Capítulo 23

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Jesús.

Me encuentro con mi hija sentado en el sofá viendo una película.

Todavía me reconcome el hecho de haberme peleado con Martina.

Y he hecho mal en no saber que hay de verdad en cada versión, soy consciente de ello.

Tendré que volver a hablar con ella de una manera mas tranquila.

Mi móvil suena, me estiro hacia la mesilla y descuelgo la llamada.

Llamada entrante de Renata.

-Dime Renata- contesto sorprendido, no esperaba que ella me llamase
-Jesús, tienes que venir al hospital, rápido- se le oye agitada y temo por Martina
-Cálmate Renata, dime que ha pasado- empiezo a agitarme yo también
-Ha llegado Alaska al piso y ha encontrado a Martina tirada en el suelo. Le han dado una paliza joder-
-Ahora voy- cuelgo.

Rápidamente, me cambio de ropa y cojo mi abrigo.

-Papá, ¿qué pasa?- cuestiona mi hija desde el sofá
-Le han dado una paliza a Martina y está en el hospital. Quédate aquí y cualquier cosa me llamas-

Su rostro cambia de sorpresa a lamento en cuestión de segundos.

Yo rápidamente salgo de casa y me dirijo al coche.









******









Llego al hospital y lo primero que hago es irme a recepción.

-Perdone, ha entrado aquí una chica de dieciocho años, castaña, que se llama Martina Llera- le digo a la mujer de recepción
-Ah si. La chica que han traído con múltiples contusiones- comenta pensativa y teclea algo en su ordenador -habitación trescientos ochenta y cinco. Cuarta planta- agradezco y me dirijo al ascensor.

Pulso el botón de la cuarta planta y cuando llego, distingo a Alaska, Marco, Renata y Gonzalo en la puerta de la habitación.

Los dos chicos rodean a sus parejas mientras ellas se encuentran con los ojos llorosos, igual que yo.

-¡Jesús!- exclama Alaska y se acerca a mi, para abrazarme -lo siento tanto- vuelve a llorar
-No ha sido culpa tuya, Al- intenta calmarla la chica pelirroja
-Joder si yo hubiera llegado antes o si me hubiera quedado con ella, nada de esto habría pasado- continúa llorando y Marco la abraza acariciándole la espalda
-Si ella y yo no hubiésemos discutido, o la hubiese llevado yo a casa, no habría pasado, Alaska no ha sido culpa de nadie- aclaro yo aunque me encuentre al borde del colapso
-Jesús tiene razón- habla Gonzalo y Renata y Marco asienten
-Voy a entrar- todos asienten.

Abro la puerta de la habitación y se me rompe el alma al ver a mi pareja en ese estado.

Está tumbada en la camilla conectada a unos cuantos cables, con los ojos cerrados.

Tiene el pómulo amoratado, el labio partido y varios golpes en sus brazos.

Me siento en la silla que hay al lado de la camilla y cojo su mano.

Y sin darme cuenta, las lágrimas empiezan a caer sin control alguno, de mis ojos.

Cojo su mano y pongo mi cabeza encima de la camilla.

-Martina por favor. Tu eres fuerte, cariño-









******









Han pasado ya unas dos o tres horas desde que estoy aquí y Martina no despierta.

Acaban de subir Marco y Gonzalo de la cafetería con cafés para todos.

Doy un par de sorbos a mi café con leche y dejo el vaso encima de una pequeña mesa.

Miro a Martina y analizo sus finas facciones.

Joder que guapa es.

Anonadado por lo enamorado que estoy de ella, no me doy cuenta de que acaba de abrir los ojos.

Le cuesta mantener los ojos abiertos y parece ser que la luz le molesta.

-¡Martina!- exclamo y me acerco a ella.

Coloco mis labios sobre los suyos y ella sigue ese pequeño beso.

-Voy a avisar al doctor- dice Renata y se retira de la habitación.

Al rato aparece con un hombre de mas o menos mi edad que viste una bata blanca y lleva un fonendoscopio en el cuello.

-Martina, soy el doctor Pineda, cuéntame, ¿cómo te sientes?-
-Como si me hubiese pasado una apisonadora por encima, doctor- ríe flojamente
-Bueno, eso es normal, tienes unos cuantos golpes. Pero nada grave así que al ser ya de noche te daremos el alta mañana por la mañana- nosotros asentimos
-Gracias doctor- el hombre asiente y con eso se va.

Renata, Alaska y Marco, se acercan rápidamente a la morena y le dan un abrazo cada uno.

Al cabo de un rato empiezan a estar los cuatro cansados y la de ojos marrones les pide que se vayan a casa a descansar.

Me siento en un costado de la camilla y cojo su mano.

-Jesús, lo siento por lo de Gaby, pero es que...- pongo mi dedo índice sobre sus labios, interrumpiéndola
-No te preocupes por eso ahora ¿vale?-
-Vale- me besa y después yo sonrío
-Y ahora me vas a decir quién te ha hecho esto- noto como se tensa e intenta desviarme la mirada
-Fue Lara. Vino al piso, y nada más entrar, le pregunté que era lo que quería y empezó a pegarme-

Las lágrimas empiezan a salir de sus ojos y mi primer instinto es apegar su cabeza en mi pecho.

Cuando consigue calmarse, intento cambiar de tema para no angustiarla más.









******









Llego al trabajo algo cansado porque he pasado la noche en el hospital con Martina.

Al entrar en la tienda saludo a María del Mar y Carolina, y me dirijo al baño para dejar mi abrigo y mi mochila.

En cuanto acabe mi turno volveré al hospital para ver a Martina.

Le han alargado la baja porque con la angustia ha pasado muy mala noche.

Como a esta hora no suele haber muchos clientes, así que junto a las dos castaños, nos dedicamos a cuadrar todo el género y a ordenar los productos de la tienda.

Terminamos de colocar todo en las estanterías y llega la hora de que María del Mar se vaya.

Eso quiere decir que enseguida entrará Damián.

Al cabo de un rato, veo aparecer al padre de mi pareja por la puerta, su expresión es seria y dura.

Damián suele ser serio, pero esta vez, me está mirando a mi directamente y no se porque.

Se dirige al baño a dejar sus cosas y después vuelve.

-Jesús, quiero hablar contigo a solas- me sorprendo ante sus palabras pero solo me limito a asentir.

Nos vamos a una zona apartada y algo aislada del mostrador y ambos nos sentamos.

-¿Cómo es eso de que estás con mi hija?- cuestiona molesto
-¿Perdón?-
-No te hagas el tonto conmigo que lo se todo- me tiende un sobre grande y amarillo.

Lo abro y saco su contenido.

Son fotos de Martina conmigo abrazándonos o besándonos.

Hay también una nota.

Damián, te costará creer lo que te voy a decir, porque a mi también me costó en su momento.

Tu hija Martina, está liada con alguien mayor que ella.

Está liada con Jesús, tu amigo y compañero de trabajo, quien le saca dieciocho años.

Yo no lo veo ni medio lógico, y seguramente tú tampoco lo verás así.

Si quieres más información, tienes mi número en el reverso de una de las fotos.

LPS.


Dieciocho años no son nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora