarme a la ropa de diario. Escojo una falda por debajo de la rodilla, una blusa blanca y los zapatos sosos. Me recojo el pelo en una especie de moño y me estudio en el espejo del baño. Supongo que puedo pasar el corte. 

Abro los ojos con sorpresa cuando escucho el sonido del bebé en la planta baja. ¡Dios, no me acordaba de que habíamos encontrado a Margot! Casi parecía que me acababa de despertar en la cama de Engel como hace unos días. Cuando no tenía que cuidar de ninguna persona más. 

-Señorita Leblanc ¿desea que le prepare el desayuno? -me pregunta la sirvienta. 

Vuelvo a Tierra y observo durante unos segundos el panorama que es la cocina. Margot descansa en su barreno. Está dormida plácidamente. La sirvienta está sentada en la mesa de la cocina y sostiene entre sus manos un trozo de lana y unas agujas de tejer. Creo que está haciendo los patucos. 

-No se preocupe -aseguro mientras me dirijo a uno de los armarios-, yo me preparo algo. 

Tomo un baso de cristal y lo lleno con leche. Corto algo de queso y pan y me traslado a la mesa, frente a la sirvienta. Ella estudia todos mis movimientos, sin dejar de tejer. A estas alturas ya sabe que he pasado "la noche" en la cama de Engel. La vida de aquí es tan aburrida que la gente se entretiene inventando historias sobre los demás. O más bien, rumores. 

-¿Va a hacer algo interesante hoy, señorita Leblanc? -pregunta la sirvienta mientras levanta una ceja marrón. 

-No -respondo encogiéndome de hombros-. Pero mañana iré a misa -comento, antes de meterme un trozo de pan en la boca. 

No es como el pan moderno, pero es pasable. 

-Se rumorea que el ejercito alemán partirá pronto -comenta en voz baja. 

Compruebo la cocina por si hay alguien en algún lado. Nada, la casa parece una tumba a excepción de esta habitación. 

-¿Cómo sabe eso? -pregunto, inclinándome hacia adelante sobre la mesa-. ¿A quién se lo ha sido decir?

-A un grupo de soldados alemanes, mientras volvía a casa desde aquí -responde mientras recupera el volumen normal de su voz-. Estoy segura de que partirán pronto. ¿Si no? ¿Por qué iban a estar esos muchachos hablando de ello? 

-Tal vez sean solo sus deseos -opino, restándole importancia a sus palabras. 

-Puede que sí, señorita. Estoy segura que el teniente se lo confirmará pronto. -Y con esto, se da por zanjada la conversación. 

LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora