Capítulo 1

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Jesús.

Llego a la cafetería en la que había quedado con Damián, un amigo.

Le veo sentado en una de las butacas, junto a otra chica que parece muchísimo mas joven que el.

Una castaña con gafas, de unos veinte años mas o menos.

No me meto en lo de la edad, pero joder, que mi amigo tiene cuarenta y seis años.

Me acerco a ellos y mi amigo se levanta a saludarme.

-Jesús, ella es mi hija, Martina- me presenta a la castaña -no la conocías ¿verdad?- niego con la cabeza
-Pues ya me conoces- interviene la castaña y sonríe achinando su ojos marrones
-Un placer- digo en tono de broma y los tres reímos
-¿Cuántos años tienes?- se dirige a mi la castaña
-Treinta y seis, ¿tu?-
-Diecisiete. Pronto dieciocho- humedece los labios de una manera muy sensual.

Ella se da cuenta de que me quedo mirando sus labios y sonríe para después guiñarme un ojo.

Yo empiezo a sentir una tirantez en mi pantalón.

¿Una erección ahora?

¿Esto es en serio?

Me disculpo con una excusa tonta y voy al baño.

Me mojo la cara y respiro hondo mirándome en el espejo.

-¿Qué coño me pasa?- me soliloquio
-Pues no se, pero para estar hablando solo, bien no estás- oigo a Martina en la puerta y se acerca
-Esto es el baño de chicos. Aquí...- me silencia poniendo su dedo índice encima de mis labios.

Se acerca peligrosamente a mi, de tal manera que mi espalda choca con el lavamanos y sus pierna derecha está entre mis dos piernas rozando mi erección con su muslo y la otra pierna está al otro lado de una de las mías.

Retira su mano de mi boca y va bajando por mi vientre hasta llegar a la zona anteriormente mencionada.

-Parece que alguien se ha puesto contento- susurra en mi oído con una voz muy sexy.

Me acerco a ella y la beso.

Ella enreda sus piernas en mi cintura y sus brazos en mi cuello.

Me dirijo a uno de los cubículos y seguimos besándonos mientras apoyo su espalda en la puerta.

Rápidamente se quita la camiseta azul que llevaba y deja al descubierto el sujetador negro que lleva, el cual le hace los pechos realmente apetecibles.

Se baja, y se pone de rodillas en el suelo.

Con algo de torpeza, desabrocha mi pantalón y lo baja.

Baja también mi ropa interior.

Coloca una de sus manos en mi miembro y lo dirige a su boca.

No me lo puedo creer.

Una mano palmea mi cara.

Miro extrañado a mi alrededor, y hay bastante gente rodeandome.

Martina, a quien puedo reconocer rápidamente, me está abanicando con una carta.

Y Damián era quien me daba golpecitos en la cara.

-¿Estás bien?- me pregunta preocupada
-Si si, ¿pero qué ha pasado?- me incorporo y mi amigo se encarga de echar a toda la gente que había alrededor
-Estábamos hablando, te has levantado y te has desmayado- me explica el pelinegro
-¿Te encuentras mejor?- se sienta Martina a mi lado
-Si, solo tengo un poco de sed y ya está-

Me tiende un vaso de agua y yo se lo agradezco.

Que alivio al beber eso, me moría de sed.

Aún así no dejo de pensar en la hija de mi amigo, ni en el sueño húmedo que he tenido con ella.






******






Llego a casa y a mi, se acerca Lara, mi mujer, quien es dos años mayor que yo.

-Hola cariño- me saluda y me besa.

Viene mi hija, Gabriela y me abraza.

Esto es un golpe de realidad.

Tengo una familia.

Lo de Martina habrá sido cosa del momento, es una chica muy guapa, pero ella es muy joven, yo estoy casado y además tengo una hija que solo tiene tres años menos que ella.




******




Llego al trabajo y dejo mi mochila en el baño.

Después llegan Damián y Carolina, una compañera.

Damián y yo aparte de se amigos somos compañeros de trabajo.

Abrimos la tienda y empezamos a atender a los clientes que entran.

Al medio día, nos quedamos Damián y yo, y como no entra gente, ordenamos un poco el género.

Me encuentro colocando bien unas cajas detrás del mostrador cuando oigo una voz que se me hace conocida.

-Hola papá-

Es Martina.

-Hola nena- mi amigo va hacia ella y la abraza.

Ella le da su mochila y él la guarda detrás del mostrador, cerca de donde estoy yo.

Me levanto y ella fija sus ojos en los míos.

-Hey Jesús- sonríe y yo la miro a través de mis gafas
-Hola Martina, ¿qué tal?-
-Muy bien, ¿y tú?- me mira de arriba a abajo
-Igual-

<<Porque te he visto>> pienso.

Ambos sonreimos y después yo sigo con mis quehaceres mientras, en ocasiones, siento su mirada fija en mi.

No puede ser.

Es que me niego.

No puede ser posible que al aparecer ella me haya alegrado el día.

Es una chica muy mona y simpática, pero no puede gustarme.

Tengo una familia.

Es la hija de uno de mis mejores amigos.

Ella es prácticamente una niña.

Yo soy un adulto.

Nos llevamos dieciocho años.

Y no se porque estoy hablando así, si nunca estaré con ella.

A ella le irán mas jóvenes, y seguramente los tenga a pares.

No me puedo fijar en una chica como ella.

Aunque sea guapa.

Una melena ondulada hasta los hombros, unos ojos marrones algo caídos pero bonitos que están cubiertos por unas gafas de pasta negras parecidas a las mías, solo que las suyas son mas finas.

Unas piernas largas y un trasero firme y bonito.

Una cara de ángel que la hace ver muy inocente para la edad que tiene.

No joder, no.

Jesús, autocontrol, por favor.

No me puede gustar Martina.

Esto no puede ser.

Dieciocho años no son nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora