Martina.
Le miro mientras atiende y suspiro.
En algún momento si que he pensado en la posibilidad de gustarle yo.
Pero enseguida he desechado esa idea de mi mente.
Él tiene mujer y una hija.
Y yo solo tengo dieciocho años cumplidos hace a penas dos semanas.
Toqueteo el piercing de mi labio y Jesús se acerca a mi.
Nos quedamos frente a frente con el mostrador en medio.
-No me había dado cuenta del piercing, estás muy guapa- mis mejillas se vuelven rojas
-Gracias-Entablamos rápidamente una conversación amena, con él es fácil hablar.
Y esto, me está dando ánimos para decirle de quedar.
Tal y como me recomendó Renata.
-Esto... Jesús, ¿a ti te apetecería quedar un día de estos?-
-¿Tu y yo?- abre bastante los ojos, supongo que sorprendido
-S~si- contesto intentando no tartamudear pero en intento se queda
-El viernes a las nueve y media- me guiña un ojo y se va a atender a un cliente que llevaba muy poco esperando.Estoy atónita.
Jesús García, quien me saca dieciocho años, me ha dicho que quedemos.
Estoy que no me lo creo.
******
-Renata, joder que estoy muy nerviosa-
-Martina, te tienes que calmar- me abanica con una revista
-No me he pintado los labios- digo histérica mirándome al espejo
-Ten anda- Alaska me da una barra labial rojo intenso.Me pinto, perfecciono mi peinado, cojo mi bolso, me despido de mis dos amigas y me voy.
******
Cuando llego al bar donde habíamos quedado, le veo sentado en un taburete mirando la pantalla de su iPhone.
Lleva unos vaqueros grises y una sudadera, junto con una chaqueta de cuero negra que le sienta estupendamente.
Respiro hondo y me acerco a él.
Cuando ya estoy, nos damos dos besos y me siento frente a él en otra banqueta.
-¿Llevas mucho rato esperando?- enfoco mis ojos marrones en los suyos azules
-Solo veinte minutos- sonríe
-Joder- murmuro
-Martina, que solo llevo dos minutos esperando, tranquila- ambos reímos.Y yo noto mi cara arder.
******
Tras unas cuantas cervezas, empiezo a marearme un poco.
-Jesús, yo no entiendo una cosa- hablo arrastrando las palabras
-¿El qué?- cuestiona igual que yo
-La gente se casa. ¿Para qué?- ambos reímos
-Pues la verdad es que no lo se- se carcajea y yo hago igual que él
-Pero si tu estás casado- sin darme cuenta mi mano se encuentra en su cadera y nosotros estamos a una escasa distancia
-Y no se porque me casé- me mira directamente a los ojos y eso hace que me pierda en ellos.Azules como el mar.
Aunque lleve unas gafas de pasta negra por encima, se puede apreciar lo bonitos que son.
-Deberíamos irnos de aquí, me da mal rollo como me mira ese camarero de ahí- intento levantarme, pero en intento se queda
-Pues vamos, señorita- se levanta.Me coge de la cintura y me saca del local.
Por el camino ninguno de los dos dice nada, pero algunas miradas se hacen presentes.
Su mano cada vez está mas abajo.
En un trozo de la calle me detengo y lo miro a los ojos.
Me acerco a el y le beso.
Pongo mis labios sobre los suyos y le pillo por sorpresa porque ni se inmuta.
Me alejo de él negando con la cabeza.
Y sorprendentemente, él se acerca a mi con mas ímpetu, me acorrala en la pared que hay detrás de mi y me besa ferozmente.
-Vamos a un hotel- dice al separarse de mis labios.
Y yo asiento frenéticamente.
Una pena estar borracha y que mañana igual ni me acuerdo de esto, y él, menos.
******
Entramos en la habitación de una manera algo torpe y empezamos a besarnos.
Me quita la chaqueta y después la blusa blanca que llevaba.
Yo le quito a él la sudadera y la camiseta de debajo.
Me deleito con su físico.
Me quita los vaqueros negros que llevaba con sumo cuidado y yo hago lo mismo con los suyos grises.
Me tumba en la cama y traza un camino de besos desde mis labios hasta mi monte de Venus.
Se hace un hueco entre el colchón de la cama y mi espalda, y desabrocha mi sujetador de encaje blanco.
Succiona mis dos pechos dejando un hematoma en cada uno de ellos.
Baja por mi vientre besándolo y quita mis braguitas.
Acerca su cara a mi intimidad y empieza a trazar círculos en mi clítoris con su lengua.
Me siento en el cielo ahora mismo.
Cojo la sábana con las manos y hago un puño con ellas.
Ya se lo que se avecina.
Arqueo mi espalda y siento mis paredes contraerse.
Al cabo de unos cuantos gemidos, estallo en un orgasmo.
Después de unos segundos para reponerme, Jesús se acerca a mi de nuevo para besarme.
Esta vez en los labios.
Sonrío ante el tacto suave de sus labios.
Le miro a los ojos y en vez de tener ese azul tan claro e intenso que tiene normalmente, están muy oscurecidos.
-¿Tienes un condón?- cuestiona agitado y yo asiento
-En el bolso- señalo el objeto negro que se encuentra encima del escritorio.El rubio se levanta rápidamente y lo coge del interior de mi bolso.
Vuelve, se posiciona entre mis piernas, se lo coloca y me penetra.
Empieza a embestirme con fuerza pero a la vez con cuidado.
Tras unos gemidos y jadeos por parte de los dos.
Llegamos al clímax.
Sale de mi y tira el preservativo a la papelera que hay cerca de la cama.
Me abrazo a él y me rodea con su brazo pegándome mas a su cuerpo.
Le beso la mejilla y puedo notar como está sonriendo.
Se gira hacia mi y quedamos cara a cara.
Roza su nariz con la mía y deja un suave beso en mis labios.
Volvemos a besarnos pero esta vez de una manera mas duradera.
Hay que ver lo bien que besa este hombre.
Coge la punta de la sábana y tira de ella hacia nosotros para taparnos.
Con mi otro brazo rodeo su abdomen y él rodea mi cintura mientras tiene el otro brazo debajo de mi cuello.
Que bien me siento estando junto a él.
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Dieciocho años no son nada
RomansaMartina, una joven a punto de cumplir dieciocho años. Jesús, un adulto de treinta y seis. Él está casado, y tiene una hija. Ella aún vive con sus padres y todavía se cuenta los sueños e ilusiones con sus mejores amigos. Él trabaja y ella estudia. É...