-Aquellas personas a las que se les haya asignado el alojamiento de algún oficial, deben volver a casa y prepararse para su llegada -es lo último que anuncia el hombre que habló primero conmigo, el que parece tener algo de rivalidad con el rubio que conduce la moto.
-¿Qué llevas ahí? -pregunta el rubio mientras señala mi bolso bandolera de piel marrón.
-Cosas -digo entre dientes mientras abrazo mi bolso contra mi pecho-. Cosas privadas.
-No te lo voy a quitar, a no ser que tengas un arma ahí dentro -asegura sin cambiar de tono o de expresión facial.
¡Jesús, es tan expresivo como una pared!
Tengo ganas de decirle que yo no se lo voy a dar ni aunque me lo pidiese, pero me quedo callada. El hombre del megáfono se está acercando a nosotros a paso ligero.
Mantiene una conversación en alemán con el hombre rubio, quien tensa la mandíbula durante unos segundos. Esa es la única reacción que he visto en él. Después el otro se larga y nos deja solos de nuevo.
-Nos vamos -anuncia el rubio.
Me deslizo hacia la parte delantera de la moto y agarro el manillar. La moto también es verde, al igual que los tanques. Es como si todo fuera un conjunto.
-Antes, dime tu nombre -pido, alzando mis ojos hacia los suyos.
Él joven hombre me mira durante unos segundos. Mantengo mi mirada en la suya durante todo ese tiempo.
-Teniente Bleier -responde.
Tomo aire por la nariz.
-Ese no es su nombre, es su cargo. Y no he preguntado por eso -señalo con fastidio.
-Va a terner que conformarse con eso -dice mientras hace un movimiento para que me mueva de nuevo atrás.
-¿Adónde vamos? -pregunta mientras me deslizo con reticencia.
-A la casa que me han asignado -responde-. Y usted se viene conmigo.
Agarro la parte trasera de la moto con mis manos cuando nos ponemos en marcha. Salimos incluso del pueblo, dejándolo a nuestras espaldas, pero... no en la dirección por la que hemos venido. Y desde luego, no vamos muy lejos.
Entre los altos árboles que rodean toda la zona se encuentra una casa. Una que, de momento, es la más grande y bonita que vemos. Los colores no son los que yo habría elegido porque le dan un aspecto bastante tétrico, pero bueno.
El teniente Bleier detiene la moto frente a los escalones de entrada. Se baja de la moto y me ofrece una mano, la ignoro y me bajo de un salto.
Escucho otro vehículo llegar a la casa. Uno de los coches que formaban parte del pelotón... o lo que sea. El conductor del coche dice algo en alemán y el teniente responde. Sigo sin comprender cómo alguien tan joven puede ser teniente. No aparenta ser mucho más mayor que yo.
-Venga conmigo -me llama el teniente.
Asiento rapidamente y lo sigo hasta estar frente a la puerta principal de la casa. Puedo ver las cortinillas bordadas que cubren los cristales de las puertas desde el otro lado. El teniente llama a la puerta, golpeándola, mientras el otro soldado descarga unas cuantas maletas del coche sin techo.
Una señora abre la puerta principal, una mujer con un traje de flores con un delantal por encima. Supongo que será el servicio de la casa, ¿no? Está gente debe de tener pasta para poder mantener una casa así en tiempos de guerra.
La mujer nos da paso sin decir una palabra. El teniente se deshace de su gorra, con el águila del típico uniforme alemán bordada sobre la parte delantera, y la coloca debajo de su brazo mientras da un taconazo. ¿Una especie de saludo alemán?
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LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)
Teen Fiction2ª PARTE DE LA SAGA "LAS HIJAS DEL TIEMPO" Colette Leblanc estudia Ingenieria Aeronáutica, y es la mejor. Nombra cualquier deporte de riesgo y seguro que lo ha hecho: salto en paracaídas, puenting , escalada, planeador... Cualquier cosa que la haga...