Capítulo 38

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Martina.

Jesús coge mi mano con fuerza y yo estoy sudando a borbotones.

-A ver Martina, empuja cuando yo termine de contar hasta tres- yo asiento ante las instrucciones de la enfermera -uno, dos, tres- empujo con todas mis fuerzas -venga otra vez. Uno, dos, tres- empujo de nuevo, acompañado de un grito desgarrador.

Empiezo a oír el llanto de un bebé.

-¡Es un niño precioso!- exclama la enfermera -ahora a por la otra criatura- me alienta.

Otra vez volvemos a la mecánica de contar hasta tres y empujar.

Cuando vuelvo a soltar otro grito después de haber empujado, oigo el llanto de otro bebé.

-¡Una niña!- sonríe.

Estoy cansada, como puedo, me giro un poco y dirijo mi mirada a Jesús.

Quién se encuentra llorando ahora mismo.

Me enternece ver al padre de mis hijos, emocionado.

Joder, el padre de mis hijos.

Que fuerte me suena eso ahora mismo.

Damián García Llera, 13 de Marzo a las 15:23 p.m

Virginia María García Llera, 13 de Marzo a las 15:24 p.m










******










Me entregan a los dos bebés después de haberles lavado y vestido.

Todavía no se puede vislumbrar bien el color de sus ojos, pero yo creo que son como los de su padre.

-Virginia es igual que tú- me dice Jesús mirándome con los ojos lloros
-Eso aún no puedes saberlo- río aunque lleve los ojos igual de llorosos que los suyos
-Lo intuyo-
-Yo creo que Damián será como tú- opino.

Seguimos acunando a nuestros hijos hasta que finalmente se quedan dormidos.

No me puedo creer que ya sea madre.






Pasa un buen rato, y veo asomar una cabellera rubia en la puerta de la habitación.

-Gaby, pasa- sonrío y ella hace lo mismo
-Que monadas por favor- se lleva las manos a la cara
-Acércate rubia- le anima Jesús.

El rubio le entrega a Virginia, quien ahora mismo está profundamente dormida, igual que Damián.










******










Entramos en casa y voy directamente a la habitación que habíamos preparado para los bebés, para dejarlos en sus respectivas cunas.

El teléfono de Jesús brilla en el bolsillo de su vaquero azul.

Resopla y descuelga.

Yo mientras voy a dejar todas las cosas de las criaturas en el armario que hemos habilitado para ello.

Al cabo de unos minutos, viene y deja un suave beso en mi mejilla.

-Era mi madre- me informa -quiere conocer a Virginia y a Damián-
-Diles que vengan, supongo que para eso ya se habrán despertado- me encojo de hombros y él asiente.

Nos cambiamos de ropa, y nos vamos al sofá.

Aunque estemos en Marzo todavía, me encanta estar en el sofá con la manta.

-Lo haces muy bien para ser primeriza- enfoca sus bonitos ojos en los míos
-Bueno, tu me ayudas mucho- admito.

Empezamos a besarnos y Jesús baja lentamente por mis cuello, arrancándome un jadeo que he intentado retener.

-Como sigas, no respondo- imito la frase que suele decir él, y con eso provoco que ría -Jesús, sé que hace mucho tiempo que no tenemos intimidad, pero todavía es pronto- hago una mueca y él niega con la cabeza
-Tranquila- me abraza y besa mi coronilla.











Abro la puerta tras haber escuchado el timbre, y tras ella me encuentro a mis suegros, la abuela de Jesús y a mis cuñados con sus hijos.

Me doy dos besos con todos y les invito a pasar.

-¿Dónde están mis nietos?- pregunta Josefina mirando a todas partes
-Ahora vienen mamá, tranquila- contesta Jesús rodando los ojos.

Se dirige a la habitación y trae a nuestros hijos en brazos.

-Son una monada- dice mi suegra intentando coger a Damián
-¿Cómo los habéis llamado al final?- pregunta mi cuñado
-Damián y Virginia- responde mi pareja
-Déjame coger a mi nieta- habla mi suegro sonriente y el rubio le entrega a nuestra otra hija.

Todos los presentes miran embelesados a nuestros hijos.

Y yo ahora mismo, estoy muy feliz.

Hace nada que estamos en casa porque me han dado el alta.

Y todavía sigo sin creerme que soy madre junto al amor de mi vida.

Estoy viviendo un sueño.










******










Entro en el trabajo de mi padre con el carrito gemelar en el que llevo a ambos bebés.

Todos los compañeros de mi padre se giran a mirarme, incluido él.

Ahora mismo en la tienda no hay clientes, así que he venido en buen momento.

Mi progenitor se acerca a mi con una sonrisa y me abraza.

-Mis nietos- habla emocionado
-Si papá. Te presento a Virginia y Damián- abre la boca sorprendido
-¿Sabes princesa? Cuando me contaste que estabas embarazada, no me sentó muy bien la verdad, sentí que te perdía, que perdía a mi niña. Pero luego me puse a pensar, Rocío me hizo entrar en razón -ríe al hablar de su pareja -y bueno, me he dado cuenta que tanto contigo como con Cati, he tenido mucha suerte y está mal que yo lo diga porque sois mis hijas, pero me salisteis muy bien- ambos reímos y yo le abrazo.

Se nos acerca Carolina y yo la saludo alegremente.

A pesar de haber contado muchas cosas, y de que es evidente.

Carolina es de las empleadas de mi padre, con la que mejor me llevo.

Desde que vino nueva, me cayó muy bien.

Mira sonriente a los dos bebés y después me abraza a mi.

-Hola Carol- saludo evidente y ríe
-Hola Martina- sonreímos
-Bueno chicas, me voy un momento que tengo que mandar unos informes- interviene mi padre y yo asiento.

La morena y yo seguimos hablando un largo rato hasta que veo a Jesús entrando por la puerta.

Yo había venido a ver a mi padre, el turno del rubio empezaba más tarde.

-Hola cariño- besa mis labios
-Hola mi amor-
-Hola pequeñines- se acerca al carro y les intenta dar un beso a cada bebé.

Se retira a dejar sus cosas y minutos después entra Mónica.

Nos saludamos, pero hay algo en ella que no me gusta.

Tal vez la manera en la que me ha mirado a mi, o a mis hijos, no lo se.

Solo se, que no me ha gustado. 

Dieciocho años no son nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora