Capítulo 41

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Jesús.

Hace ya dos semanas que me dieron el alta, y me acaban de quitar el cabestrillo.

La verdad es que me he recuperado sorprendentemente bien.

En mi brazo solo queda una pequeña cicatriz.

Aquel día, nada más salir de la clínica, nos fuimos directamente a comisaría y denunciamos a Lara y Mónica.

Todavía no han dado con Lara.

Parece ser que ha llevado a Gaby a donde quiera que esté.

Mónica está bajo fianza y sé que no tardará en salir.

-¿Seguro que ya no te duele?- pregunta Martina por tercera vez
-Seguro. Además las medicinas hacen su trabajo- acaricio su mejilla
-Entonces si esta noche, a mi madre le apeteciese quedarse con los niños y tuviésemos la noche para nosotros solos, ¿te encontrarías bien?-
-Me encontraría muy bien- la beso y ella sonríe
-Voy a llamar a mi madre- me informa y se dirige a coger su móvil.










******










Itziar y Martina se dan dos besos y después la más mayor se va con el carrito gemelar y todas las cosas que le harán falta con nuestros hijos.

-Parece que estamos solos- ronroneo en el cuello de la morena
-Eso parece- sonríe
-Te invito a cenar. Ponte guapa- me mira sorprendida pero me hace caso.



Más tarde la veo aparecer en el salón con un vestido turquesa que le llega por la mitad del muslo.

-Tengo una novia guapísima- la beso y ella se sonroja -¿vamos?-
-Espera, que me voy a poner las lentillas- yo asiento.









Subimos al coche y conduzco hasta el restaurante en el que cenaremos.










******










-Por nosotros- alzo la copa con cava y ella sonríe
-Por nosotros- brinda conmigo -te quiero-
-Y yo- confieso.

La velada pasa tranquilamente y nos hemos prometido no hablar de nuestros hijos en toda la noche.

Es nuestra noche.

Así dicho, suena muy egoísta y de muy mal padre, pero hace mucho que no tenemos un momento a solas, y nos lo merecemos.

Viene una camarera y nos deja un plato a cada uno con nuestra comida.

Me mira y me guiña un ojo.

Martina la mira apretando el tenedor con rabia y cuando se retira, resopla.

-¿Por qué eres tan irresistible?- cuestiona haciendo un mohín
-No lo soy- niego con la cabeza divertido
-Si. Si lo eres- afirma -todas te miran y no se cortan en tirarte los trastos ni delante de tu mujer-

¿Mujer?

Abre ligeramente la boca al darse cuenta de lo que ha dicho y niega con la cabeza.

-Quiero decir, delante de tu pareja- dice nerviosa
-Tranquila- pongo mi mano sobre la suya y vuelve sonreír.










******










Entramos en casa y dejamos nuestras chaquetas en la entrada.

Después nos dirigimos a la habitación.

-Jesús, cariño- pone voz melosa -¿me ayudas con la cremallera?- bate un poco las pestañas.

Sonrío socarronamente y deslizo la cremallera hasta que el vestido color turquesa deja su espalda al descubierto.

Ella misma se encarga de hacer que se deslice todo, después, habiéndose quedado en ropa interior, se gira hacia mi y empieza a besarme.

Nos tumbamos en la cama y se queda ella encima de mi.

Me besa el cuello y después va a mis labios.

Doy la vuelta de tal manera que ahora la que está abajo es ella.

Beso su cuello y empieza a jadear, sonrío y dejo un beso en su mandíbula. 

Hago un hueco entre su espalda y el colchón, cuando doy con el cierre de su sujetador, se lo quito.

Voy depositando besos a lo largo de su cuerpo, está temblando.

Llego a sus finas braguitas de encaje y con suma lentitud y delicadeza, me deshago de ellas.

Con mi mano izquierda, empiezo a estimular su intimidad, ella arquea la espalda hasta que finalmente estalla en un orgasmo.

Más tarde seguimos besándonos con la misma pasión de antes.

Ella estira su mano a la mesilla y me da un preservativo mirándome con una sonrisa.

-Ya tenemos dos, más no- reímos.

Me lo coloco bien y me introduzco en ella.

Entre jadeos, gemidos y gruñidos, llegamos finalmente al clímax.

Tratamos de regular nuestras respiraciones y nos miramos directamente a los ojos.

-Tanto tiempo sin hacer nada, pensaba que ya se me habría olvidado como se hacía y todo- comenta y yo río
-No se te ha olvidado, doy fe- esta vez la que ríe es ella.

Acerca sus labios a los míos y deja ahí un suave beso.

-Buenas noches, cariño-
-Buenas noches, mi amor-

La rodeo con mis brazos y poco a poco, nos vamos quedando dormidos.

Ambos con una sonrisa en la cara.

Nos queremos.










******










Carolina y yo recogemos el género y lo colocamos bien.

-Pues con Yaiza ya están mejor las cosas- sonríe -estaba rara porque había tenido un tema familiar delicado- me aclara
-Ah pues mejor que ya estéis bien. ¿No?-
-Pues si, la verdad. Y tú ayer con tu mujer, ¿qué tal?-

Otra con la palabra mujer.

-No estamos casados- ordeno las estanterías altas
-No hace falta estar casados para decir mujer, a la mujer a la que amas, Jesús- me mira directamente a los ojos
-Ya, pero es que se me hace raro. Ayer en la cena, a Martina también se le escapó decir que era mi mujer, pero como se puso nerviosa, le resté importancia- le relato lo ocurrido
-¿Lo ves? Igual deberías empezar a planteártelo- palmea mi hombro
-¿El qué?- la miro confuso
-Asar castañas- ironiza -¿Pues qué va a ser, Jesús?-
-Ah. Bueno, no se, ya he tenido una mala experiencia con eso. Con Martina no tiene porque ser igual, pero me da cierto reparo- me encojo de hombros
-Si, eso también es verdad- me da la razón -pero mi intuición femenina, me dice que con ella no va a ser como con la otra. Vosotros durareis- opina y yo sonrío.










******










Desde que hablé con Carolina, le he estado dando vueltas al tema del matrimonio.

Y estoy empezando a pensar que igual no es mala idea lo de casarse.

Nos queremos, y se que con ella no me pasaría lo mismo que con Lara.

También se que a ella le haría ilusión.

Y lo que quiere ella, lo quiero yo también.

Decidido está.

Dieciocho años no son nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora