Capítulo 2 ~ Robert

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— ¡Robert! — grité desesperado.

Cada vez se escuchaba más alboroto allí fuera.

Por lo que más quieras, sigue vivo.

Sólo podía pensar en eso, en que siguiera con vida. Traté de tirar abajo la puerta de metal, golpeándola con fuerza. Mi hombro me empezó a doler, por lo que opté por darle patadas a las bisagras, ya que parecían algo oxidadas. Una de ellas comenzó a ceder cuando escuché unos pasos lentos y torpes y una respiración agitada.

¿Robert?

Pero él no caminaba así antes ¿Le habría pasado algo? Por si acaso me agaché en una de las cuatro esquinas más alejadas de la luz y aguarde a que quien fuera llegase.

Mi mirada se iluminó al verlo, pero se oscureció al fijarme algo más en él: tenía una brecha en la cabeza, por la que la sangre se asomaba, ya viscosa, estando casi seca. Jadeaba de puro cansancio.

—Siento haber tardado, Lebrel — me sonrió con una sonrisa un poco forzada. Su aspecto era muy diferente al de hacía unas horas.

— ¿Qué ha pasado? ¿Qué te ocurrió? – tenía muchas preguntas en mente y no era capaz de decirlas a la misma velocidad por la que pasaban por ella. ¿Por qué había tardado tanto? Metió una llave en la cerradura y abrió la puerta de la celda. Le abracé. Casi era como un padre para mí.

—Ven conmigo, tengo que abrir más celdas — dijo zarandeando las llaves. Cuando pensé que no me contestaría, me miró serio y habló con voz grave- Lebrel, han llegado antes de lo previsto.

Me quedé un segundo en shock.

Están tomando la ciudad...

Pensé rápido, ¿Qué habrá pasado con la ciudad del Norte?

— ¿Y la otra ciudad? — pregunté lanzando mi pregunta al aire, como si quisiera que mi duda no fuera resuelta nunca. Robert miró a otro lado, mientras seguía caminando.

— Al parecer... dividieron su ejército en dos. Cosa que nadie se hubiera imaginado ¡Es pequeño para ser un ejército! Sin embargo, los soldados que lo forman son más fuertes de lo que también nos hemos imaginado... —llegamos a una de las celdas de las mujeres, y Robert se apresuró a liberarlas. Cuando lo hizo, éstas le abrazaron y le dieron las gracias por su gratitud. Robert se acercó a una de ellas susurrándole algo que no logré escuchar. Me miró con una mirada un tanto perdida, y la voz le tembló un poco cuando continuó—. Verás Lebrel... fuera aún había cortesanos, no todos se habían marchado, el caso es que estamos siendo derrotados, machacados por todos los francos, ¿Entiendes que significa esto, Lebrel? — yo solo me quedé de piedra ¿Que qué estaba pasando? Por un momento pensé que me mareaba, pero en ese instante la firme mano de Robert me agarró del brazo y me acercó a él —.Tienes que salir de aquí ya, Lebrel, pero ya de ya.

Me quedé de piedra. Sí, puede que nunca llevara bien las malas noticias y reaccionar rápido era mi materia pendiente. Si hubiera aprendido la lección mucho antes, ahora puede que... mi vida no llevase este camino.

Lo miré serio. Eso tenía que cambiar.

—Yo escaparé, pero tú, Robert, vendrás conmigo — abrió los ojos como platos, queriendo decir algo, pero no le dejé. Le tomé de la muñeca y tiré de él. Los establos estaban lejos y tampoco tenía la seguridad de que hubiera caballos allí... pero debía intentarlo. Por mí, por Robert. No podía dejarle. ¿Qué era eso de que sólo debo salvarme yo? ¿Y él qué? No lo iba a dejar atrás nunca.

Pasamos por varias salas. En alguna de ellas aún estaban las bebidas de los guardias y algún que otro aperitivo. No perdí tiempo, cogí una camiseta de mangas largas que me encontré y até las mangas, luego, comencé a llenarla de lo que iba encontrando: Pan, queso y algo de fiambre... "Bingo" me dije a mi mismo cuando encontré un trozo de carne. Mientras tanto, Robert aprovechó para coger alguna espada y vestimenta apropiada para el combate: cotas de malla, dos brazales y un guante de cuero. Estábamos de suerte. Ojalá tuviéramos la misma suerte con el caballo.

La sombra de él.Where stories live. Discover now