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No es Matthias quien me lleva al Lebensborn, sino un chofer. Un chofer que no habla nada de francés. 

Cuando llegamos al Lebensborn ya es casi noche cerrada y se notan las temperaturas de comienzos de octubre. El chofer abre la puerta para que salga y se despide de mí. 

He llegado justo para la hora de la cena, por lo que me hacen pasar directamente al comedor. Mis compañeras de mesa comen en silencio y yo las imito. No estoy segura de lo qué pasa pero destaco entre la multitud de chicas vestidas con los horrendos uniformes. La cena consiste en una sopa de verduras, puré de patatas y algo de fruta de postre. Casi parece que estamos aquí para adelgazar en lugar de... ¿tener hijos? ¡Jesús, esto parece un criadero de bebés! Que es de cierta manera lo que es. 

¿Qué mejor que tener a tu mujer encerrada en una especie de cárcel de lujo mientras tiene a tus perfectos bebés arios? La respuesta para los radicales es nada. Para ellos este es el mejor lugar para que se críe la nueva y perfecta raza. A mí siempre me han enseñado que lo mejor para un niño es una casa donde reciba mucho cariño y los cuidados necesarios. Puede que aquí reciban cuidados de más y cariño de menos porque... después de la cena le pido a cada enfermera que me encuentro que me deje ver a Margot pero ninguna lo hace. Todas me aseguran que podré verla mañana pero yo quiero verla hoy, no mañana. ¿Me van a restringir el poder de decisión sobre todos mis hijos? ¿Va a ser así siempre? 

Sea como fuere, me importa más bien poco lo que las enfermeras opinen. 

Somos seis en la habitación, al igual que en la mesa de comedor. No me parece muy lógico que compartamos un cuarto. Somos mujeres adultas y... ¿casadas? (yo no, pero bueno) no es como si esto fuera un internado o un campamento de verano para compartir habitación y contar historias de miedo por la noche. Es decir, estas mujeres tienen veinticinco años o más. 

-Mañana después del desayuno tenemos educación física -dice Allegra a nadie en particular. 

Frunzo el ceño mientras destapo mi cama. No tengo idea de para qué quieren que tengamos ese tipo de clases, de verdad. 

-¿Por qué nos dan esas clases? -pregunto mientras me siento en la cama, después de dejar las zapatillas cuidadosamente colocadas junto a la mesilla de noche. 

-Para mantenernos en forma, por supuesto -responde una de las mujeres, quien se ha recogido el pelo en un montón de rulos. 

Hago una mueca.

-Tenemos que estar saludables -explica Allegra-. Si las madres están saludables, los niños también lo estarán. 

-Bueno... -comienza a decir una-, menos el hijo de...

-Chis... -la reprende Allegra con firmeza mientras se lleva un dedo a los labios-. Ya nadie habla de eso. 

-¿De qué? -pregunto con interés mientras me inclino hacia delante-. ¿Por qué nadie habla más de eso?

La chica que comenzó mira a Allegra con una mueca de disculpa y procede a hablar. 

-Una de las mujeres tuvo un hijo que... nació enfermo -me explica la chica-. Sus genes no debían de ser tan buenos como creyeron. 

-¿Qué hicieron con el bebé y la madre? -pregunto con cautela mientras agarro el pie de hierro forjado de la cama. 

-Se llevaron al bebé -responde apenada-. La madre todavía sigue aquí. Ha tenido un hijo sano desde entonces. 

Aprieto con fuerza el hierro. ¿A dónde demonios se llevaron al primer bebé? ¿Qué puede pasarle a Margot? 

Suspiro temblorosa mientras tiro de la colcha y me tapo con ella. Todas las mujeres apagan sus respectivas luces y guardan silencio. Tengo que averiguar qué demonios pasa en este lugar. ¿Adónde van los bebés que no consideran aptos? 

Espero lo que parecen ser horas antes de atreverme a levantarme. Camino descalza frente a las camas de las demás chicas, en la oscuridad, hasta que recuerdo la linterna de mi llavero. Recorro el camino de vuelta hasta mi armario y saco de la bandolera la pequeña linterna. 

Una vez fuera de la habitación, y con la puerta cerrada tras de mí, enciendo la linterna y la apunto al suelo. Todo se ilumina con un aire tétrico y espeluznante. Recorro los pasillos en el máximo silencio. Creo que tienen la zona de bebés al otro lado de la primera planta. Justo al lado contrarío de donde está el comedor, las cocinas y la sala de estar. 

Una vez abajo me detengo para escuchar los sonidos. No es tan tarde como para que ya hayan comenzado a preparar el desayuno para todas las chicas, por lo que todo está en silencio. Aunque tienen guardias en los exteriores del hospital reformado. No es estoy segura de si es más por nuestra seguridad o para que no escapemos. 

No sé por cuanto tiempo más voy a aguantar con Margot aquí. Puede que tenga que escapar dentro de poco, cuando no lo soporte más. El caso es que no vamos a poder quedarnos aquí hasta que termine la guerra. Desde luego, no cuando los alemanes van a perder y Dios sabe lo que pasará con nosotras y los bebés. Todo el mundo nos odiará por colaboracionistas. Nuestra vida se convertirá en un infierno. 

Hay un cartel junto a la puerta. Está en alemán pero creo que puedo llegar a traducirlo. Puede que diga «guardería» pero no estoy segura. 

Ya me he confundido antes y he abierto la puerta a una gran sala llena de sillas sin sentido, y mesas amontonadas. 

Cuando abro la puerta me encuentro un largo pasillo. El suelo aquí no es tan lujoso como el de las estancias principales. La primera puerta que abro, resulta ser algo parecido a una clase de infantil. Con sillas muy pequeñas, mesas muy bajas, una pizarra, estanterías llenas de libros con dibujos y algunos juguetes. Cierro la puerta de esa habitación y continúo por el pasillo. 

Al final del pasillo hay una puerta abierta. Me asomo lentamente y distingo un montón de cunas alineadas contra las paredes. Sigo pensando que todo esto es como estar dentro de una película antigua, aunque con color. De hecho, ni siquiera es tan magnifico en la realidad. Los colores de esta época no son tan vivos como los de la mía. Todo parece estar difuminado. Al menos, dentro de este Lebensborn porque los paisajes exteriores brillan con magníficos colores. 

Busco entre los niños a Margot. Todos son bebés. Desde los recién nacidos hasta los que supongo que tendrán cerca de un año. La cuna de Margot es la única que tiene una etiqueta colgando. Puedo leer su nombre «Margot Vien» y muchas palabras más en alemán. Me encantaría poder entenderlas. Cuando asomo la cabeza por encima de la cuna, encuentro que está despierta. Tomo una de las sillas que hay dispersas por la habitación, la coloco junto a su cuna, tomo a Margot en brazos y me siento. 

Rozo la punta de mis dedos por sus regordetas y rosadas mejillas y sonrío. 

-¿Tú tampoco puedes dormir, Margot? -le pregunto, sin esperar respuesta-. Ya, yo tampoco puedo. Este lugar es algo espeluznante. Incluso más espeluznante que la señora de la casa de Bussy. Y, pensaba, que nunca encontraría nada más espeluznante que ella. 

Margot aprieta mi dedo con su mano y no lo suelta. 

-Siento no haber podido venir antes, mocosa caga pañales -bromeo mientras suelto una suave risa-. La gente de aquí está realmente loca. ¿Qué es eso de establecer un horario para ver a los bebés? -pregunto indignada. 

Margot balbucea en respuesta. 

-No puedo entenderlo -admito-. Tú eres mía, Margot. Te prometo que nunca, nunca te van a alejar de mí .-Hago una pausa para respirar y comprobar el lugar-. Es decir, eres mi futura abuela o algo así... Si no te cuido yo, ¿quién va a cuidarte? 

La boca de Margot se abre en un bostezo y su nariz se arruga dulcemente. 

-Eres el bebé más bonito que he visto. Y... no lo digo porque seas mi abuela o porque yo no haya visto muchos bebés en mi vida, lo juro -bromeo-. Lo digo de verdad. De forma totalmente objetiva. Matthias y toda esta gente va a dejar que te quedes conmigo, te lo prometo. Y si no... huiremos juntas y lucharemos contra el mundo. 

Me levanto de nuevo de la silla para dejar a Margot en la cuna. La arropo con cuidado y le doy una beso en la cabecita antes de volver a sentarme junto a ella. Comienzo a contarle un cuento, un cuento que es totalmente real. Sobre una chica que quería ser piloto porque soñaba con estar volando todo el tiempo maquinas gigante con alas. 


LA HIJA DEL TIEMPO (II GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora