Epílogo II

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Jesús.

7 años mas tarde...

Observo a mis hijos jugar en la terraza y sonrío.

Han heredado el azul de mis ojos y el castaño de la melena de Martina.

-Chicos, a merendar- les llama mi preciosa mujer
-Pero mamá, yo quiero seguir jugando- se queja Damián
-Os prometo que si os acabáis la merienda podéis seguir jugando- sonríe la castaña.

Virginia y Damián se dirigen rápidamente a la mesa y empiezan a devorar su pieza de fruta y su tostada.

Cuando acaban, llevan sus respectivos platos a la cocina y vuelven a la terraza para seguir jugando.

Martina me abraza por la espalda y besa mi mejilla.

Me giro y dejo un suave beso en sus labios.

Llaman al timbre y cuando abre la castaña veo a mi hija Gaby con una sonrisa en la cara.

-Hola Martina- la saluda con dos besos -hola papá- me abraza
-Hola rubia. ¿Cómo tú por aquí?-
-Estaba por la zona y me he pasado a saludar. Además Axel está con Ada, me puedo quedar un ratito- sonríe y se sienta
-Pues me encanta que vengas a ver a tu anciano padre- la pico y ella niega con la cabeza
-¿Pero qué anciano? Si solo tienes cuarenta y cinco años. Mamá si que está anciana, a sus cuarenta y siete se ha echado a perder- niega con la cabeza.

Al nombrar a su madre, la noto tensa.

Cuando Lara salió de la cárcel, Gaby intentó no tener mucho contacto con ella pero al final lo acabaron retomando.

Después de todo, es su madre.

-¿Y mis hermanos?-
-Están en la terraza jugando, se alegrarán de verte- ambos sonreímos.

Se levanta y cuando está yendo hacia la terraza, Martina la para.

-Esto... Gaby, ¿tu podrías echarles un ojo un momento a los niños? Es que tu padre y yo vamos a estar un poco ocupados- muerde su labio inferior y mi hija ríe
-Claro. Disfrutad tranquilos- le guiña un ojo a mi mujer y se va finalmente a la terraza.

Me dirijo a la morena y rodeo su cintura mientras beso su cuello.

-Vamos a la habitación- coge mi mano y nos dirigimos rápidamente hacia allí.










*******










8 años después...

Ya han pasado quince años desde que nacieron nuestros hijos y Martina y yo nos seguimos amando como el primer día.

-Papá, necesito consejo- habla mi hijo Damián
-¿Sobre...?- le miro interrogante
-Creo que me gusta la prima Violeta- nombra a la hija de Renata y la verdad es que no me sorprende.

Son adolescentes, y en algún momento ya hablamos de este tema con los amigos de Martina.

-Ah pues muy bien hijo- palmeo su espalda
-¿Tú qué harías?-
-¿Te gusta mucho? ¿Estás seguro de que te gusta- él asiente -pues a por ella. Eres un García Llera- él ríe
-Vaya consejo, papá- sigue riendo
-No te rías tanto que asi conseguí yo estar con tu madre. Y de ahí venís tú y tu hermana Virginia-
-¿Cómo conociste a mamá?-
-Pues tú abuelo Damián y yo éramos amigos y un día quedamos y vino ella también. Y nada más verla me quedé prendado de ella. Los siguientes días no podía parar de pensar ella y vi que me había enamorado perdidamente.

>>No fue fácil estar con ella. Me daba miedo el tema de la edad, tu abuelo no estaba muy de acuerdo, la madre de tu hermana Gaby no quería firmar los papeles del divorcio, y otras cosas que pasaron. Al final me di cuenta de que no debía preocuparme tanto por la edad, si ella y yo nos queríamos, eso era lo que menos importaba.

-Pues tienes buen gusto eh papá- me codea y yo río
-Lo sé, Damon-
-Mamá es guapa y yo he visto fotos suyas de antes y la verdad es que no ha cambiado mucho-
-Lo que más me gustó de ella fueron sus ojos y sus labios. Ella dice que de mi le gustaron mis ojos pero tampoco son para tanto-
-A mamá se le nota muchísimo lo que te quiere. Cuando habla con la gente y habla de su marido, se le ilumina la cara. Bueno, igual que a ti cuando hablas de tu mujer- sonríe
-Porque nos queremos. Y fruto de esa relación salisteis vosotros- doy un sorbo a mi cerveza y mi hijo hace lo mismo con su coca cola.

Oigo la puerta principal abrirse y veo a mi mujer y a mi hija con múltiples bolsas en las manos.

Las dejan todas a un lado, Martina viene directamente hacia mi y me besa pasionalmente.

Al separarnos, vemos cómo nuestros hijos nos miran atónitos.

-Como se nota lo mucho que os queréis- murmura mi hija y ambos sonreímos
-No voy a dejar de querer nunca a tu padre, Vivi- me mira embelesada y yo debo de estar mirándola del mismo modo a ella.

Cada vez que la miro, recuerdo todo lo que hemos pasado.

De principio a fin.

Desde nuestro primer beso, la primera vez que la hice mía, cuando nacieron nuestros hijos, cuando nos casamos, cuando se graduó, cuando me ascendieron, hasta la actualidad.

Todavía recuerdo el día en el que me dijo que estaba embarazada, estaba muy nerviosa y cuando me lo comunicó por fin, me hizo el hombre más feliz de este mundo.

También recuerdo el día que el que le iba a pedir matrimonio, estaba hecho un flan y tenía miedo de que me dijese que no.

O durante un tiempo también tuve dudas de si me iba a dejar o no por el tema de la edad.

Pero desde el minuto uno en el que empezamos nuestra relación, me ha hecho inmensamente feliz.

Y yo con ella lo he hecho lo mejor que he podido, y creo que lo he hecho bien.

Con toda esta experiencia y nuestra historia, la cual aún no finaliza, todavía se está escribiendo, yo he aprendido una lección muy valiosa.

Bueno, en realidad, dos.

La primera es que si quieres puedes.

Y la segunda es quien no arriesga no gana.

Gracias a esas dos lecciones, ahora no puedo ser más feliz junto a unos hijos maravillosos y al amor de mi vida.

Dieciocho años no son nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora