Capítulo 21

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Jesús.

Observo su cuerpo desnudo únicamente cubierto por la ropa interior y la sábana.

La luz de la calle entra por la ventana chocando con su piel.

Que perfecta es.

Miro la hora en mi Apple watch y veo que es algo pronto todavía.

Hoy es domingo y menos mal que tenemos todo el día para nosotros.

Me acerco a su cuello y empiezo a dejar suaves besos ahí.

Se remueve un poco y después me mira.

-Que buen despertar- se frota los ojos y sonríe
-Para mí, un buen despertar es verte- digo en su oído y ella ríe
-Eres un zalamero de mucho cuidado- pasa su mano por mi escasa barba
-Pero este zalamero te quiere- beso sus labios
-Y yo también te quiero, mucho-

Empieza a besarme y yo rodeo su cuerpo con mis brazos.

-Alaska y Marco vuelven por la tarde- ronronea en mi oído -Renata está en casa de Gonzalo- me besa -y la comida con tu hija no es hasta las dos y media de la tarde-
-Pues entonces tenemos tiempo para nosotros ¿no?-

Asiente y seguimos besándonos.

Continuamos así y en cuestión de segundos estoy yo penetrándola y ella gimiendo.

Llegamos al clímax prácticamente a la vez.

Ella sonríe satisfecha y yo también lo hago.

Con Martina se me juntan muchas cosas.

Amor.

Pasión.

Cariño.

Lujuria.

Excitación.

Y si continuase no acabaría nunca.

-¿En qué piensas?- me mira con una sonrisa
-En nosotros. Y en el soplo de aire fresco que estás siendo en mi vida- vuelve a sonreír tímida y me besa.

Me encanta verla ruborizada.

-¡Hostia puta!- exclama la morena ensanchando los ojos y mirando la pantalla de su móvil
-¿Qué pasa?- cuestiono extrañado
-Que son casi las dos- mis ojos se ensanchan.

Rápidamente nos duchamos, por separado, porque si no, no íbamos a acabar nunca.

Nos vestimos y vamos hacia el coche para dirigirnos al restaurante en el que hemos quedado con Gaby.

Suena una canción en la radio y cuando hago el amago de quitarla, ella aparta mi mano y sube el volumen.

Tararea la canción algo nerviosa y yo pongo mi mano en su muslo para calmarla.

Al llegar a nuestro destino, aparco y entramos en el restaurante.

Martina resopla y yo agarro su mano.

Nos dirigimos hacia la mesa en la que veo a mi hija y nos saluda de manera muy seca.

-Bueno, ¿qué querías, papá? No tengo mucho tiempo, tengo que estudiar inglés- frota sus sienes
-Que hablásemos rubia- intento suavizar la situación pero en intento se queda
-¿Y tú no dices nada?- cuestiona seca a mi pareja
-¿Qué quieres que diga, Gaby?- se siente insegura
-Para ti, Gabriela. Y no se, si te metes en medio de un matrimonio algo tendrás que decir- exagera sus gestos
-Gabriela. Cálmate- le ordeno algo seco
-No, es que no lo entiendo, ¿para qué la traes aquí?-
-Pues porque soy su novia, Gabriela. Y tu padre quiere que nos llevemos bien. Mira, yo no busco que seamos amigas del alma porque no va a ser así, pero si que podamos soportarnos sin que pase nada- comenta mi pareja en un tono más calmado que el de mi hija
-Anda que no hay tíos en el mundo para salir con ellos, pues no, tu vas y te fijas en mi padre- suelta enfadada
-Joder Gabriela, yo estoy enamorada de tu padre. Todavía eres muy joven para entender eso, pero lo acabarás entendiendo- a Martina ya le está costando mantener las formas
-Que solo eres tres años mayor que yo, no te vengas arriba tampoco- le hace un gesto con la mano
-No me vengo arriba, pero joder me estoy hartando ya. Entiendo que te fastidie que tus padres se separen porque yo he pasado por eso con menos años que tu, pero acepté a la pareja de mi padre porque ellos dos se quieren, y esa mujer se ha portado siempre muy bien conmigo- suspira pesadamente y Gabriela la sigue mirando con desaprobación.

Por debajo de la mesa, busco la mano de Martina, y cuando la encuentro, la cojo y la aprieto con suavidad.

Ella entrelaza nuestros dedos y su mano continúa temblando.

La miro e intento calmarla con la mirada ella niega ligeramente con la cabeza.

Aprieta la mandíbula y se levanta de golpe.

-Necesito un cigarro- sale rápidamente de ahí ante la atenta mirada de mi hija y la mía.

Observo como sale por la puerta del establecimiento.

-Ni autocontrol puede tener- niega la rubia de ojos marrones con la cabeza
-Gaby no vayas por ahí- le advierto
-Mira papá, yo te quiero muchísimo. Joder, eres mi padre. Pero Martina no es nada mío, y aunque es una chica muy maja, me cuesta mucho aceptar que has engañado a mamá con ella- yo asiento ante sus palabras
-Lo se cielo, y lo puedo entender. Pero entiendeme tu a mi también, quiero a Martina, estoy enamorado de ella- enfoca su mirada en la mía y coge aire
-Está bien. Trataré de volver a llevarme bien con ella- sonríe
-¿De verdad?- cuestiono ilusionado
-Te lo prometo- vuelve a sonreír
-Genial porque le quiero pedir algo- saco del bolsillo de mi abrigo la pequeña caja que contiene algo para ella.

Los ojos de mi hija se ensanchan y se lleva las manos a la cara, tapándose la boca, con gesto muy sorprendido.

-¿Le vas a pedir que se case contigo?-

Ahora entiendo si cara de sorpresa.

-¿Qué? ¡No!- abro la caja y ella ve lo que hay dentro.

Su cara cambia de sorpresa a confusión.

-¿Una llave?-
-Le voy a pedir que se venga a vivir conmigo. Esta es su copia de la llave- le explico y ella asiente con una sonrisa.

Días atrás he estado buscando pisos para no seguir viviendo en el piso de Martina y sus amigas.

Encontré uno que estaba muy bien, y ya he pagado el primer mes y la señal.

Dirijo mi mirada a la puerta y veo entrar a mi pareja con el gesto de la cara más relajado.

Se sienta y Gabriela se la queda mirando con menos dureza que antes.

-Oye Martina, siento como he sido contigo, me gustaría que volviéramos a empezar- fuerza una sonrisa, pero en los ojos de mi hija puedo ver arrepentimiento por su comportamiento de antes
-No te preocupes Gaby, disculpas aceptadas- sonríe mi novia.

Y se dan un abrazo, cosa que me sorprende, pero parece sincero.

Aprovecho que se separan de su abrazo, para levantarme y arrodillarme delante de Martina.

Saco la caja y la abro.

Su rostro se encuentra entre la confusión y algo de emoción.

-Martina ¿quieres vivir conmigo?-
-Si, quiero-

Ambos nos levantamos y nos fundimos en un largo e intenso beso.

Dieciocho años no son nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora