Capítulo 5 ~ Lebrel...

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-Madre, ¿quién es ese hombre que habla con padre?- Había preguntado yo.

De aquella tenía tan sólo doce escasos años y mi familia y yo vivíamos en una mansión como la de todos los cortesanos. Disponía de grandes jardines, cuidados por jardineros que venían todos los fines de semana. A mi me encantaba perderme por ellos, y subir a los árboles que se alzaban al cielo majestuosos y frondosos. Para mí, aquello era comparable con el mayor de todos los bosques del reino.

La casa era grande y de una piedra blanquecina. Tenía varias habitaciones y varios baños, una gran cocina bien amueblada y un salón acogedor con una gran chimenea. En todo la casa había cuadros y los grandes ventanales ofrecían una cálida luz natural. Otro de mis pasatiempos preferidos era subir a la segunda planta de la casa y pasar horas y horas en los distintos balcones de las distintas habitaciones, perdiéndome en el horizonte e imaginando el caballero que sería cuando fuera mayor: honorable, valiente, caballeroso con las damas y justo con todos. Así habría sido yo de no haber sido por aquello...

-Es un amigo nuestro, hijo, de la familia, más bien. Siempre nos ha apoyado, al igual que nosotros a él.- Me miró, sonriente. Mi madre era tan risueña... - ¿Quieres ir a conocerle? Tu padre y él irán de caza y puedes ir.

Mi sonrisa se hizo cada vez más grande. Me encantaba cabalgar al viento, ser uno con mi caballo. Saltar alto, sentir la brisa en mis mejillas... respirar el aire montado a caballo no era lo mismo que respirarlo a pie. 

-Madre, cazaré una buena presa para comer este mes.- Ella sólo me acarició con dulzura la cabeza, agachándose hasta estar a mi altura.

-Sé que tratarás de que no sufra.-Asentí y mi madre me cogió de la mano y se levantó del suelo. Caminamos juntos hasta donde estaba mi padre con aquel hombre, quien sería para mi una pieza fundamental de mi vida, como si fuera de mi familia, la única que me quedaría.

-¿Este es el pequeño?- Me miró cuando nos acercamos sonriendo.- Has crecido mucho desde que nos vimos.- Levanté una ceja. Nunca le había visto, lo juro. 

-¿No le recuerdas?- Me preguntó mi padre. Tenía un talante caballeroso digno de admiración, siempre trataba todo con mucho juicio, aunque a veces no me gustara la forma tan fría de ver las cosas que tenía. Mi madre, en cambio, siempre era alegre y jovial y veía todo con un optimismo que nadie llegaba a tener. Por esto, y por muchas otras cosas, mis padres discutían de vez en cuando. Mi madre callaba, pero se las guardaba y cuando tenía la oportunidad, se las lanzaba a mi padre y este no podía hacer nada por defenderse. Era una mujer inteligente y autosuficiente  y no le gustaba que nadie le tomara el pelo por muy hombre que fuera. Supongo que por eso hasta en la Corte era tan respetada.

-No. No sé quién es.- Dije simplemente al ver que esperaban una respuesta.

-¡Vaya! No me extraña... tenías apenas 5 años.- El hombre se puso a mi altura y me tendió su mano- Haré entonces lo que hice de aquella. Me llamo Robert pequeño.- No sé porqué ese hombre no dejaba de sonreírme, pero acabó contagiándome la sonrisa y mientras nos dábamos la mano, nos sonreímos.

-Padre, ¿Puedo ir con vosotros de caza?- Pregunté cuando Robert ya se había puesto de pie y ya no nos dábamos la mano.

-Claro, prepara tres caballos y los arcos, iremos ahora a ayudarte.-Dijo mi padre. Supe que querían hablar antes de algún asunto importante que no me concernía, así que asentí y me fui directo a los establos.

Cuando llegué, Vega, mi yegua, relinchó contenta de verme. Yo corrí hacia ella y la acaricié suavemente. Preparé a Vega y a los otros dos caballos. Cogí los arcos y los carcajes con las flechas y esperé un rato. Como vi que mis padres tardaban, decidí cepillarlos un poco antes de salir. De ahí a cinco minutos llegaron Robert y mi padre.

La sombra de él.Where stories live. Discover now